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Jueves, 15 de marzo de 2007

LOS AUTENTICOS DECADENTES PRESENTAN DISCO Y FESTEJAN 20 AÑOS

“De atléticos, nada”

Ya se sabe, los DK ocupan un lugar especial: entran y salen del ambiente del rock para viajar al carnaval carioca con marcada cintura (cada vez más marcada, con el paso del tiempo). Populares, pachangueros, rockeros e intocables. Bienvenidos al Club. Habla la junta directiva.

 Por MARIO YANNOULAS

Los camiones rajan el asfalto de Parque Patricios una y otra vez. Entran, salen, cargan, descargan, y a empezar de nuevo. La presencia cercana de la cancha de Huracán condiciona los paisajes aledaños, tiñe un puñado de carteles, inspira un buen número de graffitis, bautiza unos cuantos bares donde los paisanos del barrio se juntan y se conocen, comen y ríen, dan pinceladas porteñas y tratan de hacer de su tiempo libre un momento fraternal para pasarla lo mejor posible. Y a poco más de diez cuadras del estadio del globo se emplaza otro club, que en algo tiene que ver con toda esa historia de barrio, uno que se dio nombre en público hace muy poco tiempo pero que se fundó hace veinte años, famoso por sus logros y por su estirpe pachanguera, y que tiene en su haber muchos más simpatizantes que socios vitalicios. Lo llamaron Club Atlético Decadente, y la mesa directiva está formada por doce tipos que apostaron a decirse decadentes, y triunfaron: son parte de un club que los apasiona y además les da de comer. Algo así como héroes de un libro de historia transfigurado o, si se quiere, antihéroes.

Parecería medio raro que una entrevista con Los Auténticos Decadentes empezara a horario. La percepción podría fallar, pero estos socios fundadores se han hecho fama de que les agrada la diversión, hace ya una década izaron la bandera de los piratas, quieren ser pendejos aunque envejezcan, instaron a tomarse la vida con humor y tranquilidad, así que hacen uso de su fama y uno siente que han hecho buen uso de su sentido común. ¿Cómo pedirles puntualidad? Siquiera imaginarlo. Detrás de la puerta negra, un planterío se suspende sobre la pared derecha del patio, justo enfrente de la sala de ensayo propiamente dicha. Los socios fundadores, la junta directiva, va acercándose de a poco al club.

Club Social No Deportivo

“Nosotros, de atléticos, nada. Por eso daba risa el nombre, somos más como un club de barrio”, advierte Cucho. “Somos como los viejos que están sentados tomando un Cinzano, mirando un partido, diciendo: ‘Hay que arreglar los techos del club, que se caen’”, bromea el bajista Pablo Armesto. “Más bien somos como los dirigentes, no los deportistas”, agrega Mariano Franceschelli (batería). Es cierto, siempre se los vio más cerca del trencito de cinturas que del atletismo, huelen más a peña que a hedor de vestuario, recuerdan esas reuniones en clubes de barrio de ocho por ocho, un flipper perdido haciendo ruido en un rincón, donde el mismo tipo que maneja las luces de la fiesta saca unas pizzas calientes a la madrugada, y donde confluyen varias generaciones. Porque su música ha sido un puente intergeneracional, ritual obligado de casamientos, cumpleaños de quince, bar mitzvah y similares, alegría de abuelos y nietos, los DK también se erigen como un club de barrio. Según La Mosca (percusión), los tres ideales del club, que podrían inmortalizarse en un escudo, serían “la bebida, el juego y las mujeres”. Pero eso, puertas adentro. Libertad, igualdad y fraternidad ya están dadas por sentado.

La junta directiva apuesta a una organización interna de tipo social—democrático: reglas claras, las decisiones son de todos y todos ocupan un lugar importante. Horizontalidad, dice Jorge Serrano. Además de hacer música, a cada uno le cabe una función extra. Por ejemplo, Pablo hace los videos (algunos, no todos), el guitarrista Nito Montecchia es el manager, Capanga Eijo (trompeta) se dedica a la escenografía, “y Diego (Demarco, guitarrista, compositor, cantante de La Prima Lejana, entre otras) rompe las pelotas con el horario”, señala Mariano. “El otro día mi suegro me preguntó: ‘¿Por qué siempre querés llegar puntual?’. Y yo le respondí: ‘Porque si llego tarde no los puedo cagar a pedos’”, confiesa Diego y levanta carcajadas.

