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Domingo, 2 de noviembre de 2008

El alemán como lengua judía

Filólogo y ensayista riguroso, Jean Bollack dedicó más de veinte años a estudiar la obra de Paul Celan. Pero para entender el lenguaje de una poesía en combate con la lengua poética, también supo avanzar sobre aspectos biográficos fundamentales, como la relación del autor con Ingeborg Bachmann y Martin Heidegger. El resultado es Poesía contra poesía, una obra imprescindible para volver a Celan.

 Por Guillermo Saccomanno


Poesía contra poesía,
Celan y la literatura

Jean Bollack

Trotta
574 páginas

Sin ser alemán, Paul Antschel compuso toda su obra poética en alemán. Si su escritura, publicada bajo el nombre de Paul Celan, presenta dificultades en su lengua original, no menos compleja resulta en las numerosas traducciones que empezaron a proliferar en los últimos años. Vamos por partes. El caso Kafka, una práctica de “pequeña” literatura, la checa, dentro de una lengua hegemónica, es su gran antecedente inevitable. Celan había nacido en una familia judía en 1920 en Czernowicz, por entonces Bulgaria. Sus padres fueron víctimas del nazismo. En un campo de concentración, la madre es asesinada de un tiro y el padre muere de tifus en una barraca. Celan pudo escapar del exterminio. Pero la culpa del sobreviviente no lo abandonaría jamás. Acosado por esta historia, si bien escribió toda su poesía en alemán, este gesto, la apropiación (más que la adopción) de la lengua enemiga (que desde un primer figurativismo avanzaría impiadosamente hacia la abstracción) es no sólo su constante ideológica sino también política. Celan busca dialogar con el pasado cultural del alemán, pero también enciende una discusión que, en tiempos de “globalización” (eufemismo glamoroso del imperialismo), adquiere vigencia extrema para los intelectuales de los países colonizados. La relación entre el cuerpo, la lengua y la historia conformando la identidad. Una problemática, ni más ni menos, que incluye y sobrepasa la situación del paper de estudios culturales. La experiencia poética de Celan es una reflexión que, valiéndose de las escrituras de Hölderlin y Rilke, subleva la poesía contra la poesía misma. Esta es la hipótesis que orienta el totalizador ensayo de Jean Bollack Poesía contra poesía subtitulado Celan y la literatura, un tratado imprescindible para quienes quieran acercarse a una poesía tan lastimante como sin retorno. Bollack (Estrasburgo, 1923) se formó en la Universidad de Basilea en la tradición filológica alemana. Riguroso, desde una exigencia de pensamiento y estética, Bollack le dedicó veinte años al estudio de la obra de Celan. En su ensayo salta a la vista que la filología representa un arte de lectura para enfocar textos fragmentarios o cifrados. Para Bollack erudición y filosofía se ensamblan en algo en superficie tan sencillo como aprender a leer. Es que leer es el método ideal para traducir, lo que habilita a Bollack para polemizar también con las traducciones que de Celan se hicieron en nuestro idioma. A diferencia de una crítica encapsulada únicamente en la problemática específica del lenguaje, Bollack no vacila en recurrir, cuando lo cree necesario, a lo biográfico y lo anecdótico persiguiendo una contextualización que inaugura perspectivas de una poética quizás no tan oscura como nerviosa o, si se lo prefiere, en ocasiones ensombrecida y astillada por la tragedia colectiva y personal, constituyente esencial y legítimo de un pathos. Ya en la introducción, Bollack propone una interpretación lúcida de Fuga de muerte, el célebre poema sobre Auschwitz, con sus ecos de Rimbaud y Trackl. “Lo que Celan combate está en la lengua, lengua contra lengua; el combate se desarrolla ahí, en ese terreno. La autonomía de la lengua idiomática en el seno de la lengua alemana perpetúa la lucha contra una lengua asesina; y no se trata de un simple conflicto”. No es contra Goethe que escribe Celan sino contra su manipulación germanófila nacionalsocialista. Es un asunto del lenguaje, de guerra entre lenguas. La lengua, pero no sólo la lengua, como parte del cuerpo, parte de la historia, juega y es jugada, muerde y se remuerde, con una libertad que puede deparar goce justiciero pero también búsqueda ciega