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Lunes, 3 de febrero de 2003

EL GOLEADOR HERIDO QUE VOLVIO A ESPAÑA CON OTRA CAMISETA Y LA MISMA FE

Ronaldo II, el regreso

La historia de Ronaldo estuvo varias veces a punto de convertirse en tragedia deportiva: la final de Francia ‘98 fue un misterio; las sucesivas lesiones ulteriores, una pesadilla. Pero volvió cuatro años después. Y ahí está.

Por Santiago Segurola *
Desde Madrid

Desde hace unos meses, Ronaldo ha vuelto al fútbol español. Ha regresado después de cuatro años en Italia, con cicatrices en su rodilla derecha y con el deseo de recuperar en el Real Madrid su condición de primera estrella del fútbol mundial. De hecho, nunca ha dejado de serlo. Cómo, si no, iba a pagar un club 55 millones de euros por un futbolista que ha sufrido dos lesiones gravísimas de rodilla y que apenas había jugado en los dos últimos años más allá del Mundial de Corea-Japón. Cualquiera que sea el riesgo que se corra con él, Ronaldo pertenece a la escasa raza de jugadores que invitan a soñar.
Sonriente, tranquilo, con un aspecto más juvenil de lo que denotan sus 26 años, Ronaldo parece definitivamente cómodo en el superlativo mundo donde vive instalado desde hace años, desde que el fútbol lo asumió como un nuevo mesías.
–Ha ganado un Mundial, ha comenzado a jugar con regularidad. ¿Se siente liberado por fin?
–Al principio tenía dudas. La gente no sabía si podía jugar o no. No sabía en qué condiciones físicas estaba, pero siempre estuve seguro porque estaba convencido de que la lesión estaba superada. Había completado una buena preparación para jugar todo el Mundial.
–Pero no se trataba de jugar. Se trataba de ser Ronaldo...
–No era fácil. Yo no dudaba de mi condición técnica y de los goles. Eso no se pierde, no se olvida. Yo quería ponerme bien físicamente, lo otro ya vendría.
–Lo difícil es olvidarse de que es Ronaldo y de lo que espera la gente.
–No es algo que me afecte demasiado. Durante toda mi vida he logrado evadirme de la presión, de lo que la gente espera de mí. Es necesario, de lo contrario me volvería loco. Lo que hago es concentrarme en los partidos, confiar en mis condiciones y olvidar todo lo demás.
–Supone un fortísimo ejercicio mental.
–Sí, es muy fuerte. No es sencillo, pero lo consigo hacer. Puedo bromear en el autobús o en la concentración con mis compañeros. Ahora bien, cuando me quedo solo, dedico toda mi atención a lo que voy a hacer, a lo que va a hacer mi equipo. Lo cierto es que tengo esa capacidad para cambiar de registro.
–¿No tiene la sensación de ser bienvenido al fútbol? En la final de la Copa del Mundo, los jugadores alemanes parecían especialmente cariñosos con usted...
–No lo sé, aunque reconozco que fue un partido de mucho fair play. No recuerdo una final de la Copa del Mundo con más deportividad. Apenas me hicieron faltas. Nada más entrar en el estadio sentí una explosión de energía en mi cuerpo y en mi ánimo. Fue una sensación muy especial.
–Quizá porque recordó el Mundial de Francia y todos sus problemas.
–Sí, fue dramático, sobre todo por lo que significó para Brasil, donde la presión es inmensa. Perdimos 3-0 en la final y fue una vergüenza para el fútbol brasileño. Durante cuatro años no se olvidó.
–Su carrera quedó marcada por el suceso previo a la final de París. Hay un cierto misterio en torno lo que ocurrió.
–La única verdad es que me sentí muy mal antes del partido y tuve que acudir a un hospital a hacerme unas pruebas. Quería saber si podía jugar o no. Las pruebas no indicaron ningún riesgo, y por eso jugué. Nada más.
–¿Pensó en aquel incidente antes de jugar el partido con Alemania en Yokohama?
–Recuerdo que después de la comida, pocas horas antes de la final de París, me fui a dormir. Cuando me desperté, me sentí enfermo. Así que esta vez tenía mucho miedo de ir a dormir después de la comida. Mucho, mucho miedo. Fui a buscar a alguien para hablar y distraerme. Pero no encontré a nadie. Estaban todos durmiendo. Acudí a Dida (portero suplente de la selección brasileña), que también dormía. Dida es mi mejor amigo, así que lo desperté y se quedó toda la tarde hablando conmigo de tonterías. Yo tenía mucho miedo de dormir.
–¿Cómo explica lo que ocurrió en París?
–No puedo explicarlo. Me hice todas las pruebas imaginables, y todas resultaron negativas. Científicamente no hay ninguna explicación.
–Allí se inició un ciclo desastroso, con dos lesiones de rodilla que amenazaron con terminar su carrera.
–Han sido años muy difíciles, pero han tenido su parte positiva. Me han enseñado a saber cómo soy de verdad. Antes sólo había tenido alegrías: marcaba muchos goles, conseguía muchos títulos. Por supuesto, había sacrificio por medio, pero todo parecía muy fácil. Yo creo en el destino, y supongo que todo lo malo que me ha ocurrido en estos cuatro años ha sido para probarme. Estoy satisfecho porque he superado todos los obstáculos y porque he tenido el carácter para enfrentarme a unos problemas muy graves. Sin un carácter fuerte no lo habría conseguido. Eso es lo que he descubierto en este período.
