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Sábado, 10 de julio de 2010

Rosario

La novena edición del Salón Diario La Capital, en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, es un evento cada vez más firme en el calendario del diseño.

 Por Luján Cambariere

Qué bueno que Rosario está cerca y que su evento más importante de diseño, el Salón Diario La Capital, no sólo se perpetúa en el tiempo, sino que crece a fuerza de mucho esfuerzo y visión de sus responsables Laura Bartolacci, directora ejecutiva de la Fundación La Capital, y Mauro Guzmán, coordinador del área de diseño Castagnino-Macro. Colándose, por otra parte, como una de las fechas más importantes del calendario.

Así, por noveno año consecutivo, el viernes 2 de julio abrió sus puertas en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, en una fiesta para los diseñadores locales y muchos de otras provincias que se acercaron para ser parte.

Al gran Leo, salud

Fue un rosarino, el diseñador y artista Leo Battistelli, quien se alzó con el premio mayor del salón. Un merecidísimo reconocimiento, no sólo porque sus colecciones –presentes en más de una categoría– se desmarcan del resto a fuerza de belleza y virtuosismo, sino porque Battistelli fue el pionero en varias cuestiones desde su Rosario natal (hoy vive y trabaja en Río de Janeiro, Brasil). Innovación en el empleo de un material, la cerámica, que domina como pocos y fuerza al límite. Pionero, cuando aún no estaba tan gastada la palabra identidad, en hacer bandera de su lugar, entre otras cosas, a través de la bella arcilla roja del Paraná que emplea para su línea Plast, cuya moldería es vajilla descartable que él recupera dándole nuevamente sentido. Una acción que repetiría, la del rescate, con igual ímpetu y sensibilidad cuando se le ocurrió motus proprio internarse en la fábrica de porcelana Verbano (una acción que hoy tiene marco –-Proyecto Industrias– pero que él comenzara) para hacer otros de sus increíbles salvatajes, hoy multipremiados.

Corría 2002, tenía que realizar instalaciones para una exposición en el Malba y como su taller era muy pequeño, pidió a Verbano que le dejara realizar las obras con la estructura de la fábrica. Nunca pensaron que ese genio de la lámpara, en barro, metería mano en lo que ellos descartaban y con amor y vocación de Gepetto rescatara. “La colección Salvavidas se dio de forma natural, fue automático. Ni me detuve a pensarla. Entraba en la fábrica y comenzaba a ver los cajones de desechos de la producción de vajilla y empezaba a salvar las piezas que se habían escapado del golpe terminal. El proceso no era tan simple, había que observarlas detenidamente para que no tuvieran rajaduras graves, retoques, lijado a seco y a agua y un secado lento. Las pobres tenían que recuperarse lentamente después del rechazo en el camino hacia la perfección. Es que estos pequeños defectos en la producción masiva y fabril generan, sumados al golpe/caída dentro del cajón, formatos y texturas únicas que dan carácter y personalidad a cada pieza. La pieza que logró sobrevivir al golpe final que la mirada homogénea descarta sobrevive y muestra otra posibilidad de imagen de vajilla. “Vajilla con defectos, vajilla con vida”, cuenta a distancia.

En estas condiciones y durante ocho años de trabajo nacieron y se desarrollaron otras de sus hermosas colecciones presentes hoy en el salón: Lúcidos, Guachos, Gajos, Onda, Rama, Yuyo, Chinos y Floricultor. Nueve maneras de reciclar porcelana utilitaria. “Todas estas líneas las desarrollé en un intento de producir algo bello y útil a partir de un desecho. Siempre dentro de un esquema de reciclado donde aproveché también la cadena de producción de la fábrica para ahorrar: pasta, esmalte y energía de la cocción.” Piezas, por otra parte, que pronto viajaran a Río para una muestra individual de su trabajo y a la Bienal de Diseño Sustentable a realizarse en septiembre en Curitiba, como una demostración más de la proyección internacional que tiene su trabajo.

En Onda, una burbuja de aire, una pequeña rajadura o una rotura en la superficie perfecta del plato le dan la excusa perfecta para intervenir con perforaciones la porcelana. “Genero agujeros donde el defecto azaroso deja su marca. Alrededor de este agujero como efecto de esa acción crecen y se expanden ondas concéntricas dibujadas a pincel o marcadas en bajo relieve”, detalla.