“En primera instancia pensé el nombre como la conmemoración de los veinte años de un club, porque empezamos más por una cuestión de amistad, de equipo, nos relacionamos así, no como músicos contratados sino más tipo murga barrial, la del vecino o amigo que agarra un instrumento y toca. No somos atléticos, pocos juegan bien al fútbol, pero tenemos esa cosa de equipo”, explica por teléfono Jorge Serrano —ausente con aviso a la producción fotográfica, anclado en Villa Gesell—, una de las almas mater de la composición decadente.

Cómo asociarse

El carnet viene adentro del disco: Club Atlético Decadente, la octava y última placa de los DK. Lanzada a fines del año pasado, remarca la tendencia de Sigue tu camino (2003), aunque con menos potencial radial. Los encuentra más volcados a la canción, no hay tantas fichas puestas en el hitazo, y tanto las letras como la música revelan una intención más intimista, hacia dentro de la banda y para con sus seguidores, de esos que siempre escucharon los discos enteros y no las piezas sueltas del rompecabezas. “Es un disco más íntimo, más introspectivo. Hay dos o tres temas más populares, pero esto ya viene pasando desde Sigue tu camino; por ahí Jorge está tirando un poco más para ese lado. Está bueno, ¿no?”, reflexiona Cucho. Trabajado con los productores Alfredo Toth y Pablo Guyot, el disco tiene una intención más rockera, suma texturas de guitarras y baterías, y le quita protagonismo al clásico sonido decadente de caños y percusión bien al frente, es decir, una de las claves del infalible combo fiestero.

Y a veinte años de su fundación, el Club los encuentra reafirmándose a ellos mismos. Siempre fueron asociados al fútbol, no por sus letras sino por su música, que enrojeció gargantas por doquier en los estadios argentinos y hasta de otros países latinoamericanos. Entonces deciden ponerle al disco Club Atlético Decadente, y afianzar ese vínculo de un modo no del todo intencional. La idea vino (¿cuándo no?) de Jorge Serrano. “Es que cuando le pedís un título para algo, te trae cuarenta”, explica Nito. Sigue tu camino se le ocurrió a Cucho, pero es un tema de Jorge, y Mi vida loca también se le ocurrió a Cucho... pero es un tatuaje de Jorge, un creativo compulsivo por cuya mente pueden rondar las ideas más simples expresadas en el tono más popular y efectivo posible.

“Nos cuestan los nombres —dice La Mosca Lorenzo—, ya nos pasó con varios discos, empezamos por la duda, pegamos un nombre bueno y después se hace conceptual con el arte, con la música y las letras. Termina siendo conceptual de pedo.” La intención de Serrano fue que el fútbol no copara la estética del disco, que quedara en una alusión más lejana, y por eso el arte de tapa (un perro dj) nada tiene que ver con la pelota sino con el concepto de club electrónico. Siempre les viene bien despistar un poco. “No tiene tanto que ver con el fútbol, porque el que te escucha también es fan tuyo. Es esa asociación que se arma entre vos y el que te escucha, que también es socio”, dice Cucho. “¿Sabés que me dijo mi hermano el otro día? —interviene Mariano—. Que hay como una simbología de que todos los dj son unos perros. ¡Mirá lo que puede ver la gente!”

Uno de los pocos temas que rompe con ese clima intimista es justamente el primero, Somos, una especie de reggaeton murguero (¿se podrá decir murgaton?) en el que se presentan... ¡veinte años después del debut! Les cuesta explicar por qué surgió la necesidad de volver a presentarse en sociedad, volver a declarar sus principios, encarar a esta altura la autodescripción y ponerle el sello a la marca. “Somos como somos, decadentes, así somos”, expresan y se reafirman. Para los que se preguntaban si eran o se hacían, finalmente, eran. Ese fue siempre su negocio. “Decadente también es el que escucha a los decadentes, al que le sale todo mal, lo deja la mina, no tiene laburo, como nos sentíamos nosotros a los 18; y también está el chabón de barrio que es fiestero loco, y que la gente lo quiere igual. Decadente suena a tercer mundo, a la Argentina”, manda Cucho.

