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Lunes, 12 de enero de 2004

JAVIER CASTRILLI Y LA LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA EN EL FUTBOL

“En el 2004 vamos por más”

El ex arbitro, ahora subsecretario de Estado, hace un balance tras un año clave en la campaña para erradicar a los violentos del deporte, y afirma que la voluntad política fue determinante para avanzar en su gestión. “Los episodios de Boca-Chacarita fueron un punto de inflexión”, asegura.

 Por Gustavo Veiga

Su semblante es el de un hombre satisfecho. Javier Castrilli podría comprobar que, si mira hacia atrás, ya transitó un largo camino en su lucha contra la violencia en el fútbol con ese espíritu de cruzado que lo caracteriza. Sin embargo, 2003, un año clave por una serie de razones que desmenuzará durante el extenso reportaje, lo obliga a ratificar el compromiso que lo llevó a trabajar desde el Ministerio de Justicia al frente de un proyecto no demasiado conocido ni difundido: el Prosef (Programa de Seguridad de Espectáculos Futbolísticos). El ex árbitro y ahora subsecretario de Estado sabe que no puede permitirse un descanso hasta ganar su partido. Un descuido, el mínimo desliz que cometan los violentos organizados como barrabravas, volvería a colocarlo en el ojo de la tormenta. Porque cuando se afectan intereses, los poderosos hacen de las suyas y sus esbirros encienden la chispa del próximo incendio. El personaje de modales adustos es consciente de esto. Y entonces se lanza:
–Ahora vamos por más, ahora vamos por más...
–Es una buena frase para un título.
–Seguro.
–A primera vista, 2003 surge como la bisagra en la lucha para erradicar la violencia del fútbol. ¿Coincide con este enfoque?
–(Larga pausa.) Claves habrán de ser cada una y todas las medidas que vamos a implementar en nuestra gestión. Claves son la participación y el compromiso de todos los sectores. Simplemente eso. Considero que, desde el momento que existe la voluntad política de neutralizar la violencia en el fútbol y desde el momento en que uno cuenta con un respaldo mayoritario, es posible vislumbrar un futuro distinto.
–¿Sólo hacía falta la voluntad política?
–Era indispensable. Y, por supuesto, la colaboración de todos los involucrados.
–¿Usted es un instrumento para llevar a cabo esa política?
–Yo digo que todos los organismos que están interviniendo en el sistema de seguridad. Y, debo empezar por el Poder Ejecutivo. Su decisión ha sido histórica: creó un espacio exclusivamente abocado al estudio y a la ejecución de políticas sobre la problemática de la seguridad en el fútbol. Ese fue un paso muy importante y en la medida en que sigamos avanzando, los resultados se verán con el transcurso del tiempo.
–¿Cuál de todos los logros conseguidos durante sus seis meses de gestión es el que más lo representa?
–Poder trabajar en la educación de los chicos como lo vinimos haciendo en distintos torneos, con los padres y directores técnicos. Ocurrió en las finales de los torneos Evita de Jujuy, en los Juegos Bonaerenses de Mar del Plata o en encuentros con hinchas del futuro realizados en Berazategui y en las jornadas organizadas por el Club Platense. Ellos marcaron el comienzo de un camino que tiende a transformar una cultura vulgarmente llamada del aguante y que nosotros queremos revertir y transformarla en un aguante tolerante, no discriminatorio, democrático, de respeto por los derechos del otro. Una cultura que, creo, lamentablemente aún no hemos conseguido instalar. Por eso se impone un necesario recorrido hacia la educación.
–¿Qué significa el hincha del futuro?
–Es el perfil del ciudadano que uno concibe, que requiere la Argentina nueva y distinta que se está construyendo. Donde en el fútbol no exista lugar para aquellos que quieran dirimir sus diferencias o imponer sus intereses mezquinos por medio de la violencia física y moral. El hincha del futuro deberá respetar los derechos del otro, ser tolerante...
–¿Se puede fijar un plazo para el cumplimiento de semejante consigna?
–Es evidente que cuando comencemos con los cursos y talleres que tenemos previstos, si éstos se multiplican geométricamente, consideramos que, en dos o tres años, empezarán a vislumbrarse no sólo conductasdistintas dentro de los aspectos del juego, sino fuera de él, entre los espectadores que concurren a los estadios. Por lo pronto, notamos que hay interés en requerir nuestra presencia desde el interior del país. Es una señal muy positiva esa demanda.
–Sus asesores, en muchos casos profesionales como abogados, sociólogos o antropólogos, ¿qué visión tienen sobre la tarea que usted ha emprendido para neutralizar la violencia en el fútbol?
