libros

Domingo, 7 de febrero de 2010

De regreso, Auster

Tocado aún por la gracia, prolífico y mimado, Paul Auster parece ponerse a prueba frente a sus lectores con cada nueva entrega novelística. Invisible viene a cerrar el ciclo de una serie de libros francamente menores, y se constituye en una auténtica clase sobre cómo hacer una novela.

 Por Gabriel Lerman

Invisible

Paul Auster

Anagrama

282 páginas

La contratapa de Invisible, flamante novela de Paul Auster, asegura con fuegos de artificios que es la mejor novela del ya prolífico autor norteamericano. Sus opus, casi a tiro de uno por año, vienen inundando anaqueles y mesas de novedades acaso como su coterráneo Woody Allen con sus películas “anuario”. La recomendación editorial confunde, porque repite un recurso de los últimos tiempos que nunca termina de dejar claro si es provisto por críticos recientes o amnésicos de Auster. De hecho, la novela anterior, Un hombre en la oscuridad, era francamente decepcionante aunque se dijera lo contrario. Gustos son gustos, y lo cierto es que los lectores (las ventas) nunca lo abandonaron, y su fama fue ampliándose a niveles extraordinarios. Por ejemplo, en 2006 recibió en el ámbito español el premio Príncipe de Asturias a las Letras, superando a Philip Roth y Amos Oz. Y el 28 de diciembre pasado mereció el premio local Leteo, de la ciudad de León.

Ahora bien, es difícil igualar obras como La invención de la soledad, Leviatán, La trilogía de Nueva York, El país de las últimas cosas, La música del azar, productos de la primera época, claro, que bastarían para recortar una obra potente y singular, digna de un gran autor. Sería ocioso, incluso, caerle con el argumento de los períodos artísticos de un autor y hacer la exégesis cuando el hombre está vivo, no para de escribir, y le va de puta madre. El tiempo pondrá las cosas en su lugar.

Sin embargo, hay que decir que Invisible, la nueva, no está nada mal. Por el contrario, recupera un nivel alto y fuerte del Auster que nunca quisimos que se desvaneciera, y cumple con creces –imposible decir que es la mejor– la recomendación. Tras varios libros que languidecían incluso en la propia duda o vacilación encubierta en una gran experiencia y técnica narrativa, esta novela recupera el centro del ring, dispone a sus anchas del mundo Auster, se despliega como un laberinto que ofrece reveses y contracaras que le son características, con un poder de síntesis contundente. En esto quizás Auster toca el punto más alto: en la explicitación de un mecanismo novelesco aceitado por todas partes, concatenado, tejido hasta el detalle y a la vez hondo, subterráneo. Será cierto despabile atmosférico que trajo Obama, lo cierto es que Auster, incluso allá en las referencias políticas y culturales del presente y de los sesenta y setenta, se permite un juego progresista, de apertura disidente en la mejor tradición liberal, que había perdido o tenía amordazada.

Adam Walker conoce en 1967 a Rudolf Born, profesor francés, siendo estudiante de la Universidad de Columbia, y lo primero que llama su atención es su nombre, ya que le recuerda a Bertrand de Born, el poeta que en uno de los cantos de Dante lleva su propia cabeza en la mano. Rudolf Born está con su novia, Margot. Lo que para Adam empieza como un ofrecimiento del francés de dirigir una revista literaria que éste financiará, de a poco muda en escarceo erótico con Margot, y luego en desarreglo total. Adam es joven, talentoso, pero tímido y autocontrolado. Ama profundamente a su hermana Gwine, y a la vez duda de sus sueños y su vocación literaria.

Narrada en cuatro partes a partir de por lo menos tres narradores, Auster lleva a un primer plano aumentado, pone sobre la mesa, su receta. Podría decirse que esta novela es una clase de novela, una lección completa de composición y armado ficcional, dado que un narrador/autor se ocupa de presentar las partes y jugar a una supuesta relación con los personajes, donde muestra, tutorial narrativo mediante, cómo se corta y cómo se pega. Y lo que no puede saber por sí mismo lo sabrá por escritos de los personajes.

Con una primera parte que se cierra sobre sí misma de forma implacable, con un ritmo envolvente y sin desmayos, el resto de la novela puede verse también como aquellas canciones que hablan de sí mismas, que cantan que son canciones que están cantándose. Es decir, a un inicio de pacto ficcional puro y duro, le siguen entradas y salidas donde se completa o agrega información, donde se nos cuenta “y entonces qué pasó”.

Hasta acá Invisible. Las novedades dicen que el mismo día en que recibía el premio Leteo, Paul Auster anunció su nueva novela ya terminada, que se titula Sunset Park y que se publicará en EE.UU. en noviembre. Lo que uno se pregunta, a esta altura, es –teniendo en cuenta que es un escritor maduro pero joven, y la dicha y el talento aún lo acompañan– si no ha llegado la hora de romper el molde. O de rajarlo un poquito..

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