–¿Tuvo dudas alguna vez?
–No. Como todo en mi vida, hago las cosas día a día. No pienso mucho en el mañana, ni en lo que puede ocurrirme. Confiaba mucho en los doctores y en los fisioterapeutas. Yo me entregaba cada día en la recuperación.
–Su recuperación se debe a una extraordinaria fuerza de voluntad. Sin embargo, tiene fama de perezoso.
–Existe la idea generalizada de que los jugadores brasileños no se cuidan. No es verdad. Yo llego aquí cada día una hora antes de comenzar el entrenamiento y me voy una hora después de que termina. Soy el primero en llegar y el último en marcharme. Necesito hacerlo por mi físico, por mi rodilla. Durante el período de recuperación no fallé nunca.
–Fue la primera vez que estuvo solo. Hasta entonces siempre había estado en el escenario bajo los focos. ¿Sintió el “shock” de la soledad?
–No, porque yo sigo a rajatabla la filosofía del golf. Juego contra mí mismo. Me olvido de lo demás. Es lo que aprendí en la recuperación de mis lesiones.
–¿También está recuperado mentalmente de esas lesiones?
–Estoy bien psicológicamente, aunque reconozco que me recuperé antes en el plano físico. Sin embargo, no tenía la seguridad necesaria en mí mismo. Tuve que trabajar mucho para sentirme seguro de mis movimientos con la pierna operada.
–¿Qué reflexión hace de sus cuatro años en el fútbol italiano?
–Ha sido una experiencia muy buena, porque el fútbol italiano es muy diferente del de España o de Brasil. Es un campeonato muy difícil, con un juego menos espectacular que en otros sitios, pero muy competitivo. Ha sido un desafío muy grande y lo he pasado muy bien.
–El fútbol español es más interesante con gente como usted o Zidane.
–Aquí el fútbol es más divertido, más espectacular. Para mí, para Zidane, para Figo, España es mucho mejor.
–¿Cuándo tomó la decisión de dejar el Inter?
–Antes de ir al Mundial. Hablé con el presidente y le dije que no me entendía con el entrenador. Le pedí que hiciera algo para solucionar la situación. El prefirió a Cúper antes que a mí.
–¿Podía interpretar Héctor Cúper que quería privilegios de estrella y que no estaba dispuesto a concedérselos?
–Nunca he querido privilegios. Siempre he sido uno más del grupo. Lo pueden decir todos los compañeros a lo largo de mi carrera. No quiero ser nada más que lo que soy. Con Cúper no tenía confianza en el trabajo que hacíamos, no me sentía bien, no creía que pudiéramos ganar algo con ese entrenador. Me pareció que también tenía el derecho a dar mi opinión al presidente del Inter.
–¿Por qué el Madrid?
–Porque en este momento tiene el mejor equipo del mundo, y yo veía que tenía la posibilidad de ayudar, hacerlo más grande de lo que es y yo hacerme más grande de lo que soy.
–Se habló antes, y se habla ahora, del peso de sus agentes y de la necesidad de moverlo en el mercado.
–Mis representantes son muy importantes porque hacen lo que yo quiero, y no al revés. Quien va de un sitio a otro soy yo, el que juega soy yo. Ellos hacen exactamente lo que quiero: si digo que quiero ir a Madrid, van a trabajar para que vaya a Madrid. Es lo que han hecho. Esto que se dice de la necesidad de cambiar de equipo es una tontería. Los que me conocen saben que no es verdad.
–Ha llegado a un equipo plagado de estrellas. ¿Hay una lucha muy fuerte de egos?
–Pensaba que sí, pero me he encontrado con un ambiente absolutamente normal. Son personas muy inteligentes.
–Sin embargo, es un vestuario con fama de difícil.
–No es cierto. Es un vestuario con muchas personalidades, con mucho carácter. No vamos a ser todos amigos, no vamos a cenar todos los días juntos; pero somos profesionales, compañeros, y nos respetamos.
–¿Qué papel desempeña Del Bosque en un modelo tan complicado?
–Le doy un valor enorme. Es un entrenador que se hace respetar y que permite la libertad necesaria en el campo.
–¿Estrellas del calibre de Raúl, Zidane o usted son conscientes de las dificultades que entrañan para un entrenador?
–No sólo para los entrenadores, pero creo que Del Bosque lo lleva muy bien.
–Pareció muy relajado cuando entró en el campo en el primer partido que jugó con el Real Madrid.
–Exactamente así. Relajado y feliz.
–Marcó un gol un minuto después de debutar. ¿Tuvo la sensación de que ésta iba a ser una buena historia?
–Creo en el destino, pero no esperaba que fuera así. Fue todo mágico.
–¿Sueña con fútbol todavía?
–Sueño muy poco, casi nunca, pero pienso mucho en el fútbol.

* De El País, de Madrid.

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Ronaldo hoy, a los 26 años. Del goleador explosivo del Barça al maduro definidor del Real.
 
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