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Domingo, 6 de octubre de 2002

RESEÑAS

Aquí yace el frívolo

PANADERIA Y CONFITERIA
“LA MODERNA”
Sergio De Loof
Colección Hombres Inquietos
Buenos Aires, 2002
110 págs.

Por Gabriela Bejerman

¿Memorias? ¿Manifiesto? ¿Literatura? Panadería y confitería “La Moderna”, el primer libro de Sergio De Loof, lleva a un block de páginas su vida y su obra. Si es verdad que “la vida de los artistas es maravillosa”, el modisto oriundo de Lanús parece decidido a contagiar un poco de su trash-glamour argentino en un formato creado a su medida. La acumulación de sustantivos, las mayúsculas, el subrayado, las comillas e itálicas se convierten en los recursos literarios de un esteta del suburbio y prevalecen en este libro lleno de oralidad nocturna, telefónica, confesional.
Quizá deba leerse el libro más allá de los géneros, que atraviesa descaradamente: listas, poemas, árbol genealógico, proyectos pasados y futuros, nombres propios, fragmentos de conversaciones, de reuniones. En esta clasificada miscelánea, las mayúsculas realzan, dan a lo plebeyo un significado de sangre azul. Pero el humor curva la grandeza, conviven sin solución de continuidad lo alto y lo bajo. El anhelo de lo sublime es un deseo firme, continuo, y a la vez atravesado por otros tonos: el sarcasmo, el rumor, el chiste.
Para contar la noche porteña desde los noventa, para testimoniar esa circundante modernidad, lo que más importa es la mirada propia que selecciona y jerarquiza: con retazos, el libro cose vestidos como capítulos. La experiencia, el gusto y el capricho de un ego exaltado construyen esas enumeraciones, estableciendo un adentro y un afuera.
Mientras proyecta su propio mapa del mundo artístico-fashion, el autor se las arregla para pertenecer él mismo a la elite y al suburbio a la vez. Si recorre Recoleta y de noche vuelve a Lanús, no hay intenciones de ocultar tramos. Esa alternancia lo constituye, y en su libro se da la exhibición estética de lo público y lo privado. En un único nivel, el de “la vida de artista”, incluye tanto su lista de supermercado (paleta, antigrasa, fósforos) como los proyectos que le gustaría algún día concretar (cartel en Ruta 2 que diga “Buen viaje les desea Sergio De Loof”, obra de títeres con títeres de famosos, el altar a la belleza), pasando por su currículum completo (monaguillo, lavacopas, vendedor de enciclopedias casa por casa).
Si una idea subyace en Panadería y confitería “La Moderna” es la del artista como un genio cotidiano, alguien para quien no existe diferencia entre lo alto y lo bajo porque vive poniendo en cada acto el énfasis de una obra.
“Aquí yace el frívolo”, reza el epitafio que pensó para su propio funeral. Decir la propia frivolidad es romper la lógica de quien puede estar afuera de ella y señalar, acusando. ¿Testamento? Quizá imaginar la muerte también haya sido uno de los motivos de la escritura de este conjunto de memorias. Aprovechar que se está vivo para mostrarse y recordar. Vivir diciendo para escuchar lo que adentro habla. Si la literatura crea una arquitectura cerrada, independiente del autor, aquí es el acto de escribir lo que construye al personaje real, lo vuelve materia artística y convierte su vida en una obra en curso.

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