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Sábado, 28 de septiembre de 2002

Atmósferas mexicanas

El arquitecto argentino Juan Molina y Vedia viajó a México y descubrió la obra inclasificable de Luis Barragán. Impactado, escribió un libro al que llamó, simbólicamente, “Paraísos”.

Por Matías Gigli

lEn la región de Jalisco, México, se encuentra Guadalajara, el lugar donde Luis Barragán desarrolló su trabajo y su vida. El arquitecto Juan Molina y Vedia descubrió con ojos rioplatenses el clima y la profundidad de una arquitectura con fuerte arraigo en las tradiciones que es contemporánea a la vez. Y el tinte especial que tiene un lugar atravesado por cuatrocientos años de permanencia. De vuelta al país, tradujo la experiencia al papel, junto a Rolando Schere. El resultado es un libro cuyo título es un resumen, Paraísos.

Historia y territorio
México actual, su cultura. ¡Cómo no conmover a un porteño! Explica Molina y Vedia: “Un espacio despojado, donde el agua es escasa y por eso tratada con dulzura, demorada. Una cultura de oasis envueltos en ásperos paisajes desérticos, infinitos y palpables. Un modo de felicidad que habita las páginas de Pedro Páramo o que, de maneras diferentes, conocemos en nuestras pampas y nuestra Patagonia, siempre en la inmensidad de los horizontes americanos. Lo virgen, lo arcaico, que atrajo a su opuesto, lo europeo urbano, muy construido, muy medido y conocido.”
Todo esto resulta de la comprensión de los distintos matices que tiene Jalisco. Matices que llevaron a Barragán a producir una arquitectura nutrida en donde los entrecruzamientos de culturas, la geografía árida y el claro conocimiento de las vanguardias antiacadémicas del arte moderno se unen en una obra. Importante fue el aporte de su socio desde la década del cincuenta, el alemán Mathias Goeritz. Trabajaron desde una óptica en la que quedaba en claro una postura crítica respecto del racionalismo y las ideas funcionales: no serían para Barragán ni para Goeritz sinónimos de progreso sacralizado sin cuestionamiento alguno. Es que ya estaban atravesados por su tiempo, y eso se observa en los trabajos. Su arquitectura dista de ser ecléctica o neocolonial sin más motivaciones.

Orígenes y final
Desde los finales del 20, con la espléndida casa González Luna, dueña de un clima especial en donde las sombras y los espacios amplios son la marca que hasta hoy nos sorprende, Barragán trabaja con una geometría simple. La relación con los exteriores, los árboles y las plantas, hacen de esta casa un verdadero lugar, lo que para Molina y Vedia es la confirmación de que “otro vivir es posible”.
En el otro extremo de su producción hay ejemplos como la casa Gilardi y el Pedregal de San Angel, que expresan en una clave contemporánea los conceptos que Barragán siempre valoró: el espacio exterior ampliado y en íntima relación con los interiores. El agua, la luz y el color no deben obnubilarnos. Los espacios son los que componen el marco que permiten a la espléndida naturaleza mexicana apoderarse de lo construido.
Esta arquitectura es, sin más, un homenaje a una tierra, a muchas historias y a muchos hombres. Todos conforman México.

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Las rotundas espacialidades en la obra de Barragan
 
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