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Lunes, 20 de agosto de 2012

> UN INéDITO DE BORGES

Su Edgar Wallace

 Por Jorge Luis Borges

“El inglés conoce la agitación de dos incompatibles pasiones: el extraño apetito de aventuras y el extraño apetito de legalidad. Escribo ‘extraño’, porque para un criollo lo son. Martín Fierro, el santo desertor del ejército, y el aparcero Cruz, el santo desertor de la policía, profesarían un asombro no exento de malas palabras y de sonrisas ante la doctrina británica de que la ley tiene razón, infaliblemente, pero también les petrificaría el pensar que su desmadrada vida de cuchilleros fugitivos era emocionante o deseable. Matar, para el criollo, era “desgraciarse”: nada más opuesto a la idea de El asesinato considerado como una de las bellas artes del mórbidamente virtuoso De Quincey, o de la Teoría del asesinato moderado, del sedentario Chesterton.

Ambas pasiones –la de las aventuras singulares, la de la inmaculada legalidad– hallan satisfacción en la narración policial. Edgar Wallace, tengo entendido, era uno de los más conocidos artífices de ese género literario. No he leído su obra. Lamento esa omisión y tengo el propósito de corregirla, porque no soy de los que misteriosamente desdeñan las tramas misteriosas. Creo, por el contrario, que la organización y la aclaración, siquiera mediocre, de un suculento asesinato o de un doble robo, exigen un trabajo intelectual que es muy superior a la fétida emanación de sonetos sentimentales o de diálogos entre personajes de nombre griego o de poesías en forma de Carlos Marx o de ensayos siniestros sobre el centenario de Goethe o de meritorios estudios sobre el problema de la mujer, Oriente y Occidente, la ética sexual, el alma del tango, y otras inclinaciones de la ignominia.

Espero que nuestra literatura argentina merecerá tener, algún improbable día, su Edgar Wallace.

Este texto está incluido en el volumen 75 de la colección Misterio, que contiene la autobiografía de Edgar Wallace, y luego una encuesta donde diversos escritores argentinos opinan sobre el escritor inglés, uno de los cuales es Borges. El texto nunca había sido rescatado hasta ahora.

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Jorge Luis Borges publicó por primera vez su Historia universal de la infamia en 1935, también en la colección Megáfono. Un dato curioso es que esta edición tuvo una faja que rezaba: “Toda la escoria del mundo”. Años después, Borges recomendaría la publicación de la novela de su padre, El caudillo.
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