–Para empezar, todo lo vinculado a la seguridad y a los comportamientos sociales exige de tareas difíciles. Y más cuando se trata de transformar conductas sociales. Necesariamente será muy complicado. Esta evaluación surge de que estos profesionales, a través de su estudio, han comprobado que siguen vigentes en el comportamiento social-futbolístico prácticas discriminatorias, intolerantes, agresiones hasta de género...
–A propósito de este tema, ¿en la línea 0-800 que habilitaron o por correo electrónico, se han recibido denuncias por xenofobia o racismo?
–No, no, habría que hilar muy fino. Sí quejas de simpatizantes que han concurrido a otras jurisdicciones y que, dentro del conjunto de agresiones verbales, dijeron que eran insultados por porteños. Hasta eso podría ser considerado un acto discriminatorio.
–Da la sensación de que la investigación del juez Mariano Bergés exploró, como nunca antes, las vinculaciones entre dirigentes políticos y futbolísticos con las barras bravas. ¿Cuál es su opinión sobre esos hechos?
–Yo no califico, pero indudablemente, siempre ha sido un secreto a voces en el ambiente del fútbol esa connivencia entre los dirigentes y esos elementos violentos. Creo que los episodios de Boca-Chacarita fueron un punto de inflexión, un llamado de atención no sólo a todas las hinchadas; también para todos los directivos. De ahí que se pueda tomar como un caso testigo donde la lucha contra la impunidad es posible.
–Otro dato insoslayable es que la violencia en el fútbol se ha ido corriendo hacia las afueras de los estadios. Las barras, como en el caso de River y Newell’s, se agreden a tiros sobre una autopista, alejadas de los escenarios donde se desarrolla el juego.
–Nosotros nos dedicamos a la prevención sobre los desplazamientos, sobre los posibles enfrentamientos que pueden suceder en la vía pública. Es un trabajo ciclópeo. Y eso es lo que la gente debe entender. Sobre todo, cuando se juegan tantos partidos durante un mismo día, como los sábados. El trabajo en la semana para analizar eventuales desplazamientos lleva muchísimo estudio, esfuerzo y horas. Seguimos buscando la manera de optimizar esos controles, pero no hay que olvidar una cosa: en sociedades que neutralizaron la violencia en el fútbol, ésta se ha desplazado de escenario. En la provincia de Buenos Aires es un foco de riesgo permanente.
–¿Cuál es el límite geográfico en que comienza la responsabilidad de los clubes, porque convengamos en que no está demasiado claro?
–Donde el jefe del operativo dispone el control de precacheo. Desde ese cinturón hacia adentro, uno considera que ese territorio está circunscrito al ámbito del estadio. No obstante, todos los hechos de violencia que se puedan originar, durante o antes de un partido, también están encuadrados dentro de las normas y pueden llegar a agravar la sanción igual.
–Hay una discusión no saldada entre los comités de Seguridad de la Nación y de la provincia de Buenos Aires sobre la utilización de banderas de determinadas dimensiones. ¿Es un tema menor o les preocupa?
–La ausencia de los elementos más violentos de los estadios trajo aparejada la ausencia de esas banderas. Queremos llegar a un acuerdo con la provincia de Buenos Aires, es más, estamos totalmente a favor de muchos argumentos que se esgrimen, pero consideramos que es necesario darles prioridad a determinados objetivos.
–¿En qué quedó su idea de crear un cuerpo especial de policías para controlar la violencia en las canchas?
–Tenemos enormes dificultades presupuestarias. Pero la propuesta es compartida por la persona que ha depositado toda la confianza en mí para esta gestión, el ministro de Justicia. Es decir, que no renunciamos a ella. Esa especificidad garantizaría un alto nivel de eficiencia. A todas luces es necesaria.
–Respecto de la policía, ¿no le parece que debe modificar su conducta y procedimientos?
–La policía está haciendo todos los esfuerzos necesarios para acompañar las exigencias que impone atender esta problemática. De cualquier modo, hay muchísimas cuestiones para mejorar. Seguimos recibiendo denuncias de simpatizantes a través de la línea 0-800 que hablan de destrato por parte del personal policial. Eso nos preocupa y estamos atentos para ir transformando esa conducta. Necesitamos que la policía vaya acostumbrándose a un trato acorde con lo que requieren los espectadores. La protección, un comportamiento cordial y amable...
–¿Cómo convivió este tiempo en su función con las amenazas e, incluso, con la intimidación que recibió su pareja en la puerta de su propia casa?
–Son molestias... Son riesgos inherentes a la naturaleza de la función que uno está desempeñando desde 1999. Estoy desde ese año en este tema, estudiándolo, analizándolo y soy consciente de estos peligros. Los asumo y una vez que acepté la responsabilidad de este cargo, no van a amedrentarme.

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Castrilli: “los resultados se veran con el tiempo”.
 
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