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Lunes, 14 de julio de 2003

FúTBOL › OPINION

Seguirá siendo una fiesta

Por juan jose panno

Debe cundir el pánico? ¿Debe pensarse que el nuevo éxodo afectará mortalmente al próximo campeonato local? ¿Debe creerse que, porque ahora se van algunos cracks, ya todo está perdido? ¿O, por el contrario, debe pensarse que no tiene sentido lamentar nada porque hay recambio suficiente? La respuesta, como suele ocurrir en estos casos, seguramente está en el medio; ni tanto ni tan poquito.
Se van Campagnuolo, Ibarra, Gabriel Milito –y casi seguramente también su hermano–, Bastía, los dos Delgado, Silvera, Figueroa y D’Alessandro, entre otros. Sus respectivos equipos los van a extrañar, pero queda el consuelo del recambio, porque una vez más se puede apelar a la reserva ecológica para que el ambiente del fútbol no se vea afectado.
En los primeros lugares de la lista de espera están Jerez, Cángele, Caneo, Luna, Ludueña; y más atrás los pibitos del Sub-17 Biglia, Rodas, Peirone y Colzera. El problema es que los que se van son cada vez más jóvenes y en consecuencia los que los tienen que reemplazar también; así que ninguno de ellos alcanza el punto justo de maduración.
D’Alessandro, por ejemplo, que ni siquiera era titular en el Mundial Sub-20 del 2001, tuvo una aparición fulgurante en ese campeonato y a partir de ahí evolucionó de un modo vertiginoso en River para pasar de titular a jugador importante; de jugador importante a imprescindible para ganar un título; de imprescindible para ganar un título a vital para que su venta equilibre las cuentas del club.
Ludueña no tiene tiempo para ir alternando e incorporarse de a poco al plantel, como sería más lógico que ocurriera. Y si las cosas le salen más o menos bien, a mediados del año que viene se estará hablando de su posible transferencia a una institución extranjera. El peligro es que a Ludueña lo apuren tanto y terminen empujándolo hacia el abismo. Con el dólar 1 a 1 y mucho más ahora que la relación con el peso es de casi 3 a 1, los clubes nacionales seguirán apostando a la venta de los pibes que vayan surgiendo. Las clásicas discusiones de café acerca del fútbol de antes o el de ahora (que ya se daba en el ‘40 con relación a los hermanos Brown) hace tiempo que incorporaron este nuevo elemento: los jugadores de antes no cambiaban así nomás y estaban años en Primera antes de irse; los de ahora se van a la primera de cambio. El fútbol, antes y ahora, pese a todo, sigue siendo una fiesta. Los números lo avalan: en el Clausura de este año se vendieron más entradas que en los cinco años precedentes y se batió el record de venta de plateas en torneos cortos.

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