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Jueves, 30 de mayo de 2002

EL NUEVO DISCO DE EMINEM, MAS AUTOBIOGRAFICO QUE NUNCA

Chocolate blanco

The Eminem Show es la novedad del rapper blanco más quilombero del momento. Y Como tal, no deja títere con cabeza en sus furibundas rimas. En este diario íntimo que tiene difusión pública, sostenido en una campaña de marketing de alto perfil, Marshall Mathers se muestra tal cual es: irónico, resentido, prejuicioso y bocasucia. Esto es lo que hay.

 Por Pablo Plotkin

En poco tiempo, para una opinión pública más o menos progresista y generalizada, Eminem dejó de ser una bestia machista y homofóbica y se convirtió en un aventajado narrador de la miseria suburbana estadounidense. Para bien y para mal, la “White America” sabe lo que tiene que esperar del Producto Eminem –incorrección deliberada, buenas rimas, escándalos y delitos– y Eminem, está claro, es un trabajador que cumple. Su tercer disco, The Eminem Show, es el más explícitamente autobiográfico de su carrera. Especie de Silvia Süller del mundo rico, Eminem enhebra los conflictos públicos de su vida (los judiciales, los existenciales), los recarga de una verborragia-Tabasco y compone un reality show de veinte capítulos más o menos atrapantes. El disco, en ese sentido, provoca un fenómeno bastante curioso: puede consumirse como una mera ampliación informativa de una vida que dejó de ser privada hace mucho tiempo. “A la mierda”, dice Eminem. “Si el mundo quiere un show, acá tienen: éste es mi show.”
En el último año, la Sagrada Familia Estadounidense volvió a recibir algunos golpes certeros desde el corazón de la industria del entretenimiento. Con diversos grados de originalidad, crudeza y oportunismo, dos películas (Los excéntricos Tenenbaum, de Wes Anderson, y Storytelling, de Todd Solondz) y una serie de televisión (“The Osbournes”) exponen las mezquindades de la institución social más antigua. The Eminem Show es otro aporte a la teoría de la disfuncionalidad esencial de la familia. Promesas parricidas, declaraciones de odio a ex mujer... Todo mal con todos, menos con Hailie Jade, su hija de seis años. Los problemas personales, entonces, son ahora el único valor argumental de su obra. A diferencia de “Stan”, que partía de una experiencia propia para retratar un conflicto mucho más complejo y universal (la relación enfermiza entre una estrella pop y sus fanáticos), aquí Eminem –a punto de cumplir 30 años– se encarga de escribir un gran inventario de asuntos pendientes. “Cleaning out my closet”, por ejemplo, repasa los episodios más escabrosos de su vida como hijo. “(Hailie) ni siquiera va a ir a tu funeral, puta egoísta. Espero que pagues por toda esta mierda”, le dice a su madre, con quien perdió un juicio por difamación.
Medio predicador, medio payaso, Eminem se mira el ombligo y atiende todos los tópicos correspondientes a su rol de personaje controversial. Los procesamientos por armas, las peleas con Insane Clown Posse, las rivalidades (bardea a Moby, a uno de ‘NSYNC, a Limp Bizkit, a un par más). Se declara imprescindible para la industria del entretenimiento global. Como tiene talento para escribir y para rapear, los resultados suelen ser efectivos. “Soy el peor desde Elvis Presley/ Por hacer música negra de un modo tan egoísta/ Y usarla para mantenerme saludable”, canta en “Without me”, el primer simple. Todo el tiempo aparece la autoconciencia de oveja blanca en corral negro. “Hagamos la cuenta/ Si yo fuera negro/ no habría vendido ni la mitad”, escupe en la larga prédica “White America”, que abre el disco. “El hip hop nunca es un problema en Harlem, sólo en Boston”, rapea, y les recuerda a las madres blancas que cargan su alacena con cajas de Kellog’s: “Yo podría ser uno de tus hijos”. No te asustes, mum. A propósito, por estos días la BBC pone en el aire Eminem’s Mum, un documental que cuenta el gran novelón de la infancia traumática de Marshall Mathers en Detroit. Desde porches provistos de bolsas de boxeo y descampados de remolques, los testigos revelan más pormenores de la saga.
Si en The Slim Shady LP Eminem hablaba sobre esa vida aplastante de las afueras y en The Marshall Mathers LP se refería a las consecuencias devastadoras de la fama, The Eminem Show es el blanqueo de su condición de celebridad polémica. Convertido en una de las tres grandes estrellas blancas del pop angloparlante (al lado de Britney y de Robbie), y a punto de doblar el codo de cierta adolescencia por de más extendida, Eminem se regocija con sus dramas personales y los convierte en mercancía poética. Y, para no defraudar a nadie, vuelve a disparar algunas expresionesmisóginas. En “Superman” amenaza con poner ántrax en el Tampax de una mujer para después abofetearla con el tampón. También incluye la voz de su hijita, que canta el pequeño estribillo de “My dad’s gone crazy” (“Mi papá se volvió loco”) con un gracioso acento sureño al estilo Los osos montañosos (aquellos de oye apáaa...). Las melodías, las rimas y la producción salvan el disco, aunque por momentos coquetea demasiado con el rap metal carapálido. Cuando se vuelca al soul, los resultados son buenos, incluso las veces que Eminem deja de rapear y canta. Previsible y contundente, The Eminem Show es el diario íntimo de un hombre cuyos secretos se publican en letra de molde en las revistas de todo el planeta. Si no tuviera onda, el tipo estaría acabado.

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