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Lunes, 9 de diciembre de 2002

OPINION

Gracias por la sonrisa

 Por Diego Fischerman

Quien esto escribe, lo hace en la vigilia de la final de la Copa del Mundo. Esperando el disfrute más que el resultado del partido Argentina-Holanda. Pero que quede claro: el disfrute con las “de acá”, como protagonistas de ese disfrute. Con la ansiedad de quien, aun sin entender demasiado de la cosa –muchas veces, quienes ya tenemos algunas décadas de ver deportes por placer o por profesión, nos convertimos en algo así como “especialistas en generalidades”–, espera que el arte del juego sea de parte de las chiquilinas que viven cerca nuestro, que hablan nuestro mismo idioma, que comen parecido a nosotros, que, pese a llevarles uno casi dos generaciones de diferencia, puede tener complicidades con ellas.
Dentro de un rato llegará la señal de la televisión desde Australia, y esperemos poder quedar atrapados por la cultura lúdica de quienes fuera de la cancha reconocieron, aun habiendo ganado todos los partidos hasta éste, que en los últimos no jugaron como les hubiera gustado jugar, destruyendo la consigna casi bursátil del resultadismo a costa de cualquier cosa.
Y la búsqueda de la sonrisa desde un juego, en medio de nuestra mishiadura, parece de un egoísmo casi atroz. ¿Cómo seguir entonces pensando en qué escribir, evitando lugares comunes, golpes bajos, contradictorias impotencias? Esas contradictorias impotencias, justamente, y el evitar los lugares comunes y los golpes bajos, le demandan al que escribe volver al hockey. O, por mejor escribir, volver a eso que uno olfatea del hockey. Ese deporte tan parecido al fútbol, y tan deporte “de palo y pelota” –como el tenis, como el golf, como el polo, como la pelota a paleta, como algunos más– en los que los argentinos han sido exitosos casi desde siempre.
Ese deporte que, dentro de un rato, cuando jueguen Argentina y Holanda, quizá nos permita una sonrisa vergonzante, por aquel egoísmo casi atroz, en medio de nuestra mishiadura. De todos modos, gracias por la sonrisa. Y a veces no es malo escribir sobre algo que no ha sucedido todavía. Porque, como se dice sabiamente por allí, si lo único que te importa es el resultado, no vayas el domingo a ninguna cancha de ningún deporte. Comprá el diario del lunes.

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