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Lunes, 19 de febrero de 2007

FúTBOL › EL REGRESO DEL IDOLO A LA BOMBONERA

Sólo destellos del fútbol de Riquelme

Román, ovacionado, no anduvo muy bien, aunque mostró pinceladas de su talento.

 Por Ariel Greco

La fiesta estaba preparada, pero no fue completa. La Bombonera se vistió como en las mejores tardes para recibir al ídolo, aunque terminó casi muda tras el empate ante Central y, sobre todo, por el opaco debut de Juan Román Riquelme. Su precisión habitual, un par de toques de distinción y un tiro libre que pasó muy cerquita no alcanzaron para que el regreso fuera como todos esperan, incluso el propio Román. “Fue un día inolvidable”, aseguró igualmente el jugar.

Desde antes del comienzo, el clima marcaba que no era una jornada cualquiera. Muchas camisetas con el diez, tanto de Boca como de la Selección, demostraban la esperanza de los hinchas y las ganas de darle la bienvenida a uno de los pilares del ciclo Bianchi. Cuatro años y medio después Riquelme volvía a su casa, y la gente lo hizo notar. Por eso, las clásicas banderas para la ocasión no podían faltar: “Bienvenido, Román”, “Gracias por volver”, aparecieron por los cuatro costados de la cancha. También estuvieron los que hicieron gala de su creatividad, teniendo en cuenta el contrato relámpago que firmó: “Romance de cuatro meses, amor por siempre”, o “No quiero RiquelMES, quiero RomAÑOS”. Tampoco podían faltar los trapos con su imagen y su festejo del Topo Gigio. Y claro, hasta el propio muñequito tuvo su espacio, vestido con la camiseta de Boca, tal como se lo había regalado Macri a Riquelme el día de la presentación.

Cuando la voz del estadio anunció la formación, todos los aplausos fueron para el diez. Lo mismo cuando el equipo pisó el césped. Ultimo en la fila, apenas unos pasos detrás de Palermo, dio dos saltitos con la pierna derecha en el momento de entrar y luego escuchó un grito conocido: el “Riqueeeeelme, Riqueeeeelme” sonó casi hasta el inicio del juego. Tanto que la Doce se olvidó de saludar al resto de los jugadores.

Tras el pitazo de Beligoy, enseguida quiso marca presencia. Y antes del minuto de juego, ya recibió la primera infracción de Calgaro, su marcador personal a lo largo de casi toda la tarde. Luego, casi de punta para tratar escaparse de su referencia, su incidencia en el partido no fue demasiada. Entró poco en juego y, casi siempre, recibió incómodo. Lo más destacado como para demostrar su clase fue una pared con habilitación para Palacio y un toque exquisito para dejar solito en el área a Palermo, que no resolvió bien. Y con pelota detenida también puso su sello con un tiro de esquina olímpico que el arquero Alvarez mandó al corner y un tiro libre casi desde la misma posición que pegó en el soporte de la red y quedó en el techo del área.

En el inicio del segundo tiempo bajó unos metros y amagó con transformarse en el conductor que Boca necesitaba. Pero, tras unos minutos de protagonismo, sintió el rigor del juego y la inactividad, para terminar de apagarse en los tramos finales del partido. Además, a esa altura Boca ya era pura confusión, por lo que sus compañeros casi no lo buscaron. Sus pinceladas en el segundo tiempo, además de un par de cambios de frente, fueron un sombrero a Calgaro y un pase de pecho para Neri Cardozo. Muy poco para la expectativa que se generó, y él mismo así lo entendió: “Sé que puedo estar mejor, hacía dos meses que no jugaba y me entrené una sola vez con mis compañeros”. Por los destellos que exhibió y por su historia en Boca, su crédito seguirá abierto.

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Román volvió a su casa, pero no pudo brillar. “Fue un día inolvidable”, comentó Riquelme tras el partido.
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