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Domingo, 30 de octubre de 2016

> ANEXO

HAY TALENTOS NUEVOS

¿Por qué no aparecen nuevos artistas populares convocantes? ¿No hay talentos nuevos? La respuesta con mayúscula es SÍ. Sí, hay talentos nuevos. Muchísimos. Ahora: la palabra convocante invita a la reflexión.

Aquí va una teoría doméstica.

Los artistas populares durante las dictaduras militares en América cumplieron un rol extra musical. Fueron chamanes que en la oscuridad revelaban cuestiones ocultas para una gran mayoría. Así se fue generando una tribu clandestina y silenciosa que comenzó a ser visibilizada hacia fines de los años 70 en todo el continente. La aparición de la Trova Cubana con Pablo Milanés y Silvio Rodríguez a la cabeza. La irrupción de Chico Buarque, Caetano Veloso y Gilberto Gil en Brasil. El canto de Mercedes Sosa y su pléyade de autores. El surgimiento de la nueva máquina de invención argentina con Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta y Charly García. Ellos y muchos más formaban parte de un universo cultural que no apoyaba los asesinatos en masa fuera de la ley y la instalación de las políticas económicas liberales de los EE.UU. en tierra propia. Eran artistas vinculados a las izquierdas internacionales, al cristianismo y al desparpajo. Entre la lucha armada, la vida intelectual y la lisergia se creó una fuerza de resistencia que a su vez generó estéticas sólidas y originales.

Aún hoy esas estéticas, sin quererlo, le dan pelea a las impuestas por un mercado que intenta pasteurizar y aniquilar especificidades y fuerzas salvajes de la naturaleza. La única legible y real revolución fue la tecnológica que aconteció casi en paralelo a la caída de las dictaduras cívico-militares en todo el continente. El vinilo por el CD, el CD por el mp3 entre los 90 y el 2000 y la red internética de allí en adelante. El talento joven está pululando por las redes. Las compañías no tienen tiempo ni audacia para tanta demanda artística. La libertad también se trataba de esto. La red es la libertad. ¡Qué paradoja! Entonces los chamanes artistas trovadores del mundo que nos contaban al oído lo que no se podía decir desaparecen porque hoy todo se puede decir. Pero, repito, dejando en su desaparición tectónica una estela esplendorosa que es un espacio poblado de maravillas estéticas y emocionales que también marcan un camino de nobleza y genio que las nuevas generaciones están casi obligadas a no dejarlas en el olvido si quieren sobrevivir al riesgo automático de su propia desaparición en el océano de la velocidad.

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