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Lunes, 27 de enero de 2003

FúTBOL › LA SELECCION SUB-20, A UN PASO DE LA CONSAGRACION

Vamos, hagan juego

Mañana a la noche en el Centenario, el equipo de Tocalli puede agregar un nuevo título a la gloriosa tradición de los Sub-20 nacionales.

La Selección Argentina, que fue un equipo inconsistente aunque con buenos resultados en la primera rueda, se transformó en el hexagonal final en un conjunto más sólido, vistoso y eficaz. Así logró, faltando una fecha, el pasaje al Mundial de los Emiratos Arabes, y se situó a sólo un paso del título subcontinental: mañana ante Colombia puede consagrarse, incluso -si se dan los resultados– con sólo empatar.
Con el tácito imperativo de revalidar los lauros alcanzados en el ciclo de José Pekerman, Hugo Tocalli reunió a jugadores no tan brillantes como los de promociones anteriores, pero privilegió un sistema de juego, aunque fue evidente que tardó en “encontrar el equipo” y que debió improvisar por defecciones individuales, lesiones –caso Charras– o las reiteradas e imprevistas expulsiones. Sin embargo, el equipo fue de menor a mayor, algo altamente deseable en torneos de este tipo.
Las dos primeras presentaciones fueron victorias: la accidentada ante Colombia (2-1 con un penal alevoso de Pinola que el árbitro ignoró y hubiera significado el empate) y la ajustada ante Chile (1-0), con marcadores que fueron un fiel reflejo de las dificultades con las que el equipo consiguió los tres puntos. Jugaba mal, carecía de estilo y ganaba con lo justo cuando aparecían las individualidades, caso Cavenaghi. Además, la serie de amonestaciones y expulsiones que sufrieron los habitualmente “chicos modelo” en la era Pekerman condicionaron a Tocalli para delinear la formación (con un sistema 3-4-1-2) y desalojaron prematuramente al representativo argentino del trofeo Fair Play al que estaba históricamentre abonado.
Hasta que, tras dos victorias inconvincentes, llegó el punto más bajo, el piso en el rendimiento de Argentina en el Sudamericano: la derrota frente a Venezuela (1-0). Además de inesperada, fue un castigo a la falta de actitud del equipo, pero sirvió. Es bueno saber que se ha tocado fondo porque sólo cabe subir.
Sin un enganche definido, puesto por el que transitaron el improvisado Tevez; Pisculichi, más dúctil en los metros finales de la cancha; y Patricio Pérez –el que mejor rindió en la función–, Argentina mostró una predisposición arrolladora, lo que provocó que redondeara ante Paraguay (4-1) su producción más contundente. Así, alternando buenas, regulares y malas, el equipo de Tocalli ganó el Grupo B, dejando la sensación de que lo mejor estaría por venir en la rueda final del certamen.
Sorpresivamente, el director técnico modificó el 3-4-1-2 y colocó una cautelosa defensa de cuatro y una línea de volantes básicamente destructiva frente a Uruguay en el debut en el hexagonal, lo que significó una etapa inicial sin fútbol ni manejo de pelota. Recién en el segundotiempo –para remontar el resultado– el entrenador volvió al dibujo original y apostó al juego. El empate logrado a través de un zapatazo providencial de Pisculichi enseñó a Tocalli que no debía abandonar su libreto y que Marcelo Carrusca, el volante ofensivo de Estudiantes, tenía que estar entre los once iniciales.
El concluyente éxito conseguido frente a Ecuador (4-0), el rival más débil de la etapa final del campeonato, confirmó el repunte y sobre todo la convicción de que el equipo –la formación, los nombres– había aparecido. Fue el inmejorable paso previo para el clásico ante Brasil, partido memorable en que Argentina alcanzó el pico de rendimiento futbolístico y de actitud. Al descontrol y la rudeza del rival, el seleccionado respondió con su labor colectiva más importante y arribó a un triunfo (1-0) tan esperado como festejado. Tevez, tantas veces insinuado como el estandarte futbolístico del equipo, cumplió su mejor partido, aguantó, jugó e hizo jugar. Aparte, lo de Carrusca fue superlativo, junto al nivel siempre alto de Mascherano, Rivas, el polifacético Cavenaghi y un consolidado Hugo Colace.
El partido frente a Paraguay, un rival crecido –Tocalli lo había advertido– respecto del de la primera rueda, significó un retroceso acaso debido a la entendible fatiga por el esfuerzo anterior. Faltó velocidad,
la precisión fue escasa, y –pese a la ventaja en el marcador– nunca se impuso un dominio concluyente. Después, otra vez sobre el final, la inestabilidad emocional en algunos jugadores complicó el resultado: la infracción innecesaria de Mauricio Romero que costó el penal y su expulsión, y la tonta reacción de Gonzalo Rodríguez que derivó en otra roja obligaron al esfuerzo extra, la heroica de aguantar un resultado con nueve jugadores. Y se hizo.
Ahora sólo queda un paso. La última fecha del hexagonal se juega mañana en el Centenario ante Colombia (si Argentina gana, será campeón), y Tocalli estará nuevamente, y por última vez, limitado al ordenar la defensa por la pérdida de dos pilares en ese sector del equipo como Romero y Rodríguez. Seguramente, Walter García será el líbero y Joel Barbosa y Javier Pinola los stoppers (no tiene más defensores) en el partido que puede darle otro título sudamericano a este sufrido y sufriente Sub-20 que ha llegado hasta aquí paso a paso.
La determinación y ductilidad de los futbolistas, el aprendizaje de los errores que derivaron en la caída ante Venezuela, sumados a la categoría y personalidad de estos jóvenes orgullosos del privilegio de representar al fútbol argentino en una categoría emblemática, obligan a confiar en ellos en esta última instancia: ya están en el Mundial. Mañana irán por el título.
Se lo merecen.

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Todos juntos, apretados en el esfuerzo y en el festejo: un grupo de chicos con personalidad y determinacion.
 
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