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Jueves, 26 de agosto de 2004

¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE "CANCION"?

Género y número

La razón de todas estas palabras siempre aparece en el imaginario creativo del rock argentino. En la nueva década del nuevo siglo asoman (están aquí y para quedarse) cuatro nombres que continúan una tradición: Los Tipitos, Estelares, Rubin y Flopa acuerdan, discuten y proponen formas de entender y delinear el plan maestro que conduce a “la” canción en el volátil rock argentino.

PRODUCCION Y TEXTOS: JAVIER AGUIRRE Y ROQUE CASCIERO
lLa canción es ese factor intangible que convierte un rato de silencio en un rato de vida. Patrimonio natural del oído e imperceptible a la vista, al gusto, al olfato y al tacto; sin embargo, es capaz de provocar a todos los sentidos. Incluso a los no mencionados en la lista. A diferencia de otras formas musicales, es enemiga mortal del easy-listening, merced a su vocación deliberada de llamar la atención y arrastrar la mente, desde cualquier conversación, hacia su estrofa, su estribillo, su verso preferido, su solo o su arreglito fantasma que recién se descubre a la octava escucha. La canción tiene el don de irrumpir como un tren, cráneo adentro, mientras se está haciendo (se puede hacer) cualquier otra cosa. Y de ilustrar y asociar el presente con versos guardados en la memoria, tan precisos y reveladores que merecerían hacer de Freud un adicto a las radios FM. Objeto sonoro de corta duración, pero largo fuselaje emocional, la canción tal como la conocemos ya trasciende el status de formato musical para convertirse en un género. Caprichoso, mundano y efímero, pero con rasgos particulares elocuentes e indisimulables como un ojo o una nariz. Soporta con hidalguía su adaptación a diversos ritmos. Y resiste distintas –y salvajes, también libres– interpretaciones y contextos.
El componente que hace de una composición una canción; y de ella, un género, es que la canción es, antes que nada, un número. Es una actuación, una obra pequeña –tres minutos de promedio, cual norma IRAM– conformada por un espectáculo melódico, una puesta en escena instrumental, y un guión lírico. El resultado final es siempre un relato. Toda canción muestra, o esconde, un relato. Breve, pero relato al fin; con introducción, nudo y hasta desenlace. El recurso más sintético y moderno con el que la música y la literatura llegaron a la Tierra.


LOS TIPITOS
La vuelta del cancionero

En un cuarto de la casona de Almagro que también es sala de ensayo, Los Tipitos discuten. “Siiiiiiiiiií, la canción es un género. Género: canción”, se empecina el bajista Federico Bugallo, ante la mirada desaprobadora de sus tres compañeros. El tecladista y cantante Walter Piancioli propone la canción como un formato: “Estrofa-estrofa-estribillo”. “Es una melodía cantable, una letra que se canta”, completa. El baterista Pablo Tévez dice que hablar de la canción como género se presta a confusiones con la “canción romántica”. Y el guitarrista y también cantante Raúl Ruffino desafía: “Podés agarrar una canción, poner a tocar al batero con doble bombo y afinar una nota más abajo, y te suena más Körn”. Pero de inmediato contemporiza: “Lo que por ahí se denomina como canción es la manera de hacer sonar esa música, los instrumentos con los que se toque, cómo se la vista. Nosotros tocábamos en la calle Eleanor Rigby en tiempo de chacarera, pero no dejaba de ser una canción. Los Beatles están llenos de canciones perfectas”. Cuando el tono de la discusión baja –en buena medida, por la ingesta de una cremona–, los cuatro marplatenses ahora residentes en Buenos Aires acuerdan que Armando Camaleón, su flamante octavo disco (contando los piratas oficiales), es el más cancionoso (sic) que hicieron hasta el momento. Y ni siquiera hace falta escucharlo para darse cuenta de que es así: basta con ver el arte, que recupera el formato de los viejos cancioneros con los acordes a la Toco & Canto, para sacar los temas en la guitarra. “Este disco se puede tocar todo con una criolla, por eso armamos el cancionero”, explica Walter. Y Raúl continúa: “Hasta el final estuvimos indecisos con el nombre del álbum y barajábamos Canciones para cantar o Canciones para la ducha. De ahí salió la idea del cancionero, para que la gente se las sepa”. Los cuatro, entonces, adelantan una moda de los discos con cancionero: “Unos amigos nuestros decidieron hacer lo mismo sin saber que nosotros ya estábamos en eso. Por una vez, llegamos primeros en algo”. No se trata de una competencia, claro, y Los Tipitos se reconocen parte de un signo de los tiempos. “Se está volviendo a la canción de fogón”, asegura Walter. “Los ‘90 marcaron un estilo de música más barroco, desarrollado, con más riffs, letras rapeadas y poca melodía. Y en esta década está todo más cancionero, hay una vuelta al cuidado de la melodía.”


