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Lunes, 18 de febrero de 2002

OPINION

La pelota no tiene la culpa

Por Diego Bonadeo

 Por Claudio Zlotnik

Desde la periferia del juego, no estaría mal plantearse si la actitud de los más de 2300 policías que ayer supuestamente estaban destinadas a “prevenir” en los cuatro clásicos –algo así como 900 para Racing-Independiente, algo menos de 600 para Estudiantes-Gimnasia, 450 para Boca-San Lorenzo y 400 para Huracán-River– estaba o no en sintonía con la pasividad de sus colegas que en la semana que terminó prácticamente ni discutieron con los miles de manifestantes que en el microcentro porteño cuestionaron de palabra y de hecho los saqueos bancarios. Claro que es más fácil controlar y decidir respecto de algunas cuadras de manifestantes en pleno día y con las cámaras de televisión allí, que controlar y decidir respecto de lo que sucede con decenas de miles de hinchas en por lo menos cuatro estadios y sus alrededores, antes, durante y después de los partidos. Además, a controladores y decididores les sobrevuela seguramente la imagen del ex jefe de la Federal, Rubén Santos, preso, y al ex ministro Mestre y el ex secretario Mathov con posibilidades de acompañarlo.
En Avellaneda, por lo menos, el drama fue antes de empezar el partido. Un muerto, un herido con secuelas irreversibles de parálisis, heridos, contusos, hasta la hora en que Independiente festejaba un 2-1 que sólo servirá para las estadísticas. Bombas de estruendo, ataúdes simbólicos -como si no alcanzara con el velatorio de verdad–, banderas de dimensiones inconmensurables, agresiones varias, antes de que la parodia de partido se hiciera realidad. Pero aun en un clima de mierda, no importa que “el modelo” siga siendo el mismo –así en el fútbol como en la vida–, el espectáculo debe comenzar y el telón del primer acto debe levantarse.
Dientes histriónicamente apretados, botines y brazos peligrosamente dispuestos a la agresión, exageraciones y ampulosidades de todo repertorio, reemplazaron la honesta ilusión del juego. De los dos lados.
Independiente llegó al descanso con un inmerecido 1-0. Con Chatruc y Milito en el segundo tiempo, Racing fue notoriamente más, pero el clima seguía siendo de mierda, ahora dentro de la cancha y entre los jugadores.
Ya por estas horas, seguramente los plañideros sacerdotes del gatopardismo estarán pergeñando desde los despachos del poder frases supuestamente convincentes, que ya no convencen más. Y dirán vacuidades tales como “el fútbol no soporta más muertes”, “hay que parar la violencia en el fútbol”, “el operativo de prevención fue perfecto, pero...”, como si la pelota tuviera la culpa. De la muerte antes del partido, de cómo se jugó durante el partido y de las imbecilidades de circunstancia que se dijeron después del partido.

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