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Jueves, 16 de mayo de 2002

Musica urbana

 Por Pablo Plotkin

Planeta X, de Rosario

Los otros

No sobran casos como el de Planeta X, agrupación rosarina que compatibiliza originalidad estética y visión política revolucionaria. A diferencia de las pandillas de diseñadores que se llaman “terroristas” por alterar señales de tránsito, Planeta X parte de la idea de generar “prácticas anticapitalistas” (así, sin vueltas) y entiende la experiencia creativa como un ejercicio más en el camino hacia la transformación. Por eso, la definición (o simplificación) inicial de “movimiento contracultural” comenzó a sonarles vacía cuando se dieron cuenta de que, en realidad, el objetivo era mucho más ambicioso: “Poner en crisis el actual estado de las cosas”. Carmen, el hombre detrás del proyecto electrónico Sinapsis y militante del colectivo, resume: “Preferimos decir que somos personas y no artistas, ya que proponemos que cada acto cotidiano siga la misma lógica. La producción artística es un acto cotidiano más, y no reviste más importancia que otra actividad. Sostenemos conceptos como autogestión y autonomía, pero yo lo simplificaría en ‘hacer sin pedir permiso’. No nos interesa el reclamo al poder sino las prácticas autónomas”.
Planeta X, entonces, es una organización que incide en varios frentes. En Rosario, el Espacio Planeta X empezó (a fines del 2000) como un lugar de música en vivo, videos, muestras plásticas, talleres. Hoy es furtivo centro de reunión de las comisiones de asamblea del barrio, club de noche, sala de ensayos, base de operaciones y laboratorio creativo. En Internet, pxweb.com.ar es el sitio en el que la agrupación difunde sus actividades y ediciones y, sobre todo, pone a disposición una muy recomendable biblioteca provista de textos sobre músicas aventuradas (post-rock, dub, krautrock, noise, etc.) y una serie de documentos sobre la revuelta francesa de Mayo del ‘68, entre otras cosas. ¿Cuánto le debe PX al situacionismo? “Nos suponen eruditos en situacionismo y en verdad no es así –asegura Carmen–. Debord dijo: ‘La victoria será de los que sepan armar el caos sin causarlo’. Sostenemos y apoyamos la práctica de experiencias autónomas como las asambleas, los escraches o cualquier forma de autogestión, y eso, hoy, tal vez tenga el espíritu del ‘68, pero nada más. Hoy es hoy.”
El sello discográfico PX abarca varios estilos: la electrónica experimental de Sinapsis, Martín Arce, Audidélica, Equus, el piano desnudo de Gina Valenti, las canciones acústicas de Juani y de Maru. Todo está hecho con recursos financieros mínimos, en CDR, con la estética y el sonido del arte impostergable. Los discos de PX son recortes urgentes de este tiempo, y la diversidad cartonera de las tapas (sin directivas gráficas unificadoras) refuerzan esa idea. “Creo que la mayor responsabilidad ahora, para todos, es estar realmente atentos a las singularidades del momento en que vivimos .-dice Carmen–. La situación económica es el catalizador de algo mucho más siniestro. Nosotros decimos que tratamos de transformar los lazos de relación. Concretamente, hacemos fiestas y, con lo recaudado, financiamos ediciones pequeñas que vuelven a la gente a muy bajo costo (3 pesos). El soporte es secundario. Nos interesa plasmar una forma de trabajo colectivo y autogestionado.”
PX surgió en 1995 como una revista de poesía y un compilado. En 1999 se reinventó como “colectivo horizontal”: empezaron las reuniones semanales y la necesidad de hablar sobre las actividades hechas y por hacer. Los integrantes fueron rotando, pero siempre promedian la decena. Si bien no hay una estrategia diseñada, los propósitos están claros. Dice Carmen: “Todo acto humano es político; Planeta X no tiene ningún propósito que nosea político. Queremos universalizar algo que para nosotros es bueno. La difusión no es convencional: el Espacio PX está inmerso en la más absoluta clandestinidad. Los lazos de relación son (o intentan ser) otros”.