FLOPA
Mejor la simpleza

“La canción perfecta es la que encaja conmigo, la que me emociona”, enfatiza Florencia Lestani, más conocida como Flopa. Y pone dos ejemplos: “Oração ao tempo” de Caetano Veloso y “Please, please, please, let me get what I want”, de los Smiths. “Me gustan las canciones tristonas”, concede. Aunque siempre compuso, la llegada de Flopa al mundo de las canciones se dio después de abandonar su puesto de bajista en Mata Violeta. “Estaba sin trabajo, así que me pasaba el día tocando la guitarra. Eso que se llama ocio creativo”, repasa hoy, con una sonrisa. “Entonces empezaron a salirme los temas que toqué con un grupo llamado Barro. Eran canciones-canciones, pero tocadas muy fuerte, en un formato rock denso, poderoso, muy cargado. Después de un par de años ya no me banqué más gritar. Entonces hice un parate, agarré la guitarra acústica y salí a tocar así.” Antes de publicar su álbum debut Dulce fuerte grave, ella grabó el elogiado Flopa Manza Minimal, junto a sus amigos Mariano Esaín y Ariel Minimal. “Me doy cuenta de que una canción mía es redondita cuando empiezo a pensar que se la afané a alguien. Recién me quedo tranquila después de preguntarles a todos mis amigos si no tienen un tema así”, cuenta. Más allá de eso, Flopa cree en la existencia del género canción: “La canción es la que terminás cantando en la ducha, por más que la haya hecho Led Zeppelin con un formato de rock a toda máquina. La canción es lo que te queda más allá de todo lo que la adorna. Es lo que trasciende el género, justamente”. Asumida la existencia del género, Flopa asegura que en él se pueden ubicar sus composiciones. “Si tengo que definir mi música, digo que hago canciones”, explica. “Dulce fuerte grave podría haber sido un disco pop con las mismas canciones, pero ya hacía un par de años que venía tocándolas con un formato mínimo y me gustó conservar eso. Es un sonido simple, porque me di cuenta de que la simpleza ayuda a que nada se interponga entre el oyente y la canción.”


SEBASTIAN RUBIN
Ojo con el jingle

Después de colgar la bandera de cuadrillé blanquinegro de sus días como líder de Grand Prix, Sebastián Rubin editó un EP solista y bilingüe, Viva la vida, que bien podría ser un gesto de militancia por la canción. Más allá de la transgresión pícara que se permite en el tema Odio el amor -allí donde proclama “odio las canciones de Paul”–, su apego por los mandamientos melódicos y líricos es bien explícito. Sin embargo, refuta: “Lo de género-canción me remite al Festival de San Remo. No creo que la canción sea un género sino una forma musical que se puede utilizar dentro de casi todos los géneros”. Rubin desarrolla su teoría: “Asocio a la canción con la existencia de una melodía fuerte, cantable; lo que no significa que temas con menos presencia melódica o armónica, como God Save the Queen, de los Sex Pistols, no sean canciones”. Y además provee un argumento tecnológico: “A partir del rock, es imposible disociar una canción de su grabación propiamente dicha. Las canciones existen más allá de sus partituras. God Only Knows, de los Beach Boys, y Tomorrow Never Knows, de los Beatles, están igualmente cerca de la canción perfecta; aunque una sea armónicamente compleja y escalofriante; y la otra, una pieza monocorde con loops, azar y efectos, que revolucionó la forma de concebir una canción en el estudio. Quizás, al interpretarla sólo con una guitarra, la partitura de Tomorrow Never Knows parezca pobre, pero no por ello deja de ser una de las mejores canciones de la historia del rock”. Rubin advierte un elemento menos técnico y más emocional: “Es fundamental que una canción no aburra. Uno debe ponerse al servicio de la canción y no al revés. Es lo que diferencia una buena canción de un jingle”.


MANUEL MORETTI (ESTELARES)
Juego de seducción

El origen de las canciones de Manuel Moretti parece situarse en un departamento no muy grande y en el piso, ya sea de alfombra, baldosones o parquet. Tanto en sus composiciones en Estelares como en sus registros en solitario, la canción se percibe como un objeto de culto. “De hecho, la canción es aquello a lo que dedico mi vida”, asegura. Luego desafía, pasional: “La canción es un género... sólo para el que la disfruta. Es el género que amo. Con sus reglas en la armonía, la melodía, los versos, el fraseo y la rítmica; es capaz de sortear cualquier estilo de la música popular: tango, jazz, folklore, rock. Y de atravesarlo.” Moretti se pone a pensar en las canciones y se inquieta, resopla, casi protesta. “Identificar qué es una canción y qué no resulta muy difícil de explicar porque tiene que ver, justamente, con la seducción. Tiene que ofrecerte, cuando la escuchás, una devolución sensible. Necesita una melodía que guste y seduzca; y una buena letra. Porque si la dinámica de la letra o de las imágenes que plantea no tiene musicalidad, ya no es canción sino un soneto, o algo así.” Su mención al componente visual de la canción merece una ampliación: “Supongo una analogía entre las canciones y las fotografías –especula, mano en el mentón–, porque la canción surge de registros instantáneos, de frases espontáneas, de líneas cinematográficas breves. Por eso los motivos artísticos para afirmar que cierta canción es perfecta pueden provenir de lugares muy distintos. Un ejemplo es Got My Mind Set On You, de George Harrison, que quizás poéticamente no sea la mejor canción, pero sí lo es desde su dinámica y su resolución rítmico-melódica. O bien, si te guiás por la energía y personalidad de un riff, Rebel Rebel, de David Bowie, es perfecta. Y si vas al componente visceral, tenés Mother, de Lennon; Walk On The Wild Side, de Lou Reed; El cantante, de Rubén Blades; o El anillo del Capitán Beto, de Spinetta. La canción tiene muchos mundos y muchas posibilidades desde las que alcanzar la perfección. El mundo de las buenas canciones es el mundo que amo”. Moretti guarda silencio hasta que se le escapa: “Podría jugar a escribir una canción con todo esto”.

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