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Domingo, 5 de septiembre de 2004

Somos como somos

La experiencia argentina y otros ensayos
José Luis Romero

Compilado por Luis Alberto Romero
Estudio preliminar de Carlos Altamirano
Buenos Aires: Taurus, 2004, 532 páginas.

 Por Sergio Di Nucci

En los últimos meses del siglo XX, en los primeros del XXI, las clases medias argentinas se encontraron con la súbita novedad de que su país era un desastre y no podía estar peor. La multiplicación de los problemas en proporción geométrica y el desconcierto violento fueron resueltos con el desconcierto infantil: culpar a tal político de haberse robado todo, o culpar al propio sistema. Hubo incluso profesores que desde la televisión la emprendieron contra la tecnología –aparentemente, uno de nuestros verdaderos males–. Como pocas veces en la historia nacional, de un breve tiempo a esta parte los argentinos se miran a sí mismos con un frenesí creciente: ya sea a través de libros históricos y geográficos (los del casco histórico porteño son devorados por los turistas), o renovando el perenne entusiasmo por el tango, la milonga, el fútbol (los diarios, como en el Proceso, colman sus tapas con triunfos deportivos), los desfiles militares o las pymes. Entretanto, las fechas patrias son exaltadas por la radio y la televisión (y existe además un programa televisivo llamado, categóricamente, Argentinos: somos como somos).
El nuevo volumen de la colección dirigida por Gregorio Weinberg para la editorial Taurus acompaña de un modo inevitable el ánimo actual de un país que continúa más o menos complacido en su excepcionalismo. Después de todo, el propio autor compilado en el volumen, el historiador José Luis Romero, ha dicho: “Me inclino a creer que sólo un medievalista puede entender la historia argentina”. En su medio millar de páginas, La experiencia argentina y otros ensayos reúne 71 textos de Romero precedidos por un estudio de Carlos Altamirano y un prólogo del compilador, el hijo de Romero, Luis Alberto (o Romerito, como tiernamente lo llamaban los colegas del padre difunto). Los textos seleccionados analizan temas y problemas de la sociedad, la cultura y las ideas argentinas desde la colonia hasta el siglo pasado, así como las personalidades influyentes, las universidades y los acontecimientos políticos anteriores a la década de 1980. Reconocidos historiadores celebraron en Romero su confianza en la comprensión de la historia argentina, una comprensión que al incluir a ésta en una totalidad mayor, hizo cobrar a una y otra un sentido todavía más singular. Concuerdan en que a Romero jamás se lo pudo acusar de egoísmo, ni siquiera de uno vigoroso y exigente: las necesidades y los gustos de Romero nunca fueron la medida de sus ideas, ni de sus determinaciones.
Honesto y prudente, democrático en el estilo, nunca panfletario ni irónico, no era de él la impertinencia de burlarse de todas las creencias de la humanidad, ni siquiera de los intelectuales, las universidades o los diarios, que, después de todo, entonces como ahora, siempre lo celebraron. Afiliado socialista, decano desde 1962 hasta 1966 de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, luego cada vez más alejado de Argentina, Romero juzgaba con serena satisfacción sus propios aportes a la historiografía nacional. En el estudio preliminar se insiste sobre su voluntad civil, su capacidad de encontrar siempre un punto intermedio entre posiciones cerriles y su irreducible confianza en las potencialidades, teóricas y sociales, de la universidad pública. A contramano de nuestra época y acaso aun de la suya, los ensayos de Romero celebran a Sarmiento, a Groussac y a Victoria Ocampo, rinden ardiente tributo al dominicano Pedro Henríquez Ureña y jamás cedieron a las influencias, hoy cada vez más omnipresentes, del primero y segundo peronismo. Luis Alberto Romero señala en el prólogo tres tesis recurrentes en la obra historiográfica de su padre. “La de la vigencia de dos tradiciones ideológicas argentinas, una señorial y autoritaria y otra burguesa y liberal, nacidas ambas de España (...) La de la oposición entre ciudad campo (...) [y] la del cambio sustancial que, en todos los órdenes, provocó en las últimas décadas del siglo pasado [el XIX] la inmigración masiva, punto de partida de una sociedad aluvial que alcanzó su estabilización hacia 1930.” Y justamente en esa sociedad aluvial solía Romero encontrar los orígenes del excepcionalismo argentino.

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