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Lunes, 26 de mayo de 2003

RECORRIDA TURISTICA POR LOS NUEVOS LUGARES COMUNES EN EL MUNDO DEL FUTBOL

Leer un partido

 Por Juan José Panno

Daniel Passarella fue, posiblemente, el primer habitante de lo que sería el lugar común que nos ocupa cuando dijo que lo que le gustaba de Marcelo Gallardo era que sabía “leer los partidos”. La figura, acertada y aguda por cierto, no tardó en popularizarse y bastardearse al punto que hoy por hoy casi no hay charlas de fútbol de café o frente a las cámaras de televisión en las que no se haga alguna referencia a futbolistas lectores como Zinedine Zidane, Juan Román Riquelme, Pablo Aimar o Francesco Totti, por citar sólo algunos ejemplos. Un buen lector de partidos, se sospecha, es aquel que sabe por dónde está pasando el juego, cuáles son las virtudes y los defectos de los propios y los contrarios, y cuándo conviene calentar, enfriar, acelerar o regular los motores. Se puede entender, entonces, que un equipo será mejor cuantos más lectores tenga y mucho mejor aún si sus jugadores son capaces de hacer una lectura veloz del partido. Siguiendo esa lógica, el seleccionado de Ilvem debería ser campeón mundial, pero ya se sabe que en el fútbol no hay lógica. Uno podría preguntarse también: ¿cómo hacen para leer los partidos Los Murciélagos, los jugadores de la Selección de fútbol para ciegos? La respuesta es casi obvia: siguen los lineamientos de su mentor ideológico y DT de cabecera, el doctor Salvador Braille.
Hay muchas maneras de leer un partido: los japoneses, por ejemplo, los leen de atrás para adelante y recién en el minuto 90 descubren qué es lo que conviene hacer y por eso es que casi siempre pierden los partidos internacionales. A los egipcios también les cuesta bastante porque están obligados a descifrar jeroglíficos tipo pizarrón de Bilardo, mientras que los chinos corren con la ventaja de que casi nadie puede leer lo que ellos leen.
Podrían ser muy cotizados los futbolistas capaces de hacer una doble lectura, pero tienen una contra: la doble lectura puede derivar en un doble discurso y eso es peligroso para cuando quieran traducirles a sus compañeros qué es lo que están leyendo y por lo tanto qué conviene hacer. El lector (el de este diario) podrá imaginar seguramente diálogos de este tipo entre el lector (de partidos) y sus compañeros:
–Estoy leyendo que la cosa pasa por tener la pelota en la mitad de la cancha.
–Entonces, ¿no nos retrasamos?
–No sé, porque también leo que conviene colgarse del travesaño.
–Bueno, ¿qué corno hacemos?
–Nos colgamos del travesaño, pero sin retrasarnos.
En el fútbol nacional coexisten los lectores en diagonal (los jugadores de Estudiantes y Gimnasia tienen mucha experiencia), los que abandonan la lectura en los primeros minutos, los que sólo leen clásicos, los que leen lo que venga, los que son capaces de leer la letra chica de los artilugios rivales y los que leen en voz alta, que son los más giles de todos porque avivan a los contrarios.
Y ni hablar de los compulsivos, ésos que son capaces de leer varios partidos al mismo tiempo. Cuentan que hace algunas décadas, antes de que se inventara la Spika, un delantero de Chacarita Juniors leía los partidos que jugaban en otras canchas en los tableros del Alumni con las dificultades del caso, porque no lo dejaban entrar al campo de juego con la revista del día con las claves para saber a qué equipo correspondía cada letra. Al tipo casi no le quedaba tiempo para leer el partido propio, pero nadie sabía más que él del contexto en el que se desarrollaba la fecha.
Otro de famosa lectura doble era un célebre defensor de un modesto equipo de Santa Cruz, el Bizcocho Kreimer, que podía leer simultáneamente qué estaba pasando con la defensa y con el ataque de su propio equipo. No duró mucho en el club porque enseguida le ofrecieron buena plata para oficiar de juez de línea en la Capital Federal. “Es el mejor de todos para juzgar el offside porque puede ver al que manda el pase y al mismo tiempola línea del último hombre del equipo rival”, dijo el presidente del Colegio de Arbitros. Un día, al Bizcocho le tiraron un proyectil que le dio en la frente y el hombre, herido, dejó el arbitraje. Dijo que se sentía en condiciones de afrontar desafíos mayores y por ahí anda leyendo partidos de las Grandes Ligas. La hinchada espera que le vaya bien.

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