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Domingo, 4 de mayo de 2014

EL AMOR ES GRATUITO

Lo que tengo de mis padres, de mi vida en familia, de mi historia hasta antes del secuestro, son las fotos que mi abuela Ana describió una por una para contarme quiénes éramos, qué hacíamos, qué nos gustaba. Son fotocopias, en realidad, que estaban en la valija del departamento en Suecia. Ella me mandaba las fotos originales, pero mis apropiadores nunca me las dieron. Tengo los originales de las cartas de mi abuela Ana, que mi primo rescató en Suecia. ¿Cuál habrá sido el destino de todo aquello que mi abuela me fue enviando con tanta ilusión? ¿Mis apropiadores habrán destruido todo? ¿Lo habrán escondido y todo estará todavía dentro de alguna caja en una habitación oscura de Martínez?

Tengo un grabado que había hecho mi mamá, que eran dos manos, y que es increíblemente parecido a uno que hice yo en Bellas Artes, también de dos manos. Las dos empleamos la misma técnica, y los grabados tienen el mismo tamaño.

Tengo tarjetas de Navidad que ella hizo cuando estuvo presa basándose en los dibujos de una Biblia popular y cuando yo las vi me estremecieron porque en el convento yo había hecho las mismas tarjetas, los mismos dibujos, y las dos teníamos la misma Biblia popular. Las tarjetas tenían la misma textura, habíamos usado el mismo trazo. Las tarjetas mías eran iguales a las que había hecho mi mamá.

Las tarjetas que ella hizo para mi hermano Damián y para mí las dibujó con plasticola de colores y son también increíblemente parecidas a unas tarjetas que yo hice en collage, también con plasticola de colores.

Tengo el vestido que usó mi mamá para su baile de egresada.

Los días pasan, siguen pasando y me pregunto cómo puede ser que no sepa nada sobre ella. Cómo puede ser que aquella madrugada en Lanús en la que la sacaron por la fuerza sea el último registro, la última noticia que tengamos de ella.

Yo, algunas noches, sueño con el río. Son imágenes. A veces, no estoy segura de estar dormida cuando vienen esas imágenes del río.

Lo que tengo también, para siempre, es el amor. La certeza de que yo era amada. Fui amada por mi familia. Aprendí que el amor es gratuito. El amor verdadero no exige nada. Es un aprendizaje hermoso: no tengo que hacer nada para que me quieran. El ser. El ser amado. Mis padres, mi familia, los que me quisieron y me buscaron durante tanto tiempo, los que me ayudaron a encontrarlos, a encontrarme, todos ellos me grabaron a fuego el amor. Tengo las voces que se alzaron y siguen alzándose para que yo sume los fragmentos y las astillas de lo que quedó. Voces incluso que, como la de mi abuela Ana, tuvieron que esperar tantos años para ser escuchadas. Voces que se elevan, que me ayudan a fundar la memoria, a construir mi vida y erigir mi historia.

Testimonio de Jorgelina Molina Plana, En mi nombre. Historias de entidades restituidas.

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