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Sábado, 7 de enero de 2006

CONTRATAPA

La venganza de los clásicos

Por la demanda del mercado se generó el curioso fenómeno del retorno de las fachadas en símil piedra, decoradas y en estilo francés. El caso del edificio Barrio Parque.

 Por Sergio Kiernan

Es una cuadra preciosa de la avenida Alcorta, un borde del Barrio Parque, la colección de grandes residencias y petit hoteles de la ciudad. Larga, la cuadra era una continuidad de fachadas distintas pero coherentes, todas en vocabularios clásicos europeos. La falta de regulación y cuidado permitió en su momento tres excepciones flagrantes: una casa particular tipo chalecito de ladrillo, el monigote de hormigón de la embajada iraní, y las losas superpuestas del predio de oficinas que ocupó muchos años la firma CTI. Pero un gran telón con gigantografía avisa hoy que el edificio pasa a ser residencial, que será de lujo y que se transformará de olvidable hormigón/vidrio/cerramiento de chapa doblada en un hotel de ville decorado, con pilastras monumentales, piel de Piedra París, ventanales verticales y remate a la francesa.

¿Por qué un edificio así? Su autor, Rodolfo Miani, del impecablemente moderno estudio BMA, lo explica en una palabra: mercado. El vecino Grand Bourg de Eduardo Costantini fue un espectacular éxito de ventas, lo que demostró tajantemente que aquí y ahora el estilo neo-neoclásico es plata segura, popularísimo en el sector de mayor poder adquisitivo.

La historia comienza con el estudio BMA, que tiene relación con los dueños del edificio, proponiendo que dejara de ser la excepción al barrio y pasara a ser residencias de alto nivel. Esta “vuelta” a la zonificación del sector fue muy bienvenida por el gobierno porteño. La ecuación económica era muy tentadora y BMA presentó un proyecto moderno muy moderado y aplomado, seco y nada ostentoso. Los dueños, junto a los comercializadores (la firma de Gloria Fiorito), aceptaron todo menos el estilo de la fachada, insistiendo en que fuera a la francesa.

“Nada que ver con lo que hacemos nosotros –admite con sencillez Miani–, pero adecuado a una zona con tantos petit hoteles.” El estudio se asoció para crear la fachada con una especialista, la arquitecta Silvia Godoy.

En su interior, el proyecto es impecablemente moderno y de excelente nivel. Son apenas siete departamentos, cada uno con dos cocheras y bauleras en el ya existente subsuelo, con superficies que van de algo más de 200 a más de 600 metros cuadrados para el estupendo dúplex del remate, dueño de dos terrazas. Se utiliza la estructura existente, que de hecho se achicó para abrir un patio-jardín trasero y un patio central de iluminación en apoyo a los dos muy pequeños que bastaban para la oficina. “Los interiores son lo más anónimos posible porque a los compradores les permite decorarlo a su gusto, es la tendencia actual”, explica Miani.

La futura fachada tiene las proporciones de un edificio neoclásico gracias a las alturas entre losas, generosas en estos tiempos de mínimo común denominador. Los 3,30 metros de vano permiten ventanales de 260 centímetros de altura, que “no son lo ideal, pero nos permite hacer algo agraciado”, como explica Miani. Según se puede apreciar en el render que ilustra esta página, la fachada no tiene la horizontalidad pesada y chata del edificio promedio contemporáneo.

¿Es esto el comienzo de una nueva tendencia? El Grand Bourg, ahora el Barrio Parque, una megatorre en Núñez que aparece como una torta de bodas pero en estilo afrancesado, una gemela en construcción en Punta del Este, dos en proyecto para Puerto Madero, hacen pensar que sí. Miani entiende que “los porteños relacionan el lenguaje clásico con la seguridad de lo probado en el tiempo”, lo que explica el miniboom de ventas. Pero a la vez sospecha que “va a transformarse en algo sobreactuado, kitsch, porque la arquitectura clásica francesa no tenía hasta ahora exponentes nuevos”.

Miani es un arquitecto al que le gusta pensar la arquitectura y es capaz de perderse con placer en debates sobre el carácter de torre del Grand Bourg –si no tendría que haber cerrado la línea de fachada de la cuadra, en los mismos metros de superficie reales, pero sin estar rodeado de espacio abierto– o sobre el ya asentado estilo neofrancés que inventaron los brasileños hace veinte años, con éxito comercial y un lenguaje que empieza a cerrar más allá de las imitaciones. “Tal vez –admite– si sigue la tendencia, termine apareciendo un estilo así, inspirado en el neoclásico, pero con identidad propia y coherente.” Aunque en el fondo no lo cree.

El Barrio Parque fue vendido de forma explosiva, completamente, antes siquiera de empezar la obra. Según parece, había una demanda insatisfecha que se quedó con las ganas de vivir o invertir en un edificio neo-neoclásico y aceptó la escala más pequeña de este caso. ¿Sería demasiado arriesgado augurar que habrá más edificios así? ¿Nuevos? O mejor aún, remodelando algunos de los muchos horrores mediocres que puntúan la ciudad. Tal vez, si la tendencia se afirmara, se volvería a hablar de esos conceptos olvidados hoy en día, como proporción, elegancia y armonía, y hasta se volvería a tocar el tema del estilo neoclásico en los programas de las facultades.

Pero eso es soñar. Hoy basta pensar que hay un edifico que con su estética neo-neoclásica está mejorando drásticamente su espacio urbano inmediato.

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El edificio Barrio Parque, una drástica remodelación de un predio comercial en Alcorta con lenguaje neoclásico de buena calidad.
 
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