Lunes, 21 de diciembre de 2015 | Hoy
FúTBOL
Por Daniel Guiñazú
“Ciclo cumplido”, dijo Marcelo Gallardo tras la derrota en Yokohama. Y efectivamente es así: tras el sonoro (y previsible) 0-3 que ayer le estampó Barcelona, River deberá repensarse y rearmarse como si empezara desde cero. En el primer cuatrimestre de 2016 tendrá que ratificar su condición de campeón de América y, en paralelo, apuntarle al torneo local. Sin perder de vista que si los resultados se le terminan alineando, volver a ganar la Copa Libertadores (que esta noche se sortea en Asunción del Paraguay) para regresar dentro de un año a Japón, se convertirá en la opción excluyente del llamado planeta “millonario”.
A la hora de la inevitable reconstrucción, ya no estarán Matías Kranevitter y Carlos Sánchez, quienes continuarán sus campañas en el Atlético de Madrid y los Rayados de Monterrey respectivamente. O sea que la prioridad pasará por recomponer una media cancha que fue uno de los puntales del equipo en sus momentos más exitosos. Nicolás Domingo, de un año destacado en Banfield, parece muy cerca de regresar por cuarta vez a River. Aunque por estas horas, tampoco pueden descartarse las llegadas desde Tigre de Joaquín Arzura y de Gastón Gil Romero desde Estudiantes.
Pero más allá de un volante de contención y de un carrilero por la derecha, lo que verdaderamente está necesitando River para levantar la puntería luego de este mal segundo semestre es un generador de juego. Alguien que haga, como enganche o como volante por la izquierda, lo que no pudieron hacer, o hicieron a medias, Leonardo Pisculichi, Tabaré Viudez, Gonzalo Martínez, Lucho González y Nicolás Bertolo. Gallardo apostó por todos. Pero ninguno dio las respuestas que el técnico pretendía. En consecuencia, ninguno se asentó como titular y todos fueron entrando y saliendo del equipo. Fue visible que en todo este tiempo, a River le faltaron buenas lecturas del juego, pases punzantes entre líneas, toque, circulación, fútbol en suma.
Y como a River le faltó juego, también le faltó gol, un pecado demasiado grave para un equipo impulsado desde el fondo de su historia a ser protagonista. Desde que ganó la Copa Libertadores, jugó 24 partidos (16 por el torneo de Primera, 6 por la Copa Argentina y 2 por el Mundial de Clubes) y el saldo fue negativo: ganó 8 encuentros, empató 6 y perdió 10, con 28 goles a favor (1,16 por partido) y 28 en contra y una eficacia bajísima (37,50 por ciento). En la cancha y en los números, fue evidente que River bajó su nivel. Y que más allá de las movidas que Gallardo ensayó, nunca pudo reencontrarle la vuelta a su equipo. Ni siquiera en la puesta a punto previa al viaje a Japón.
Por eso, además de variantes en el mediocampo que le restituyan el juego extraviado, River tendrá que potenciar su ataque. Entre Rodrigo Mora y Lucas Alario y Javier Saviola (es decir entre los titulares y la primera opción como suplente) hubo un abismo de rendimiento. Desde su regreso, Saviola no pudo ganarse la confianza de Gallardo, que nunca lo tuvo en cuenta en el momento de las grandes definiciones. De allí que, de cara a lo que se viene en 2016, resulte prioritario reforzar la ofensiva. Suenan los nombres de Ignacio Scocco y Silvio Romero. Los dos quieren venir, pero habrá que ver si lo permiten los números ajustados de la tesorería millonaria.
Además de Kranevitter y Sánchez, en los últimos seis meses River se desprendió de (o se le fueron) Teo Gutiérrez, Ariel Rojas (Gallardo jamás halló su reemplazo), Germán Pezzella y Ramiro Funes Mori. A la hora de jugarse la ropa, el Muñeco encontró pocas variantes en un plantel reducido en cantidad y calidad. Y salvo Alario y Lucho González en algunos tramos, ninguno de las incorporaciones le dio lo que el equipo estaba necesitando. En verdad, fue un equipo venido a menos el River que viajó a Japón. Por eso, el presidente D’Onofrio, Enzo Francescoli y Marcelo Gallardo, los que toman las decisiones gruesas del fútbol millonario, deberán afinar la mira y apostar fuerte. Habrá que hacer un gran esfuerzo económico y deportivo para que dentro de 365 días, River vuelva al lugar donde ayer Barcelona le pintó la cara.
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