Jueves, 16 de junio de 2005 | Hoy
SALIO UN LIBRO SOBRE EL LIDER DE FLEMA
A Ricky Espinosa le gustaba vivir al límite, hasta que decidió acabar con su vida tirándose de un quinto piso. Con los años, su mito va en aumento. En esta nota, el periodista Sebastián Duarte (que escribió el flamante Ricky de Flema, el último punk) pone en duda la teoría del suicidio.
Por Roque Casciero
Ya pasaron tres años desde que Ricky Espinosa se lanzó al vacío desde un quinto piso. Tenía 34 años y, desde 1988, había grabado ocho discos con Flema, dos con Flemita y uno como solista, con un título tan ingenioso como ilustrativo: Vida Espinosa. “Si yo soy así no es por culpa de la droga, si yo soy así no es por culpa del alcohol”, cantaba en una especie de manifiesto personal. Aunque su fama de bardero le jugó en contra para trascender más allá del circuito punk, lo cierto es que su figura se acrecienta más en su ausencia que cuando era posible verlo comer una torta bañada de escupitajos sobre el escenario de Cemento. Y ahora hasta puede que la leyenda aumente con la flamante publicación de Ricky de Flema, el último punk (Ediciones Baobab), el libro escrito por Sebastián Duarte, quien conoció al cantante en 1987.
“Me lo presentó un compañero de la secundaria”, recuerda el periodista. “Ricky iba al mismo colegio que yo, el Arcamendia de Barracas, pero él estaba en el turno tarde y yo a la mañana. Ese colegio era un quilombo, lleno de reventados. Yo tampoco era ningún santo, ¿eh? Flema había empezado a ensayar en una casilla de madera de un amigo nuestro, La Covacha, que fue donde vi por primera vez a la banda. Ricky me impresionó mucho, no sé si porque era más grande que yo o por su personalidad. Me encontré con un pibe que era bardo, pero muy plantado, no parecía un boludín como los demás pibes de mi edad. Escabiaba a morir, pero decía cosas concretas, era muy directo. Me dio como un poco de miedo de que se la agarrara conmigo, que me tomara de punto a mí, por eso me quedaba callado. Y eso que él era sólo el violero de Flema, no el icono en el que se transformó después”. Cuenta el libro:
La presentación oficial del grupo se produjo a sólo dos semanas del primer ensayo. Juan (Fandiño) tenía un amigo en Capital que se llamaba Walter Kohlm y que por entonces era manager de Comando Suicida. Kohlm les propuso que grabaran cuatro temas en un casete para ver de qué se trataba, pero los chicos grabaron siete porque tenían buenas canciones y de sobra: La sangre de tu hermana, Juventud decadente y Anarquía total pertenecían a Juan; Maten a su suegra, Cáncer, La monja, No nos vendimos y Buscando un lugar eran temas compuestos por Ricky. A los tres días de haber recibido el casete, Kohlm llamó a Juan y le dijo: “Toca Comando el sábado en Gracias Nena y quiero que debuten en ese show con ellos”.
Aquella noche tocaron con equipos de buena calidad y el lugar estaba repleto de gente. Flema llevó una buena cantidad de chicos de sus colegios y del barrio para que les hicieran el aguante. Lo anecdótico del debut fue, que cuando subieron al escenario, sonaron de primera durante todo el set, y cuando finalizaron el show explotó la consola de luces. Comando no pudo tocar. Ante los presentes, los Flema quedaron como los reyes de la noche.
Duarte fue amigo de Meche, la novia oficial (por ponerle algún término) de Ricky, aunque luego se pelearon por motivos profesionales. De hecho trabajaban juntos en un canal de cable de Lanús, hasta donde a veces llegaba el cantante de Flema para dar una mano sosteniendo sombrillas o focos. Pero la distancia con Meche provocó que Duarte no haya podido “entrar en la intimidad familiar”: los padres de Ricky, que quieren mucho a la chica, primero prometieron dar su testimonio para el libro, aunque después se arrepintieron. Por eso no hay referencias a la infancia del vocalista en el libro, que arranca justo antes de que Ricky sufriera su transformación de chico aplicado a bardero irremediable.
