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Jueves, 17 de febrero de 2005

UN "LLAME YA" POR DENTRO

Oh, no... un infomercial

Jugueras que se rompen, motores centrífugos que estallan. Todo lo que siempre quisiste saber sobre las publicidades del tipo Sprayette y nadie te supo contestar: ¿son idiotas los conductores? ¿Es idiota el público? Un productor argentino, enviado por el No, entró al corazón del capitalismo. Y vivió para contarlo.

El llamado de un amigo productor de televisión sonaba interesante. Invitaba a trabajar en un rodaje en las afueras de Los Angeles durante cinco días. Fiel al entusiasmo inconsciente, lancé un rotundo “sí”, ignorando por completo qué tipo de producto íbamos a filmar. ¿Qué vamos a filmar? “An infomercial”, contestó. “Oh, an infomercial, cool!” No tenía las más leve idea de lo que significaba “infomercial”, pero tampoco quería poner en evidencia la ignorancia. Después de algunos años viviendo en los Estados Unidos se desarrolla una admirable habilidad para fingir entender palabras que se desconocen por completo, en parte para hacer la conversación más llevadera y no mostrar un acotado dominio del idioma.

El primer día de filmación llegué temprano al San Fernando Valley, una ciudad al este de Los Angeles (la capital del porno mundial, según supe más tarde). Algunos camiones de producción se agolpaban frente a una enorme mansión que se había alquilado para el rodaje. Mi amigo productor procedió a mostrarme la casa, una mezcla de derroche y carencia de buen gusto (set de cuatro televisores en el living, mármol por todos lados y más habitaciones de las que varias tribus Brady podrían llegar a ocupar). “Acá es donde vamos a rodar”, dijo mostrando una fastuosa cocina en la que por supuesto también había un televisor de varias pulgadas.

Había que ayudar a bajar unas treinta licuadoras de un camión. Sobre la mesada de la cocina, seis jugueras inmaculadas se alzaban en medio de una variedad de frutas tropicales de irreal perfección. Detrás de éstas, de frente a las cámaras, el conductor principal, un viejito simpático de 93 años, rodeado de dos damas de denso maquillaje que hacen las veces de co-conductoras. Frente a ellos, una tribuna de pseudo espectadores no hacen más que asentir con la cabeza a todo lo que los animadores dicen y cada tanto lanzan obsecuentes y desproporcionados gestos de admiración.

El director se acerca a los animadores y comienza a repasar partes del libreto con ellos. “¿Cómo llegaste a los 93 años en tan buena forma?”, le pregunta alguien. El anciano responde que es “porque he tomado jugo... ¡cada día de mi vida!”, y entonces el público exclama entre asombrado y convencido. “Y ahora tomo jugo más que nunca, ya que esta juguera, gracias a su motor centrífugo de última generación, mantiene todos los nutrientes y vitaminas de la fruta original.” Nueva exclamación de la mini-audiencia. Repasan la escena donde prueban varias jugueras de la competencia y todas se rompen o son un bodrio de usar, cada acto fallido acompañado de una exagerada mueca de frustración del conductor en primer plano.

¡He caído en una mundialmente célebre filmación del tipo Sprayette! Me llevó unos minutos aceptar la incómoda pero risueña idea de dónde me encontraba. Jamás hubiese tenido la osadía de imaginar que un día terminaría filmando un “infomercial” para algo parecido a Sprayette. Sin quererlo había llegado al corazón de la industria del engaño, engañado por supuesto. Después de cinco días de filmación pude dar respuesta a muchas de las preguntas que solía hacer años atrás cuando tenía la desgracia de toparme con una propaganda de éstas en la pantalla de trasnoche. ¿Por qué suenan siempre tan bobos los conductores? En realidad son más bobos los que hacen el doblaje al español en Centroamérica. ¿Las reacciones del público son reales? No, son extras pagos. ¿El producto que se vende tiene las cualidades que se le atribuyen? Bajamos esas treinta jugueras porque una vez en funcionamiento la mitad se rompieron. ¿Quién compra estos productos? En su mayoría compradores compulsivos, no pueden dejar el vicio del ¡iame ia! ¿Son reales esas fotos que muestran “antes” y “después”? No, los kilos se los sacan retocando la foto, tuve oportunidad de presenciar cómo ambas fotos eran tomadas al mismo personaje. ¿El producto se vende bien? Mucho mejor de lo que cualquiera se imagina.Después llamé a mi novia por teléfono para contarle. Me dijo que el viejito era una gran celebridad en Estados Unidos, que en los ‘70 fue el primero en hacer un programa de televisión semanal de fitness para amas de casa. Me contó que su madre veía sus programas a diario y que tenía al anciano como uno de sus mas grandes ídolos. “Mi mamá no lo va a poder creer cuando le cuente”, dijo. Tampoco lo pudo creer cuando le regalé a su madre una tarjeta de su máximo ídolo. Me llamó para agradecerme y me dijo que era el mejor regalo que había recibido en mucho tiempo. Finalmente pude comprobar por qué el “Llame ya” es satisfacción garantizada.

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