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Sábado, 11 de junio de 2005

De la Ciudad

La Ciudad presentó formalmente dos de sus guías de patrimonio cultural porteño. La primera, se recordará, estaba dedicada a lugares, edificios y paisajes de valor patrimonial y cultural de la Ciudad. El segundo volumen de la serie toma los murales porteños y el tercero los sitios de arqueología urbana.

De muy despareja calidad, Buenos Aires posee una muy amplia colección de arte mural en casi todos los sostenes posibles. La principal sección del volumen redactado por Horacio Spinetto –experto oficial en cafés de Buenos Aires– recorre 93 pinturas murales de épocas, calidades y estilos variopintos. Siguen cinco esgrafiados, 19 relieves escultóricos, 29 cerámicos, cinco vitrales, nueve vitrales, y tren en otras técnicas.

Cuando se habla de arquitectura, Buenos Aires no le debe disculpas a nadie, porque para sus cinco décadas de gloria dejaron un patrimonio de primera agua. No es el caso del muralismo, que nunca logró picos artísticos ni fue muy abundante. En la guía están las series de los subtes, varias obras religiosas y lugares excepcionales como las galerías comerciales. Pero también hay obras de aficionados y curiosidades como el cartel publicitario de Heladeras Polaris de la esquina de Perú y Belgrano, recientemente consolidado. En fin, es lo que tenemos.

La guía dedicada a la arqueología porteña es un verdadero mapa de la primera destrucción de Buenos Aires, la que hizo desaparecer la ciudad colonial. Daniel Schávelzon, Marcelo Weisser y su equipo historian 24 lugares, 37 edificios y once hallazgos diversos, en muchos casos de los pozos de basura de la primera independencia, cuando no había servicio de recolección. Estos pozos, cavados en los fondos de las casas y de hasta ocho metros de profundidad, resultan cápsulas del tiempo, cortes de los hábitos de consumo de todas las clases sociales de una época.

Ambas guías son muy fáciles de usar y vienen con mapas y recorridos recomendados.

En otro estilo, también está circulando el quinto cuaderno del Instituto Histórico porteño, dedicado a la historia de los barrios. Este quinto trata sobre la Chacarita de los Colegiales y tiene su interés no sólo para los que viven por esos pagos sino como ejemplo de la manera en que se incorporó tierra abierta –chacras y huertas– al tejido urbano de la ciudad en expansión.

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    Por Sergio Kiernan
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