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Domingo, 25 de mayo de 2014

LXIV (del libro Cantos para Elizabeth)

La noche vela en tus ojos
mientras dentro tuyo crujen unos pasos
que tú crees de otros.
Esperas la luz
nombras tu sueño:
revelar el azar de los dados.

Pierdes el tiempo nombrándote
escuchando el eco de tu nombre.
Nadie nombra nada
nadie nombra nadie
pero está el espejo y su hada y tu triste costumbre
de adivinar las respuestas que no tienen preguntas.
Miras a través de una ventana la ciudad ideal,
un cielo, estrellas, constelaciones
y universos extraviados dentro del mundo
imposible de una ciudad irreal.

Descansa de tus naipes, vasos, dados
y voces. Descansa en el día noche
de tu máquina fantástica.
Apaga las cenizas. Cúbrete. Sueña.
Conquista tus fantasmas,
días invisibles
donde tu hora nueva, maravilla maravillada
hiela la hora de una rebelión
de faros y nodrizas.
En los brazos de la muerte,
en las paredes del cuarto
la noche calla sus cuchillos.
Una ausencia invade tu nombre.

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