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Domingo, 3 de junio de 2012

Una historia violenta

En su último libro, la historiadora Marina Franco se ocupa de revisar la manera en que la violencia de los ’70 en Argentina fue un producto discursivo-ideológico que no se limitó al período de la dictadura inaugurado en 1976.

 Por Fernando Bogado

La violencia y las maneras de articular esa violencia forman parte del centro de cualquier debate o acción política. Difícilmente podamos encontrar un planteo de paz que no sea, en realidad, el encubrimiento de violencias que por lejanas o disimuladas pueden fácilmente pasar al discurso como inexistentes. Michel Foucault, en alguna medida, pensador de las violencias, ya lo dijo muy bien al invertir la famosa frase de alguien preocupado por las mismas cuestiones, Clausewitz: la política es la continuación de la guerra por otros medios. Todas estas “lejanas” formulaciones nos impactan en la cara al abrir las primeras páginas del reciente libro de la historiadora Marina Franco, Un enemigo para la nación: orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976, trabajo en donde se ocupa de revisar la manera en que la tan mentada “violencia” de los setenta fue (y es) un producto discursivo-ideológico que no se limita al funesto período del gobierno militar que empieza en 1976.

La aparición de la figura del “subversivo” durante la última presidencia democrática de Juan Domingo Perón y posterior a la llamada “primavera camporista” de 1972, no es en realidad un dato fáctico, eso es claro: los hechos, además de aparecer en su simplicidad arrasadora, siempre están acompañados de enunciados que los sostienen. Centrándose en el estudio de leyes y decretos emitidos por el último gobierno peronista, documentos internos al partido o de telegramas y cartas enviadas por particulares a las altas sedes del gobierno, Franco revisa cómo ese mismo gobierno democrático aplicó una serie de represiones con el objetivo de tranquilizar, primero, y exterminar, después, al “enemigo interior”, muchas veces caracterizado como un joven de izquierda influido por doctrinas extranjerizantes (marxismo) que desatiende los mandatos del Ser Nacional (con terribles mayúsculas). Tal como varios textos de los últimos tiempos han observado, lo que Perón construyó y defendió desde el exilio –las organizaciones peronistas de izquierda– se convierten en irrelevantes para la reposición del orden democrático: parafraseando a lo declarado por Perón, muerta la causa –los procesos dictatoriales anteriores que proscribían al peronismo–, la consecuencia –esas mismas organizaciones– debe desaparecer por una cuestión de simple lógica.

Un enemigo para la nación: orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976. Marina Franco Fondo de Cultura Económica 352 páginas

La otra “pata” de la investigación es, efectivamente, la revisión de la actuación de los agentes responsables de la aparición de esos discursos acerca de o directamente provocadores de violencia: el papel de la prensa en la emergencia del así llamado caos nacional varía a lo largo del tiempo hasta convertirse en un órgano indispensable para entender el apoyo civil a la llegada de la Junta en 1976. Las mismas presentaciones de esos hechos indican el tono con el que lo sucedido circulaba: una acción guerrillera pasaba a ocupar, en diarios de larga tirada como Clarín o Crónica, parte de las notas policiales antes que de las políticas.

Marina Franco (1972), autora de El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura (2008), realiza en Un enemigo para la nación... un profundo trabajo sobre diversas fuentes para entender la manera en que se produjo una escalada de violencia a lo largo del gobierno democrático previo al último golpe que desembocó en marzo de 1976: si bien desde las primeras páginas la diferencia sustancial entre un tipo de violencia y otro (la Junta Militar, como sabemos, racionalizó hasta el extremo técnicas de represión y extermino aplicadas brutalmente sobre la sociedad civil desde el Estado), entiende que la aparición de estos discursos no se abre en la misma época, sino que tiene un fuerte antecedente en los períodos anteriores, una construcción que afecta a todos los órdenes, desde la manera en que se pensaron los hechos hasta cómo “controlarlos” –debates parlamentarios, acción de la policía, primero, para pasar al reclamo castrense, después, etc.–. Con prosa erudita y partiendo de premisas desafiantes, Franco analiza la violencia de los setenta para no limitarla al gobierno de facto, sino también a las acciones y responsabilidades durante la democracia, recorriendo así lo que a esta altura se ha convertido en centro del debate intelectual y, en sí mismo, en un campo minado: los setenta.

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