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Jueves, 25 de noviembre de 2004

CARA Y CECA DE EMINEM, PROVOCADOR Y BUEN PADRE

El show continua

El rapero más famoso del mundo acaba de publicar un nuevo disco, Encore, en donde vuelve a dejar en claro qué cosas le gustan y cuáles no (definitivamente). Pero, lejos de las rimas ácidas, se muestra un hombre de familia, tímido y converso, lejos de cualquier exceso.

 Por Roque Casciero


Cara. En la tapa aparece mansito, vestido de traje y agradeciendo aplausos desde un escenario teatral. Pero cuando se recorre el librito que acompaña a Encore, su flamante álbum, se descubre que Eminem saca un revólver y empieza a los tiros contra una platea de ricachones, sin siquiera advertirles que guarden las joyas. Y al levantar el CD, debajo se ve el final de la secuencia: hay una 45 en su boca (de hecho, el disco termina con el sonido de un balazo). La escena es casi tarantinesca y el papel de psychokiller –que no es más que ficción– le va fenómeno a quien tiene como costumbre usar como armas su afiladísima lengua –siempre lista para divertir y/o escandalizar– y su capacidad para meter más sílabas por beat que cualquier otro MC sobre la Tierra. Es el Marshall Mathers conocido por todos, el rubio platinado cuya historia se puede rastrear -con bastante fidelidad– en la película 8 Mile, que él mismo protagonizó: un pibe pobre de Detroit que superó las adversidades y se convirtió en una estrella gracias a su habilidad para rimar. “No voy a decir que no disfruto de prender el ventilador de vez en cuando, porque necesito algo de drama en mi vida para escribir, y es de ahí de donde sale la mejor música”, le dijo a la revista Vanity Fair en una extensa entrevista de seis páginas.
Esta vez, además de hacer blanco una vez más en su ex mujer Kim (“cada vez que pienso en vos tengo que vomitar”, le dice en Puke), el rapero dispara sobre Michael Jackson (en el corte Just Loose it, pero más que nada en el video) y, en especial, sobre George W. Bush. “Fuck Bush hasta que las tropas estén de regreso (...) No más sangre por petróleo/ tenemos nuestras batallas por pelear en nuestro propio suelo”, ataca en Mosh, cuyo video de animación no llegó a los canales de televisión, pero sí puede conseguirse en Internet. “Nunca fui de meterme mucho con la política”, explicó él. “La mayoría de lo que he dicho al respecto está en esta canción y preferiría dejarlo así, pero mi opinión personal –y sólo soy una persona que tiene la particularidad de hablarle a mucha gente– es que vivimos en el mejor país que existe, y este tipo lo está cagando. Hay gente muriendo allá (en Irak) y no podemos conseguir una respuesta real de por qué sucede. Yo no viví la época de Vietnam, pero esto ya parece estar convirtiéndose en Vietnam 2.”

Tengo casi una doble vida. Trato de encontrar el rumbo entre ser un artista, luchar por la libertad de expresión y poder decir lo que se me venga a la mente. Esta es música para adultos y, sí, tiene un gancho que hará que les guste a los chicos, pero ahí es donde los padres tienen que hacer de padres. Fíjense qué escuchan sus hijos, porque yo hago lo mismo con los míos. Pero no quiero ponerme blando. Jamás. No quiero que mi vida hogareña afecte mi música, así que vivo una especie de doble vida.

Ceca. La parte menos conocida de la vida de Eminem es la que aparece en la entrevista de Vanity Fair. Es la de Marshall, el papá de Hailie, el que dejó atrás su etapa dura con las drogas. “Un día estaba con Proof (su mejor amigo y miembro del colectivo de MCs D12) en Europa y nos pusimos a hablar sobre las drogas. ‘¿Te acordás de los días en que subíamos al escenario sobrios y podíamos enloquecer al público y no necesitábamos esto?’, nos dijimos. Entonces hicimos un pacto de no volver a usarlas”, asegura. Tanto como que nunca consumió sustancia alguna delante de su hija. La relación con la niña es, según Proof, lo que mantiene en foco a su amigo: “Sin Hailie no hay Eminem, por más que suene tonto decirlo”. Y el propio Em lo reconoce. “Ella, mi sobrina y mi hermanito son casi la única familia que tengo. Mi sobrina es de parte de Kim, y siempre hemos cuidado de mi hermanito Nathan.” ¿Alguien imagina a Eminem en los actos escolares de su nena? Pues bien, no se pierde ninguno. “Frecuento bastante su escuela y conozco a muchos de los chicos de su curso. Vienen a casa,saben cómo funcionan las cosas. Cuando voy a clase o cuando la llevo a la escuela, para los chicos soy el señor Mathers.”
Pero el señor Mathers está solo. “No creo que pueda volver a enamorarme”, sentencia. “Podría encontrar a una chica, pero sería a través de algún amigo o en una disco. Y ellas ven a Eminem. La razón por la que se me acercan es porque soy Eminem. Y nunca voy a poder superar esa inseguridad. Porque tengo inseguridades. Me siento seguro en lo que siento que soy bueno, que es mi música, pero con las imperfecciones personales y esas cosas... ¿Esta persona se preocupa por mí o ya es demasiado tarde? Porque tengo dinero, tengo fama y soy quien soy... ¿Me aman de verdad? He visto mucho en mi vida. He visto groupies, mujeres que se te arrojan encima sólo porque sos famoso, y odio eso. No voy a decir que nunca saqué ventaja de eso, pero no usé ni un 10 por ciento de lo que podría haber usado.”
La fama es una jaula dorada. “Se metió preso solo”, dice Proof. “Me gustaría que pudiéramos salir juntos, pero no podemos. No podemos jugar más al básquet en el parque. Se llena de gente. En todas partes. A toda hora.” Y es el mismísimo quien lo sufre: “Cuando conseguís fama y fortuna, es un sueño hecho realidad poder hacer todo lo que te gusta. Para mí lo es poder sentarme en un estudio, tener el acceso a hacer música cada vez que quiero y poder vivir de eso. Pero hay un montón de problemas que nunca esperé que vinieran con la fama y el dinero. Me gustaría volver algunas cosas atrás, hasta el punto en el que empecé a tener una vida confortable. Al punto en el que hacía música que la gente apreciaba, incluso si no era mucha, y yo podía caminar por la calle”.

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