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Domingo, 24 de noviembre de 2002

RESEñAS

El ensayo como turismo

Situaciones postales
Tomás Abraham

Anagrama
Barcelona, 2002
240 págs.

por Silvia Fehrmann
Tomás Abraham tiene una pluma prolífica, si cabe el anacronismo tecnológico. En 2002 lleva publicadas unas 700 páginas que hacen honor a su oficio de opinólogo ilustrado, ampliación del campo laboral del filósofo. Su primer texto de este año, Pensamiento rápido, pasó revista al fútbol, la televisión y el futuro de la Argentina, entre un sinnúmero de otros temas. Su última publicación, Situaciones postales, fue finalista en el XXX Premio Anagrama, lo que habrá de extender el radio de acción de Abraham al mercado hispanoparlante.
La constelación de personajes con la que conquistó el favor de los jurados (quienes distinguieron con el primer premio a Bienestar insuficiente, democracia incompleta de Vicenç Navarro) es ciertamente apasionante: Vladimir Nabokov, Edmund Wilson, Hannah Arendt y Mary McCarthy. El azar más antojadizo hizo que Abraham reparara en una frondosa correspondencia entre el autor de Lolita y el crítico literario estadounidense de quien la escritora Mary McCarthy fue ocasional esposa. Ése es el tópico de la primera parte de su díptico ensayístico; la segunda sección, “Conversando con mis tías”, traza semblanzas de Hannah Arendt y Mary McCarthy, (las “tías” de Abraham), cuya intensa amistad trascendió gracias a la publicación de su epistolario hace ya más de un lustro.
Desde Derrida hasta Sloterdijk, los envíos postales y las políticas de la amistad han sido en los últimos años temas privilegiados de la filosofía. Sin embargo, el lector de Situaciones postales no debe temer ninguna indagación en esas profundidades. Lo que le interesa a Abraham es el hecho de que “las situaciones postales (...) combinan vida y obra, una dupla que la palabra experiencia ayuda a mezclar”. El recorrido por “vida y obra” se sustenta probablemente en una hipótesis que Abraham no llega a formular, pero que subyace en sus páginas: la experiencia es tan difícil de aprehender que a lo sumo pueden parafrasearse fuentes secundarias a modo de glosa o transcribirse párrafos enteros de la obra o de la correspondencia. En ese sentido, la labor ensayística de Abraham se inserta en una tradición de la cultura argentina, la de la traducción, que en su particular versión se transforma en apropiación (a modo de digest, podría decirse) de bibliografía editada en inglés, francés o italiano. “¿Es el ensayista un especimen parasitario?”, se interroga Abraham. Y así, cualquier detalle da pie para iniciar itinerarios tan alucinados como voraces por temáticas tan variadas como la filosofía de la historia, la teoría literaria, los límites entre verdad y ficción, los hábitos amatorios de sus personajes.
Ese breviario o digesto epistolar-bibliográfico se basa en un aditamento clave: una profusión de grandes estrellas de todos los campos del saber. A modo de ejemplo: en dos páginas, el ensayo pasa del novelista Nabokov al epistemólogo Popper, al financista George Soros, al hermenéutico Gadamer. A este recurso retórico, los sajones lo denominan namedropping; son esos nombres lanzados con ansias de abarcarlo todo los que sostienen las digresiones que articulan el ensayo de Abraham.
Entre otros aciertos, cabe señalar que Abraham también crea una variante propia del género ensayístico. Así como hay novelas de aeropuerto, condimentadas con sexo y suspenso para leer aun con jet-lag, Situaciones postales se presta para leer en el avión o en el tren: su estructura digresiva permite sortear cualquier interrupción. Es que en últimainstancia, Abraham concibe al ensayista como un guía de turismo que puede exhibir su “ignorancia e incompetencia” mientras señala con el dedo los hitos del paisaje intelectual que sus seguidores reconocen sin conocer.
El autor ahonda en la tesis de que hay “escritores con una concepción del mundo que no es sólo un esquema del mundo, sino una actitud que se ve más en los gestos que en las ideas que expresa. La concepción del mundo así montada se manifiesta en la relación con los lectores, con el acto de escribir, y con la vida en general”. Lejos está Abraham de pretender pontificar sobre la vida recta o bella, y también de ayudar a comprender complejidades. Lo suyo es el ensayo peripatético: “Distintas aproximaciones de esta inmensa cebolla que se llama realidad, para la que no hay modo correcto de pelarla”.

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