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Jueves, 1 de febrero de 2007

JACK BLACK EN CARTEL

Todo le parece bonito

Antes de ser “el gordito” de Escuela de Rock, Jack Black fue el ayudante de la tienda de discos perfecta en Alta Fidelidad. Previamente, Black había demostrado conocer el paño rockero, sorprendiendo en video clips (Foo Fighters y Beck, entre otros) con un frenesí corporal y vocal cual osito de peluche afectado por catarsis de High Voltage. Toda esa energía provenía de un lugar, hasta ahora casi desconocido para cinéfilos y rockeros argentos: Tenacious D, o en español Delirios de fama. El proyecto musical que iniciara con Kyle Gass en 1994. Un show y una canción le bastaron a The D para declararse la mejor banda del mundo. Su ópera rock, potentes composiciones, letras perspicaces, parodia escénica patentada por Spinal Tap, y la más llana de las vulgaridades, llevó al grupo a ser soporte de Tool y Pearl Jam. Eso, más algunos especiales televisivos, cimentaron su leyenda, que ahora halló su cáliz para la posteridad en el film Delirios de Fama —estrenado en Buenos Aires la semana pasada—. “Quiero creer que nunca hubiéramos hecho la película si antes no hubiésemos construido algo tan bonito”, afirmó recientemente Black. “Bonito” no es el término más adecuado para hablar de una cinta que comienza y termina (en las comedias norteamericanas uno debe quedarse atornillado al asiento mientras corren los títulos finales) con sendos gags sobre flatulencias y marihuana. De hecho, hubo auténtico cannabis en la última escena. “Estaba bastante colocado, y me puse paranoico con que algún oficial de la Asociación de Actores se diese cuenta”, dijo Black. Y no es chiste, o sí, lo cierto es que el derrotero rocker es fundamental en el atractivo de Delirios de fama. Mezcla de “Cheech y Chong”, “Wayne y Garth”, “Jack y Elwood Blues”, Black y Gass deambulan en el film en búsqueda de una púa (el diente de Satán para más datos) con la cual componer obras maestras. Así transitan estos dos Sancho Panzas en una buddy movie, que se asemeja más a los clips de “Twisted Sister” que a La canción sigue siendo la misma de Led Zeppelin. La embestida conservadora de la era Reagan contra el heavy metal (chequear el tremendo documental La declinación de la civilización occidental II) es el background de una obra en la que Meat Loaf interpreta a un padre represor, Ronnie James Dio es la epifanía que guía a Black, y hasta Dave Grohl encarna de modo temible al anticristo. “Infantil, pueril, escatológico”, así define Kyle Gass al humor de Delirios de fama. “Lo satírico se presenta al reírnos de la pomposidad del rock. Se trata de decir ¿estos pibes pueden rockear? La gente responde a la extraña confidencia que rodea nuestra misión. Y tenemos acústicas... dictamina el contramaestre de Black. Y tiene razón, todo lo que hace Delirios de fama es un tonto, pero tierno, tributo al rock, aunque, más digno (y honesto) que las cinéfilas, filatélicas y demás pleitesías de neo-ficción, vividas en otro país hace muy poco tiempo.

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