Huguito: Cuando estaba loco, ¡aguantate la que se venía! Nosotros le decíamos Chucky. Después de tocar en algún lugar venía con fans de otro lado, de Morón, por ejemplo. Después los echaba a patadas, de puro loco que estaba. La gente no entendía nada. Les empezaba a pegar y les decíaque se fueran a la mierda. Y a pesar de que los cagaba a trompadas, los chabones lo querían igual porque seguían viniendo.
Diego: Un día le presté mi auto para ir a ponerla. El chabón estaba re en pedo. Andaba por todos lados. Media hora después apareció todo barrilete. Entré al auto y el asiento estaba todo mojado. Le pregunté qué había pasado. Y resulta que la meó a la minita. Según Ricky, ella le pidió que la orinase y él no dudó en hacerlo. Después de eso, nunca más volví a sacar el auto del garaje. Una vez vino el puntero y el Negro a los gritos: “¡Dame la merca! ¡Dame la merca!”. Hizo un tremendo escándalo. El puntero le dio la merca y se fue rajando. Después pasó una vieja y le dijo: “¿Qué mirás, vieja? ¿Querés un pase?”
Si nunca fue fanático acérrimo de Flema, ¿por qué Sebastián Duarte decidió escribir un libro sobre Espinosa? El retruca: “¿Por qué no? Soy periodista y me pareció que la historia de Ricky daba para contarla. No me importa que no fuera masivo. Sé que no voy a ganar un peso con el libro, pero ésa nunca fue mi intención”. Dos cosas que llaman la atención en el libro es que el lenguaje sea casi aséptico, con el autor poco implicado con el personaje, y que aparezca sólo al comienzo la voz del propio Ricky, en una especie de monólogo armado con entrevistas que le hizo Duarte. “Fue decisión mía no usar otros reportajes”, afirma el periodista. “Quise presentar al personaje de entrada y después contar su vida.” Y su muerte, claro. Duarte no está seguro de que Ricky se haya suicidado, y especula con que quizás hubiera perdido la conciencia por estar demasiado zarpado. “Es más una evaluación mía del asunto, quiero dejar abierto el debate”, dice. De todos modos, recuerda una carta de despedida que le mostraron los padres de Ricky, en la que el cantante hablaba de que su vida no tenía sentido y les pedía que lo perdonaran. El detalle es que la carta estaba fechada en 1998, cuatro años antes de la caída fatal. “De todos modos, no quise llenar de sangre al libro sino contar la vida de un pibe del conurbano”, asegura Duarte.
Entre los pocos músicos conocidos que se acercaron hasta el velatorio estuvieron Niko Villano y Cristian Aldana, quien le dejó una muñequera dentro del cajón y, con todo su dolor, expresó en voz alta y entre lágrimas: “Se debe estar cagando de risa de las coronas, de la gente llorándolo. Esta es su última broma”.
El sábado por la mañana se trasladó el cuerpo al Cementerio de Avellaneda. Numerosos simpatizantes del cantante se acercaron para despedirlo. A sus pies colgaba una bandera del club de sus amores: El Porvenir. Su familia prefirió no enterrarlo y eligió, en cambio, depositar sus restos en un nicho, que es el 31E y está ubicado en el tercer piso de un pabellón verde llamado Juan XXIII. Allí, todos los 30 de mayo se produce el mismo ritual: centenares de fans se acercan para conmemorar el aniversario de la muerte del músico.
“Ricky es lo más parecido a un punk argentino que pudo existir”, asegura Duarte. “Reunía el bardo, la forma de actuar y los pensamientos anarcos, y esa cualidad de no aparentar nada, de ser muy transparente. Por eso creo que fue de verdad el último punk.”
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