Socios vitalicios

Es cierto que los ve y los escucha cada vez más gente. De hecho, están a punto de tocar en el Luna Park para festejar sus veinte años. Pero también es verdad que ellos están más grandes, que crecieron junto al Club y que se sienten más maduros. ¿Cómo combinar la reflexión del hombre maduro con la pachanga escénica? Para ellos todo esto es posible, arriba de las tablas convierten esa fiesta en un momento atemporal para la gente y para ellos mismos. Es como una regresión a un lugar que no se sabe dónde queda ni cuándo fue así, pero que a todos les agrada. Como dice El Francés Bernardou (percusionista), los Decadentes son como el sábado a la noche: a todo el mundo le gustan, pero nadie se calzaría una remera alusiva. Si hubiese camisetas, probablemente el Francés llevaría la número 12. Cuando no toca las tumbadoras se convierte en una especie de Di Zeo siempre amigable, como un arengador oficial, como para darle a la gente ese empujoncito final que, comenta, a veces necesita. “Soy como un coordinador en Bariloche, o un profesor de gimnasia jazz”, define, y bromea acerca de la madurez de sus socios: “En el disco eso se nota, hay cada vez menos tumbadoras, menos pachanga para mi pesar. Es así, son los Decadentes, que se están poniendo viejitos, sentimentalones y tranquiloides. Igual, ya tenemos muchos temas pachangueros para el show, eso nunca va a faltar”.

Dice Cucho que ya difícilmente surja un tema como Los piratas, que se nota cierta madurez desde Sigue tu camino, cuando se animaban con Pendeviejo, y planteaban el tema con humor. Serrano ya no es muy salidor, no anda en la noche como antes. “Quizá se nota un poco más en las letras, tal vez en Pendeviejo eso estaba planteado desde un punto, pero hay otras canciones que hablan más filosóficamente, desde un lugar más adulto. Hay un punto de vista más maduro”, lanza Nito. Signos de madurez y vasta experiencia en los que todos coinciden: se dicen más responsables, aprendieron a decir que no a muchas cosas, sumaron compañerismo, convivencia armoniosa. Son como una familia. “Hay momentos más fríos, más tranquilos; pero también nos sale la fiesta. En general el grupo es eso, a mí me encanta cuando dicen que somos una banda de joda, me gusta ser como un payaso, es buenísimo. Y se puede reflexionar desde ese lugar”, dice Pablo.

Lo que digan los demás

En la Argentina, los DK ocupan un lugar único. “A mí me parece que el lugar que ocupamos es alucinante, hay un respeto bárbaro. Le gustamos a todo el mundo, somos hiperconocidos acá, hacemos música popular, y podemos entrar tranquilamente en el ambiente del rock porque venimos de ahí, de boliches como Cemento, el Parakultural, Medio Mundo. Somos universales”, define Serrano. Esa universalidad los pone en un lugar raro a la hora de combinarlos en festivales: ¿con quién poner a los DK? Con cualquiera, total, van a rendir. Y son muy respetados por sus colegas, aunque con excepciones. “A veces nos ponen con bandas que nada que ver. Con Arbol, por ejemplo, no tenemos nada que ver, sobre todo por cómo pensamos. Mejor dicho, de cómo piensan ellos de nosotros. Siempre que pueden hablar mal hablan, pero no les voy a responder ni nada, lo arreglo como arreglo yo las cosas, cara a cara y sin palabras. Será que somos berretas para ellos, o un problema de piel”, se planta el percusionista Eduardo Trípodi.

Los DK son un producto de exportación. En algunos países, como la Argentina, Perú o Ecuador, aparecen hasta en la sopa, y se genera un grupo de espectadores poco estable, más circunstancial que fiel. Quizás esa sobreexposición los colocó en un lugar más distante del que hubiesen preferido ciertas hordas rockeras, que sí se aprestan a seguirles los pasos a bandas con claras influencias decadentes como Bersuit. Pero ellos plantaron la bandera del eclecticismo en el mix popu-rockero, y hoy ese desprejuicio se nota en la escena local, son vastas sus influencias. En México son considerados una banda de culto. Al estar apartados de los medios masivos, la difusión se realiza por el generoso boca en boca, el pirateo y, desde hace un tiempo, Internet, como le ocurre a cualquier banda under. “Pasa que no nos vieron cantándole Vení Raquel a Raquel Mancini en el ‘89, o almorzando con Mirtha”, chistea La Mosca. “Es lindo también que la gente se movilice para escucharte, y no sólo sonar en la radio sabiendo que eso está bancado, porque el día que no te pasen más, la gente se olvidó de vos”, cierra Mariano.

* Los Auténticos Decadentes presentan oficialmente Club Atlético Decadente el sábado en el Luna Park, como festejo de sus veinte años de carrera y con grabación de DVD en vivo incluida. Preparan números especiales, quizá con invitados del disco (Cordera, Dárgelos, Juanse, Gamexane) y algunas coreografías aunque, aclaran, no serán hechas por ellos. “Quédense tranquilos”, informan.

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Imagen: CECILIA SALAS
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