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Domingo, 13 de mayo de 2012

Las últimas reservas

A lo largo de una serie de novelas, Louise Erdrich fue dando forma a un universo cultural complejo, en la confluencia de una vertiente cristiana y otra chippewa, a cuya comunidad pertenece en el territorio de Dakota del Norte, en los Estados Unidos. Armada como un conjunto de relatos que fue dando a conocer en diversas revistas literarias, Plaga de palomas cruza a lo largo de un siglo la vida de los descendientes de los indígenas con las de sus verdugos.

 Por Luciana De Mello

Primera escena: En la granja de los Lochren, un bebé llora dentro de su cuna mientras el asesino de su familia busca un martillo para arreglar el arma que se le ha trabado. En lugar del martillo el hombre encuentra un gramófono, lo pone a andar y una música celestial hace que el asesino se detenga y se siente en el sillón de la sala a escuchar ese solo de violín. Cada vez que la música termina, el hombre se levanta y vuelve a girar la manivela. Repite esta operación tres veces, mientras el bebé se queda dormido y el olor a sangre fresca inunda la habitación.

Así comienza Plaga de palomas, con la masacre de una familia en el año 1911 a las afueras de Pluto, ese territorio ficcional donde suceden todas las novelas de Louise Erdrich y que linda con la reserva de la tribu de los chippewas en Dakota del Norte. Dentro de esos límites, donde lo indígena se mezcla con la cultura blanca haciendo que los descendientes de los primeros pobladores convivan con los herederos de quienes les han usurpado sus tierras, es que se erige lo siniestro como marca y legado común entre los habitantes del pueblo. Erdrich –que se crió en las proximidades de la reserva y cuyo abuelo fue un ex dirigente de la tribu chippewa– fundó su territorio narrativo sobre el antecedente de un silencio que irá filtrándose en las pasiones, amores y contiendas de los habitantes de Pluto, generación tras generación. Así es como al igual que en la Yoknapatawpha de El sonido y la furia, la narración del silencio estará tejida desde varias perspectivas diferentes, generando un relato colectivo y polifónico donde la revelación del secreto no estará en función de ponerle fin a una trama, sino que será sólo una manera de ir arrojando luz sobre las historias que lo cruzan.

“La historia que Mooshum nos había contado tuvo sus consecuencias: la primera fue que ya no volví a mirar a la gente de la misma manera nunca más. Empecé a obsesionarme con el linaje. Cuando alcancé las últimas páginas de mi pequeño diario de piel de leopardo (cuya llave se había vuelto inservible desde que mi hermano había roto la cerradura), escribí cuanto podía recordar de la historia de Mooshum y, a continuación, el nombre de los parientes de todas las personas que conocía: padres, abuelos y antepasados.” Evelina, la primera narradora de esta historia, es al comienzo una niña de once años que acaba de escuchar a su abuelo Mooshum, borracho, contarle cómo luego del asesinato de la familia Lochren, los hombres blancos de Pluto colgaron a cuatro jóvenes por el solo hecho de ser chippewas, señalándolos injustamente como autores de la masacre cuando no habían hecho más que rescatar de la granja al bebé que lloraba desesperado luego de varios días de estar rodeado por los cadáveres de su familia. Entre los jóvenes chippewas se encontraba el propio Mooshum, a quien le cortaron la soga antes de que terminara ahogado por el beneficio de estar vinculado con una mujer mestiza, pariente de uno de los linchadores.

Plaga de palomas. Louise Erdrich Siruela 381 páginas

El árbol genealógico de Pluto se irá contando junto a los acontecimientos del pueblo a través del tiempo, en relatos que avanzan y retroceden en un período que abarca casi un siglo de historia. Desde su fundación hasta los días actuales en los que el pueblo está ya casi a punto de de-saparecer, los descendientes de las víctimas se unen en matrimonio a los apellidos de sus verdugos, en una escritura que condensa un lenguaje lírico (Erdrich además de ser narradora tiene una prolífica obra poética) que por momentos despliega un carácter austero en descripciones y diálogos tan descarnados como al mismo tiempo teñidos de humor. El relato del encuentro de las diferentes cosmovisiones de ambos pueblos, siempre marcado por la imposición de la cultura cristiana sobre la chippewa, no toma partido ni ejerce juicios de valor sobre los individuos, que no siempre se encuentran tan tranquilamente definidos desde uno u otro lado de esta frontera cultural. Así es como Billy Peace, descendiente de uno de los indígenas linchados, luego de haber participado de un fraudulento episodio de secuestro extorsivo, marcha a la guerra de Corea donde se convierte al evangelismo protestante, para regresar a Pluto y devenir en una especie de pastor despótico que congregará a familias enteras bajo la influencia de su poder de manipulación.

Las historias de Erdrich ocurren siempre en los márgenes entre dos mundos, enmarcados en la lucha de dos civilizaciones, dos lenguajes que a pesar de oponerse no dejan de mezclarse conformando al mismo tiempo una nueva realidad lingüística: “A pesar de manejar la lengua de los ojiwbes (chippewas) yo escribo en inglés, y por eso supongo que funciono como una emisaria de ese entremundo, de ese margen cada vez más común donde las culturas se mezclan y colisionan al mismo tiempo”.

La obra de Louise Erdrich ha generado una vasta producción de obra teórica alrededor de sus textos. Lamentablemente, es poco lo que se ha traducido de su literatura infantil y su poesía (sólo cuatro de sus once novelas se pueden encontrar por Siruela y Tusquets en sus ediciones al español). Plaga de palomas es su obra más ambiciosa, finalista del Premio Pulitzer de Novela 2009, los relatos que la conforman han sido publicados en forma de cuentos en The New Yorker y en The Atlantic Monthly. Muchos de los personajes de las historias de Erdrich saltan de una novela a la otra o nacen en un cuento para luego metamorfosearse en un nuevo relato, dando origen a una bifurcación temática que abarca tanto la problemática religiosa, así como la de género y racial. Motor y ajuste de cuentas, ése será sin duda el lugar del secreto familiar en la literatura, que se levanta para cuestionar los límites de lo que está hecho el material humano, poniendo en evidencia que sólo hace falta un buen secreto hirviendo a presión para que de un momento a otro algún miembro de la familia se suelte, destape la olla, y comience a contar lo que permanecerá siempre vivo por la pulsión de la sangre.

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