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Viernes, 9 de agosto de 2002

BENICASSIM, CONMOVIDO POR RADIOHEAD Y PRIMAL SCREAM

Cenizas y diamantes

El festival más importante del verano español, con entradas agotadas en sus tres jornadas, cubrió todas las expectativas: hubo grandes shows, apariciones, confirmaciones y pequeñas decepciones también. Sobre todo: mucha música, locura y... perros con sus hippies de la correa.

POR LUIS HIDALGO, El País de España
Los triunfadores del Festival de Benicássim, que reunió en sus tres noches una multitud estimada en más de 35 mil personas, escribieron su historia con guiones bien distintos. Radiohead, los esperados, amados y admirados músicos comandados por Thom Yorke, edificaron una catedral de lamentos en base a melodías sinuosas que parecían cantar al alma misma de los espectadores. Estos, atónitos, quedaron prendidos en la maraña doliente de un Thom Yorke que parece nacido para escarbar en los rincones oscuros del alma humana. Los tiempos más calmos dictaron la pauta y la magia quedó reservada a la voz de Thom, una espiral quejumbrosa y reiterativa que sobrecogió el ánimo del público. Acudiendo a las dos caras de su música, la digamos más melódica y la más experimental, Radiohead dejó tan satisfechos a sus seguidores como indispuestos a quienes consideran a la banda como un grupo de atormentados que disfrutan revolcándose en su dolor. En suma, cada uno de los presentes vio a los Radiohead que venía dispuesto a ver. (N. de la R.: el semanario inglés NME publicó en su site que la banda viajará la próxima semana a Los Angeles para grabar su nuevo disco. Sí, Los Angeles...)
El otro guión se escribió con trazo más grueso, sudoroso y físico. Los Primal Scream salieron a escena dispuestos a sacudir con un show directo y apabullante, escrito en clave de rock y de punk. Nada de lindezas, sugerencias o dobles mensajes; nada de mezclas, poco de electrónica y más guitarras que nunca. Si Radiohead había hablado a la mente, Primal Scream quiso apelar al cuerpo con la intención de agitarlo. La actuación de la banda de Gillespie, que comenzó con problemas de sonido que también afectaron a otros grupos durante la jornada, puso la directa y concluyó sin altibajos arrancando por medio la complicidad de la muchedumbre apostada frente al escenario principal. Sin hacer una actuación memorable, es más, según como pareció incluso rutinaria, y fiándolo todo al músculo, el matiz pereció arrollado por los guitarrazos y los Primal Scream parecieron menos mágicos que en otras ocasiones. Aun con todo, su concurso fue adecuado para contrapesar a Radiohead y construir así una noche con dos caras bien distintas. Ambas cupieron en los deseos del público, tanto como The Cure, el grupo que nunca termina de despedirse.
A todo esto, la sensación de gentío fue bien acentuada en las tres jornadas. El tránsito entre escenario y escenario fue una aventura de bolsillo, una carrera de obstáculos en la que habían de sortearse personas tumbadas, derrumbadas y sentadas, personas en trayectoria de colisión con uno mismo, personas que se negaban a ceder el paso al transeúnte, personas que ya no se veían ni a sí mismas, personas, personas y más personas. Y también algún perro, animales con biodiversidad en el pelaje, olisqueándolo todo a su paso. Un paraíso para su olfato. Estos animales, propiedad mayormente de hippies, son la prueba de que el FIB ya es un festival con todas las de la ley. Sin hippies que tocan el tambor por la noche y sin perros no se puede hablar de festival, y en el FIB ya los tenemos incorporados al paisaje humano. Eso sí, como se trata de hippies de ciudad, algunos han venido en furgonetas de las que descargan un equipo de música y montan una discoteca en cualquier lugar, como un grupo de alemanes dándole al hardcore-techno.
A este tipo de público se hace difícil imaginarlo viendo a Belle & Sebastian, por ejemplo. El grupo escocés actuó el sábado en el escenario principal, luego de su apabullante éxito en el pequeño el año pasado. Y dio la sensación de que no acabaron de estar cómodos. Los problemas de sonido en el escenario fueron la piedra que les entró en el zapato. Y, pese a tirar de temas como “Like Dylan in the Movies”, “The State I am” o “Wrong Girl”, la cosa no fue fina. Pusieron todo el candor del mundo, subieron al escenario a admiradores y amigos e intentaron imponerse a la adversidad, pero la cosa se quedó a medias tintas. Mucho más definido fue el concierto del veterano Paul Weller, un hombre que hizo sonar ecos de música negra en su actuación. Estupendo al piano, sensible en la voz, áspero en el rock, delicado en el pop y siempre con un ojo en el soul, Weller hizo valer su veteranía, talento y sentido musical. Tampoco hizo el concierto de su vida, pero Weller no lo precisa para aprobar con nota sus actuaciones. Además, habría que mencionar a Super Furry Animals, Chemical Brothers (casi, casi locales aquí), The Beta Band, Black Rebel Motorcycle Club y otras tantas estrellas y estrellados del momento. Mucha música para las muchas horas que dura un festival, que ya es tan popular que hasta los mendigos se acercan a los accesos para pedir un poco de la alegría con la que entra el público a este parque temático adulto y colocado.

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