Visionario, de Córdoba

La aldea global

El compilado Visionario, de edición demorada (imagínense por qué), será el primer documento discográfico de la escena electrónica de Córdoba. No hay un patrón formal que atraviese las once canciones (“no hay un sonido Córdoba”, dice Andrés Oddone, uno de los responsables), pero, como en casi toda antología regional que se precie, se tiene la sensación de asistir a un city tour a ciegas que no figuraría en ninguna guía tradicional. La electrónica cordobesa no tiene nada que ver con el cuarteto (estaría más cerca del tango, en todo caso) ni con el Fernet (el gin tonic parecería caerle mejor), y en cambio tiene la esquizofrenia y la vivacidad de toda ciudad tercermundista que corre a la par (mal o bien) de la estampida cultural internacional. “Lo que distingue a la electrónica cordobesa del resto es la variedad estilística que hay, y la claridad de concepto que todos tienen –afirma Oddone, integrante de Zort, Angel de Piel y la agrupación Sex Horses, que comparte con Dr. Trincado y Simbad Segui–. Quizás esto se deba a que Córdoba es una ciudad de estudiantes. Muchos de los artistas de los que estoy hablando son de otras provincias, o del interior, y eso da como resultado gran variedad de gustos, intereses, objetivos.”
Dentro de esa variedad están las bandas y solistas que combinan sonidos digitales con instrumentos acústicos, los proyectos de electrónica pop y los DJs y compositores de música para pistas, con una preferencia bastante definida por el house y el electro, en lugar del pulso neumático del trance. “El movimiento local de música electrónica recién hace cuatro años que es visible, nombrable –apunta Oddone–. Existe, tiene fuerza, pero es muy informal.” Además de los proyectos independientes, la escena fue constituyéndose alrededor de los ciclos del Instituto Goethe y el Centro Cultural España Córdoba, sala de partos de Visionario, cuya publicación depende de una subvención municipal que aún no llega. En cuanto a la electrónica bailable, Oddone señala como “momento clave” el aterrizaje de Bruno Chaix, DJ francés radicado en Córdoba que, en 1997, organizó los domingos dance en el boliche gay Hangar 18.
En un texto que estará incluido en el compilado, Jorge Haro –artista y pensador de la escena electrónica de Buenos Aires– cuenta sobre la primera vez que fue a tocar a Córdoba, en septiembre del 2000: “(Existía) un público mayoritariamente joven, atento e inquieto ante una propuesta del Centro Cultural España Córdoba que no era la del marketing de los medios de comunicación en relación con la música electrónica; esto es: no había fiesta, ni baile, ni extravagancia, ni siquiera modernidad (fue muy significativo ver entre el público a algunas personas con remeras de Los Redondos) sino que lo que se propuso era bastante más sencillo –aunque difícil de conseguir– y se basó en la idea de escuchar música en un espacio público”. Oddone: “Todos utilizamos música diseñada para espacios reducidos (para menos de 500 personas, no para escala rave). Creo que esto se debe a que comenzamos escuchando a un DJ con estas características: Cristóbal Paz, cordobés residente en Buenos Aires que, en plena época del trance, ponía house. Para mí él fue un pequeño visionario y nos influyó a todos”.
Con toda su carga de cultura pop a cuestas y cierta tendencia a la inclusión de estilos “extracomunitarios” (jazz, clásica, tango), la electrónica cordobesa está en el momento de despegue y, como escribe Haro,Visionario sería “la materialización de un panorama, algo que ocurre y merece ser destacado por el simple hecho de su existencia, y que en este caso además certifica la obra realizada en un lugar concreto, con el microclima cultural que allí se respira, más allá de las implicancias universalistas de la música en cuestión”.

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