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Sábado, 30 de agosto de 2008

La vuelta de Soane

Una firma inglesa especializada en chimeneas de piedra comenzó a producir diseños del gran arquitecto de la Regencia. Algunos vuelven al ruedo después de dos siglos, otros jamás fueron fabricados.

En esa masa interminable de gran arquitectura que compone Londres, hay una plaza que guarda una gema. De un lado están los añejos tribunales que le dan el nombre, los Lincoln’s Inn Fields, un agregado de edificios amables y nada imponentes, de diversas épocas, pero unificados por sus ladrillos a la vista. En ese lugar, donde había una posada –un inn– se reunía una corte en tiempos lejanos, con lo que el tradicionalismo británico terminó instalando un tribunal hecho y derecho. En el siglo XVII, luego del tremendo incendio que se comió la ciudad medieval de madera y buena parte de la isabelina, el lugar prosperó, se parquizó y ganó varias residencias de fuste en el primer estilo italianizante inglés, que lleva mal el nombre de Barroco –cosa de época–, pero es en realidad un muy seco Neoclásico. Una de estas casas se le atribuye al enorme Inigo Jones, al menos en su fachada.

Pero la gema en cuestión es la casa privada de otro arquitecto, el pernóstico, chinchudo, obsesivo, talentoso y manipulador Sir John Soane, creador del viejo Banco de Inglaterra y de infinitas casas particulares de belleza singular. Sir John era además un coleccionista ávido de antigüedades romanas y de pinturas que dejó su casa al público como una de las primeras fundaciones-museo del mundo. El Museo Soane es una de las maravillas de este mundo, una residencia en un lote doble, en estilo Regency con terminaciones egipcias y con uno de los interiores más llamativos que se hayan construido.

Soane nació de clase media y murió rico y baronet a fuerza de talento. Tuvo una cartera de clientes notable, se casó por encima de su clase –con una buena dote, de paso– y tuvo hijos que no fueron tan obsesivos y multitasking como él, y fueron declarados unos vagos inútiles. En su casa de Lincoln’s Inn Fields, Soane volcó sus obsesiones y diseñó hasta el último detalle. Los dos pisos superiores de la residencia son hermosos ejemplos de la mejor elegancia de fines del siglo XVIII y comienzos tempranos del XIX, pero no son tan llamativos. La fama de la casa viene de lo que hizo su autor en la planta baja y en el subsuelo.

Soane amasó una formidable colección de antigüedades que honraría cualquier museo, con una fuerte predilección por los fragmentos arquitectónicos romanos y egipcios. El subsuelo es una galería cribada de cúpulas vidriadas cuidadosamente estudiadas para dirigir la luz a rincones y piezas principales que todavía hoy apenas tiene luz artificial, y ni la necesita. Allí se ven cientos de fragmentos de edificios en piedra, un notable sarcófago romano tallado de una pieza de mármol, piezas egipcias y un monumental archivo de dibujos. Taladrando la casa de subsuelo a primer piso y con una iluminación que mezcla espejos y troneras, hay una sala revestida en madera y cubierta de grabados de Hogarth, artista que Soane admiraba y coleccionaba. Los guías del museo, con cierta solemnidad, activan para los visitantes a esta pequeña sala –no más de cuatro por vez– un curioso mecanismo que comienza a desplegar las “hojas” de un enorme cuaderno de robles del que cuelga una serie de óleos de Hogarth. Soane no tenía o no quiso construir una sala convencional para colgar su colección, y construyó esta ingeniosa máquina para verlos con sus invitados. El aparato, de bronces y maderas, ya tiene dos siglos cumplidos y funciona a la perfección.

Soane es estudiadísimo en Gran Bretaña por su notable originalidad y elegancia, y porque se mandó por rumbos inesperados. Su paleta de colores y el minimalismo de sus formas sorprenden porque, en 1790, él diseñaba ambientes que parecen art déco o racionalistas, usando naranjas y azules que no volvieron a estar de moda hasta 1920. Como era un maníaco legendario –sus ayudantes trabajaban 16 horas por día y lo consideraban un esclavista–, diseñaba todo lo que formara parte de sus casas. Así, hay escaleras, picaportes, cielorrasos, ventanales, marqueterías y puertas que llevan su firma, por no hablar de sus diseños de pisos de madera. Y todo esto después de crear sus inconfundibles juegos de luz natural.

Todo arquitecto tiene sus obsesiones y Soane no es la excepción. En su caso eran las chimeneas, que dibujaba compulsivamente: en el archivo del museo hay doscientos diseños acotados y con instrucciones para el tallado en mármoles italianos. Como ninguno de sus hijos siguió con el estudio –entre otras cosas, porque se negaron a trabajar las famosas 16 horas de lunes a sábado–, estos dibujos durmieron durante 170 años, consultados sólo por académicos e historiadores. Aquí entra en escena Paul Chesney, un abogado que ama la arquitectura de primera agua.

En 1983, Chesney se asoció a Mark Burns en una firma dedicada al salvataje de antigüedades arquitectónicas. Chesney y Burns se concentraron en la compra y venta de chimeneas de piedra dura, y comenzaron a hacer copias, usando una excelente piedra de las canteras de Hebei, en China. En los últimos años, los socios notaron que el mercado empezaba a cambiar. La mayoría de sus clientes buscaba piezas de época para casas en restauración o ampliación, o para poner una chimenea donde antes no la había. El cambio fue que la gente dejó de priorizar la exactitud cronológica –piezas al estilo de 1750 para una casa de esos años– y comenzó a elegir por la belleza. Y buena parte buscaba piezas hermosas para ambientes de impecable modernidad.

Chesney se acordó de Soane y sus detallados diseños, y se puso en contacto con el director del museo, Timothy Knox. Después de mostrarle la impecable calidad de sus chimeneas, Chesney logró un contrato para volver a producir las chimeneas del maestro, y arrancó con seis diseños para venta inmediata y decenas más para realizar “por encargo”. Por ejemplo, el que visite el sitio www.chesney.co.uk puede elegir uno de los dibujos y encargarlo.

Sin necesidad de encargar nada –el modelo más barato arranca en 1200 dólares, más flete–, la página es un recurso para ver la síntesis formal a la que pudo llegar un verdadero maestro.

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