Domingo, 7 de enero de 2007 | Hoy
PRECURSORES
La reedición de Viaje maravilloso del señor Nic-Nac al planeta Marte (en la colección Los Raros de la Biblioteca Nacional), marca un retorno a los orígenes de la ciencia ficción argentina, mucho más abundante de lo que se suele creer.
Por Juan Pablo Bertazza
En los últimos años, los críticos especializados se han puesto de acuerdo en retroceder varios años el surgimiento de la ciencia ficción en nuestro país, a tal punto que llegaron a la conclusión de que —ya durante el siglo XIX— había más de cincuenta autores argentinos que podrían inscribirse en el género. No es un detalle menor que la mayoría de estas producciones fueran textos publicados en revistas, como fue el caso de la novela que nos ocupa: Viaje maravilloso del señor Nic-Nac al planeta Marte de Eduardo Ladislao Holmberg y también de los textos añadidos en el apéndice, entre los que se destaca “Pero si están ahí” (1913), en el cual una comunidad científica barajaba hipótesis sobre una monstruosidad generadora de un adelantamiento en la cara, las extremidades y la columna vertebral.
Además de ser, probablemente, el libro con mayor valor literario de la colección Los raros, la reedición de este Viaje maravilloso... significa un pedido de canonizar, por lo menos, su carácter precursor en un camino por el cual transitarían, con sus propias marcas, escritores como Macedonio Fernández, Leopoldo Lugones o incluso Julio Cortázar. Es que esta novela —que se publicó en forma de folletín en el diario El Nacional entre noviembre de 1875 y febrero de 1876—, fue bastante elogiada por la crítica. Lo raro (si cabe la palabra en este contexto), es que Holmberg no sea tan conocido como el gran pionero de la novela argentina de ciencia ficción. De hecho, puede considerarse con toda justicia a Viaje maravilloso del señor Nic-Nac al planeta Marte como la primera novela argentina de ciencia ficción. Holmberg —además de haber sido director del Jardín Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires y el primer docente argentino de Historia Natural— perteneció cronológicamente a la generación del ‘80, de la cual se distanció por trabajar en las antípodas del realismo, sobre todo a partir de su lectura de E.T.A. Hoffman.
En Viaje maravilloso..., luego de citarse con un espiritista alemán, un terrestre decide alejarse de todo aquello que debilita su espíritu. Nic-Nac lo logra haciendo una vida de faquir y poniéndose a prueba con lecturas como la que describe la comilona de las Bodas de Camacho en El Quijote. Pero lograr volverse sólo espíritu significa, en este caso, arribar a una ciudad del planeta Marte dividida entre los habitantes de Theopolis (Ciudad de Dios), “taciturnos, moderados, pálidos y mudos”, y los que viven en Sophopolis (Ciudad de la Sabiduría), “comunicativos, de cutis rosado y rostros llenos de vida”. La ciudad tiene mucho que ver con Buenos Aires, lo cual ubica a esta novela en un tipo de ciencia ficción que pretende construir analogías con el presente. Así, hay un claro predominio del estilo irónico (cuando imagina a una venusina el protagonista supone, por ejemplo, que “tendrá cabeza, brazos, piernas, cuerpo y algo de lo que carece la Academia Española”) y de tomas de posición con respecto a temas candentes del momento, como la libertad de prensa y la valoración de Juan Manuel de Rosas. Si bien puede pensarse que este libro, más que de ciencia ficción, habla de una búsqueda esotérica ya que el objetivo último de los protagonistas es unirse en una sola luz espiritual, hay que tener en cuenta que una sustancia de tan poco rigor científico como el éter fue suprimida recién a partir de los trabajos de Albert Einstein. En todo caso, hay en la novela una búsqueda constante a caballo entre la apología científica y la expresión de tipo espiritual, lo cual le pudo haber servido a Holmberg para justificar la convivencia entre sus actividades científicas y literarias. Tareas que, por cierto, desarrolló con pareja calidad.
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