de un sentido en el caos. La poesía consiste en ese afán obsesivo de encontrarle una razón a lo incierto. Pero en esta operación sólo cabe ir, dialécticamente, contra la razón. Celan, un apasionado por la psiquiatría, pero con serias reservas hacia el psicoanálisis, pensaba que Freud no alcanzaba para explicar una estructura psíquica y posibilitar un análisis literario de los procedimientos creadores. “La oscuridad es doble”, anota Bollack. “Se trata del principio de la obscuritas clásica, reforzada por la embriaguez saturnina.” No obstante, cuando fue traducido al inglés por el poeta Michael Hamburguer (traductor de Benn y de Sebald entre otros), Celan le aclaró que sus poemas no eran herméticos. Temía, sin duda, que se le adjudicara la sombra de alguna ciencia oculta que nublara el entendimiento de su poesía. Bollack no podía saltear en su ensayo el gran amor de Celan. Ineludible, se le impone un capítulo centrado en Ingeborg Bachmann. La joven poeta alemana, nacida en Klagenfurt, Corintia, en 1926, cargaría siempre el trauma de una aterradora visión de infancia: el desfile aplastante de la soldadesca nazi por las calles de su ciudad. Estudiante de filosofía y psicología, estudiosa de Heidegger (su tesis de graduación sería sobre el autor de Ser y tiempo) y Wittgenstein (cuya teoría del lenguaje habría de marcar su poesía), Bachmann, además de una intensa, fue una poeta precoz con El tiempo postergado en 1953. Su generación, la llamada del ’47, que contaba entre sus filas a Günther Grass y Arno Schmidt, surgía respondiendo el desafío del presumido Adorno: ¿era posible escribir después de Auschwitz? En efecto, lo era, lo fue. Y seguirá siéndolo. Acá cerca, la ESMA, en vez de paralizar nuestras escrituras, pareciera haberlas disparado. El flechazo entre Celan y Bachmann fue fulminante. El deseo sexual (y no sólo) habría de sellarlos. Se ha dicho que todos los poemas que Celan escribió durante su estadía en Viena le fueron dedicados a Bachmann. En la opinión de Bollack, “era una relación de amor intensa, pero muy particular, que se confunde con una profunda colaboración o, más bien, con una cohabitación poética: una mutua penetración de lenguajes”. Pero para Celan la relación disponía, subterránea, la conciencia de ser un judío enamorado de una alemana en Alemania. Y advierte que el deseo y el repudio, el amor y el odio pueden coexistir. En Contraluz Celan escribe: “Tú debes decir al ojo de la extranjera: sé el agua/ Tú debes buscar en el ojo de la extranjera a las que sabes en el agua. / Tú debes llamarlas, que salgan del agua: ¡Ruth! ¡Noemí! ¡Miriam!/ Tú debes adornarlas cuando yaces con la extranjera. (...) Tú debes decir a la extranjera: ¡Mira, yo dormí con ellas!”. En 1955 Celan dedica los poemas de De umbral en umbral a Giséle, su esposa legal. La dedicatoria es una negación implícita: “No es para Ingeborg”. Sin embargo, entre idas y vueltas, tormentosa, la relación entre el poeta judío y la poeta alemana duró diez años. Celan habría de suicidarse en 1970 en París tirándose al Sena. Tres años más tarde, en 1973, Bachmann moría borracha en un cuarto de hotel en Roma, la habitación incendiada. Un cigarrillo mal apagado, se dijo. No menos crucial sería la relación de Celan con Heidegger, el filósofo afiliado al nazismo. Celan visitó a Heidegger en su residencia en la Selva Negra. En el libro de visitas de “la casa del ser” escribió un poema breve en el que se pregunta sobre sus páginas: “¿qué nombres acogió antes que el mío?”, pregunta. Es decir, distingue su escrito de los demás huéspedes, junto a quienes, en otro lugar, no habría aceptado dejar su firma. Pero en la casa de Heidegger su presencia cobra trascendencia: delimita un horizonte intelectual y político. Señala Bollack: “El libro de visitas no será pues el simple objeto en el que los visitantes escriben su nombre. Se habrá transformado en virtud de la línea que ha trazado el poeta. El tiene el poder de transformarlo, tal cual es, a pesar de todo lo que contiene ‘ese libro’: precisamente el que ha de abrirse a su propio pasado integrado y a un porvenir de libertad que se fundará sobre esta memoria. ¿Qué hace el poeta desde siempre sino reconvertir el alemán judaizándolo?”

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