Floricultor de muchos modos es un homenaje a su amado abuelo Alfredo, quien también fuera un artista. Sus collages hechos de residuos marcaron su mirada que rescata. “En la fábrica encontraba no sólo vajilla con defectos, sino también serigrafías defectuosas e innumerables objetos de la producción diaria: todos objetos con potenciales enormes de ser rescatados, restaurados y reciclados. Esta colección nace en un diálogo entre estos hallazgos maravillosos y un modo de pintura que me pareció particularmente interesante: el de la vajilla de los gitanos. La vajilla que los gitanos de Argentina encargan es de una belleza y una libertad de imagen única. Ellos piden que su vajilla esté llena de flores, pájaros, mariposas, puntualmente que estén ornamentados en toda su superficie. Este modo libre de mezcla de ornamentos estéticamente diferentes genera un producto vistosísimo, alegre y por sobre todo con libertad. Libertad de creación que pocas veces aparece en las grandes fábricas de producción masiva. Uniendo estas dos vertientes comienzo a jugar con vajilla manchada y con restos de serigrafías y a partir de la mancha que destinó al objeto ser descartado, genero libre paisajismo”, señala. Mientras que con Yuyo se expande sobre la arcilla cristalizada en pinceladas cargadas de pigmento verdes y ocres, también en homenaje a una obra de su abuelo.

Absolutamente tiernos o cómicos, según el resultado final, los Chinos son saleros y pimenteros que desechados en la etapa de desmoldado por pequeños defectos, son arrojados al cajón de recuperación de pasta y él interviene figurativamente transformándolos en pequeños personajes con sombreros y kimonos, para que se cuelen y ganen un lugar a fuerza de su enorme personalidad con cualquier vajilla.

Otros galardonados

En la categoría Mobiliario y Hogar se alzó con una mención especial Nicolás Jara con la lámpara Volta a camino del diseño gráfico y de producto, en vinilo negro, poliestireno alto impacto, PVC espumado y leds. “Por un lado es un vinilo decorativo con forma de lámpara y por otro, cuando el usuario lo requiere se transforma en producto, generando así luz ambiental, si se tiene sobre la pared, o luz focalizada, girándola hacia uno. La innovación radica en darle funcionalidad a una simple gráfica, la cual por su forma contemporánea arroja una simple lectura. Es ideal para escritorios con poco espacio, ya que va adherida a la pared, y cuando es necesario se despliega sobre el lugar de trabajo, para una iluminación dirigida”, resume su autor.

En la categoría Escritorio, el premio fue para el estudio Núcleo (Marcelo Cioffi, Andrés Socolovsky y Sergio Israelson) y su línea de floreros en cerámica esmaltada Romeo. En Accesorios y Joyería Contemporánea, para Leandro Laurencena y Maximiliano Cifuni de Diseñaveral por el maletín portalaptops de tapas de fibra de carbono acabado con laca y fundas de neoprene. “El maletín propone una solución alternativa a los sistemas tradicionales de protección que se basan en un exterior rígido y un interior acolchado. En este caso se trata de un sistema flotante generado por la tensión de membranas de neoprene entre dos tapas rígidas de fibra de carbono. El sistema mejora la protección del contenido resistiendo los golpes a través de las tapas de fibra y absorbiendo las vibraciones mediante el sistema de suspensión interno”, aclaran sus autores.

Mientras que Sol Zwierzynsky de la etiqueta PebetaTeta recibió una mención por sus aros Hormiga y anillo Pajarito en acrílico. Piezas que dialogan entre sus partes de forma lúdica y simpática.

Mientras que en Lúdico Infantil fue nuevamente galardonada Gabriela Di Franco de Attenti’l Cane, esta vez con una serie de muñecos –osos y conejos–, de la colección Si Yo Fuera Yo en terciopelo, paño polar, lana, cuerina y canutillos, cargados de alma. En esta categoría, también hubo una mención para el proyecto Pop, juegos de embocar de Sany Pereyra Iraola, que practicó un revival de aquellos de antaño pero esta vez fabricados con materiales de la construcción o de la casa que se ensamblan para formar composiciones geométricas dentro de una cápsula de acrílico.

Mención aparte merece el premio a la categoría experimental: la cámara de fotos Flashera de Valeria Galliso y Fernando Aíta. Una estenopeica color hecha con una caja de fósforos, cartón, aluminio, rulo de espiral para anillado, cinta aisladora negra, rollo de fotos color, rollo vacío y tuerca universal para trípode. “La Flashera no tiene lente, sino un agujerito (estenopo) por donde la luz entra e impregna el negativo. Está construida con una caja de fósforos y dos rollos de fotos, uno lleno y otro vacío. El cuerpo de la cámara se recubre con cinta negra para impedir filtraciones de luz. Cada fotograma se calcula con un pedacito de plástico que, al correr la película, produce un ‘clic’: al contar ocho, hay un nuevo fotograma listo. Para girar el rollo se coloca una chapita de lata sobre el chasis del rollo vacío, y una flecha con la dirección correcta. Al terminarse la película (la cámara puede reutilizarse), el rollo se revela en un laboratorio comercial: se pueden imprimir la copias y/o digitalizar el negativo”, resumen las creadoras de estas piezas únicas, hechas a mano, que hasta vienen con su trípode para fotografías nocturnas y/o interiores, instrucciones de uso y una planilla de experimentos con sugerencias. Además, brindan asistencia técnica desde su web (www.camaraflashera.com.ar). Una propuesta más que bienvenida en tiempo en que el mundo es digital o nada.

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