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Sábado, 10 de julio de 2004

Publicaciones de la Ciudad

La Secretaría de Cultura porteña está teniendo una buena temporada de publicaciones. A la reciente Guía del Patrimonio y el flamante libro sobre las librerías patrimoniales –todavía en imprenta y por distribuir– se les sumaron otros tres títulos que hacen a temas de la ciudad.
Uno es una Guía de Museos, editada por la Dirección General, que viene a reemplazar la mejor disponible hasta ahora –paradójicamente editada por el Buenos Aires Herald, en inglés– y que cubre los museos porteños, más allá de que sean nacionales o de la Ciudad.
Otro título, con el pie de imprenta del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, es Las Calles de Buenos Aires, un digesto de nombres y orígenes de las rúas porteñas. El libro no es ni pretende ser una guía total de nombres –la que existe viene en dos abundosos tomos, tantas son las calles porteñas– sino un catálogo de nombres actuales y pasados. Por eso, el libro de 500 páginas se divide en dos partes y es una de esas obras de consulta en las que hay que leer el prólogo y tomarse un minuto para entender cómo funcionan.
El tercer título es una joyita, un souvenir perfecto para turistas. Buenos Aires hace cien años, a través de sus postales, editado por la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural porteña, es un simple, lindo, instantáneamente querible álbum de viejas postales de la ciudad, con mínimas anotaciones y epígrafes en castellano e inglés.
El librito –tamaño postal– tiene pintoresquismos como los puertos de la ciudad cubiertos por bosques de mástiles, señoras sinforosas paseando por Palermo y hasta algún gaucho. Llaman la atención los cielos enormes de la ciudad tan baja y lo recién plantado de arboledas que hoy sabemos inmensas.
Pero lo que realmente es muy potente es ver, nuevos, intactos, enteros, edificios que conocemos sólo en sus versiones degradadas, emparchadas, remodeladas al pasar sin ton ni son. El librito muestra, por ejemplo, varios hospitales que hoy son sinónimo de sordidez y brutalidad arquitectónica, en la hora de su estreno: prístinos, elegantes, tan imponentes que hasta se hicieron postales para mostrarlos. Lo mismo ocurre con vistas urbanas que demuestran forénsicamente qué daño le hicimos a nuestra ciudad. Un ejemplo es una toma de Callao entre Tucumán y Viamonte, que muestra una línea de elegantes casas y pequeños edificios franceses, todos largamente demolidos y reemplazados por departamentos mediocres. Tan mediocres, de hecho, que nadie va a hacer una postal con ellos.

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