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Lunes, 14 de febrero de 2011

CONTRATAPA › OMAR NARVáEZ, TRAS LA SENCILLA VICTORIA SOBRE EL MEXICANO ZALETA

Todavía adeuda la pelea de su vida

A los 35 años, lleva ocho como campeón, pero todavía no puso en juego sus extraordinarias condiciones frente a boxeadores que pudieran exigirlo a fondo. Fue la primera defensa de su título supermosca y ya piensa en pelear entre los gallos.

 Por Daniel Guiñazú

Cada pelea de Omar Narváez pone en aprietos a los cronistas encargados de contarlas. Después de 19 combates por títulos mundiales, poco nuevo hay para decir. Entonces se termina diciendo lo mismo que la vez anterior. Se elogia la variedad de su repertorio pugilístico, su velocidad de piernas y brazos, su cintura cimbreante, su inteligencia y su talento, y se lamenta que semejante despliegue de capacidades no lo haya puesto frente a frente con los distintos campeones que el peso mosca (y ahora el supermosca) ha tenido en los últimos ocho años. En particular con los japoneses, filipinos, coreanos y tailandeses que constituyen el nervio histórico de las categorías más bajas.

También, cada pelea de Narváez siembra la misma duda de siempre: ¿es tan bueno que reduce a la nada a rivales a priori complicados? ¿O los contrincantes que le elige con esmero su manager Osvaldo Rivero son tan limitados que, al lado de ellos, Narváez parece un superdotado? En verdad, en este caso da la impresión de haber más de lo primero que de lo segundo. En las grandes noches, ante los adversarios más difíciles y en las situaciones más adversas, Narváez ha entregado un plus que sería necio cuestionar cuando lleva ocho años como campeón del mundo, aun cuando flota la impresión de que, a los 35 años, todavía no ha tenido la gran pelea de su vida. Esa que, para bien o para mal, marca a fuego una carrera para siempre.

Ajeno a todas estas especulaciones, Narváez (51,900 kg) enhebró otra perla en el collar de su brillante campaña invicta. En la madrugada del domingo, y en el Polideportivo de Monte Hermoso, se anotó una amplia victoria por puntos ante el mexicano Víctor Zaleta (51,900 kg) y retuvo por primera vez su corona de los supermoscas de la Organización Mundial de Boxeo. Con tanta holgura y superioridad que para Líbero ganó todos los rounds (el 11º por dos puntos) para arribar a una tarjeta final de 120 a 106, o sea 14 puntos de diferencia. Los jurados estuvieron en el mismo registro: el puertorriqueño César Ramos y el argentino Ramón Cerdán fallaron 120 a 107, y el panameño Ignacio Robles hasta se dio el lujo de darle un asalto perdido a Narváez (119/108 fue su veredicto).

Pero más allá de los números, el chubutense hizo y deshizo a su antojo. Demoró acaso algún round de más para tomarle la mano al peleador azteca, acusando seguramente la larga inactividad de nueve meses que precedió esta pelea. Cuando se puso en marcha, de la 5ª vuelta en adelante, Narváez dio otra cátedra. Empezó contenido, más conservador que otras veces, trabajando sobre los envíos de Zaleta a base de velocidad de piernas, cintura, visteo y respuestas rápidas y precisas. Y terminó a toda orquesta, pegándole como quería, desde afuera y por adentro, a un rival quebrado y apabullado que pronto se dio cuenta de que sus 18 peleas profesionales ante adversarios de poca monta no le alcanzaban para arrimarse a Narváez y su inspiración.

Si hubiera afirmado más sus manos, si hubiera acelerado a fondo en procura del nocaut, el chubutense lo habría encontrado. Pero con aire de sobra porque ya no tiene que apretar su físico para dar el peso y sin vestigios de aquellas lesiones en sus manos que tanto lo importunaron, prefirió sumar rounds de pelea a anotarse la 20ª victoria antes del límite de su campaña. Y no fue casual que esto sucediera. Parecen bien encaminadas las tratativas para que, en abril, Narváez unifique su corona ante el campeón supermosca de la AMB, el mexicano Hugo Cázeres. Además no descarta dar otro salto grande y subir al peso gallo. “Es una idea que tenemos con Osvaldo (Rivero) porque esa categoría se puso muy picante y se puede ganar buen dinero. Física y mentalmente no estoy saturado y estoy para seguir siendo campeón por mucho tiempo más, porque todavía el boxeo no me dio la plata que yo quiero”, dijo Narváez después de otra noche de lujo en la que repitió su hábito: boxear como los dioses.

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