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Jueves, 14 de agosto de 2008

EL INTREPIDO FOTOPERIODISTA RENAUD MONFOURNY

Fotorockr

Sus flashes retrataron a figuras difíciles de la cultura popular, que van desde Iggy Pop hasta Lou Reed, Morrissey, Cat Power, Quentin Tarantino o Björk (fotos), entre otros. Ya está en Buenos Aires, pero el NO lo entrevistó en París. ¿Au revoir es “a rever”?

 Por Federico Schindler

Desde París

“Rock’n’roll”, reza titilante el neón rojo que sobrevuela el escritorio de Renaud Monfourny. Situado en un viejo edificio industrial a pasos de la Bastilla, el refugio del reconocido fotógrafo francés está cubierto de papeles, discos e impresiones blanco y negro en formato medio hechas a mano por él mismo. Lou Reed, Morrissey, Quentin Tarantino y Cat Power se apilan en perfecta armonía e inmortales sobre el escritorio. Un poco más lejos, en un entrepiso algo vetusto, descansan dos enormes armarios de fundición dentro de los cuales atesora sus archivos, o sea unos 300 mil negativos. Nos piden de aguardar, está ocupado. Como un alquimista moderno, pasa horas encerrado dentro del laboratorio que se hizo construir a medida y que pobló con viejas ampliadoras traídas de los cuatro rincones del mundo. Toda una liturgia que desde hace más de veinte años le sirve para revelar dentro de una pequeña habitación a gran parte de las figuras reconocidas o subterráneas de la cultura popular contemporánea.

Músicos, grupos, escritores, actores y directores de cine se dan así cita sobre la cuerda que le permite secar sus copias recién impresas, casi vivas. De repente, como un músico que sale del backstage para fumar un cigarrillo, aparece detrás de una puerta con sus zapatos negros bien lustrados, jean al cuerpo y un cinturón de cuero que nos transporta de inmediato a un film de Sergio Leone. Con una afable y cálida sonrisa, acomoda un flequillo gris esculpido y desliza un saludo en perfecto español con acento porteño. Curioso. “En los años ‘20, tengo entendido que la Argentina era la segunda potencia mundial. Hay una estación de subte en París que lleva el nombre de su país; antes de llamarse así había sido bautizada en homenaje a una victoria militar franco-inglesa sobre la Argentina. El nombre fue cambiado en agradecimiento a toda la carne que la Argentina le dio a Francia justo después de la Primera Guerra Mundial.”

Casado con una artista argentina y colaborador de la edición en español de Les Inrockuptibles, Monfourny mantiene sin dudas un vínculo muy estrecho con Buenos Aires. Así es como después de haber expuesto en templos del esnobismo como la tienda Colette en París, el espacio Loveless en Tokio o incluso la galería CBCG en Nueva York, decidió en diciembre pasado realizar su primera propuesta retrospectiva en la Galería Appetite, con sede en San Telmo y Nueva York.

Cultura rock

“En 1981 tenía que hacer un diaporama para mi trabajo de fin de estudios; la idea era ‘76-’77, el punk, ¿qué queda de él cinco años después? En realidad llegué justo después y me crié con el post-punk. Había conocido a un grupo de punks y los había retratado, la serie era en color y bastante alejada de mi estilo actual. Pero lo que sí ya estaba presente era el interés por lo que estaba un poco al margen, por la cultura rock.” Aunque resulte curioso, en el país que contribuyó a enfrentar como esferas irreconciliables una supuesta cultura alta, elitista, situada del lado del arte auténtico, y otra baja, popular, considerada diversión de feria, estuvo muy claro desde temprano que el rock era algo muy serio que va más allá de la música. “El rock and roll provoca emociones que se experimentan a través de la música, pero también en otros ámbitos de la vida.” Como, por ejemplo, en la escritura y la fotografía.

La efervescencia musical inglesa de los ‘80 y los ‘90 impulsó en Francia la creación de un sinnúmero de revistas especializadas que combinaban de manera única una tradición literaria refinada, un gusto por la erudición y una pasión por el detalle, el todo imponiendo un nuevo modo de escribir y fotografiar la actualidad urgente del rock. Y Monfourny estaba allí para registrarlo todo e imponer su estilo. Inquieto, íntimo, elegante y, sobre todo, al vuelo, captando el instante preciso de verdad. “Desde el comienzo, lo que me interesaba eran las personas, lo cual es bastante curioso porque soy bastante tímido y lo era aun mucho más en aquella época”, dirá con modestia. Así, lo que comenzó a fines de su adolescencia casi por error en un fotoclub de barrio, continuó en “la peor escuela de fotografía de Bélgica” y se consolidó mientras colaboraba para ciertas de estas nuevas publicaciones, se convirtió en una forma de escribir en imágenes una revolución musical y social que marcó a generaciones enteras de jóvenes franceses. Buscando el destello singular de humanidad por sobre la perfección técnica, su concepción de la fotografía conserva mucho del espíritu libre, rugoso y sucio del rock que defiende como estilo de vida. Dirá: “Si la foto está un poco fuera de foco no me molesta; en el momento en que sucede algo, hay una emoción”. Y si hay algo que caracteriza su obra, es justamente esta abundancia de emociones fuertes.

El fondo de la noche

“La mayoría de los discos que nos interesaban no tenían distribución en Francia, sellos como Creation (Jesus and Mary Chain, Primal Scream), que era ‘el’ sello del momento, no se conseguían. Entonces nos tomábamos el colectivo por la noche e íbamos a Londres para entrevistar a estos grupos en sus casas o estudios.” Los viajes se multiplicaron y su trabajo se comenzó a hacer más conocido a la par de una de las revistas en las que participaba. “Uno de mis encuentros más importantes fue con Leonard Cohen; en aquel entonces no formábamos parte del sistema de las discográficas, entonces durante dos años nos pagamos los viajes. Teníamos cita en su casa de Los Angeles a las nueve y media de la mañana, era algo misterioso. Nos fuimos al día siguiente a las cuatro y media, nueve horas de entrevista, fotos por todos lados, cocinamos y lavamos los platos juntos, fue una experiencia increíble. Si no, otro de los tipos más impresionantes y simpáticos de la música es Iggy Pop. Es encantador, adorable, expresa un sincero interés por el otro. Inversamente, Lou Reed deja bastante que desear a nivel humano.”

La industria del disco se profesionalizó, las compañías independientes se asociaron con las majors para la distribución y el resto ya es historia. Epoca de esplendor, viajes de prensa all included, moteles y noches blancas. En las giras periodísticas, un destino recurrente era sin dudas Nueva York, una de las ciudades fetiche de Monfourny. “Hasta 2002 iba seis o siete veces por año y eran 48 horas de adrenalina pura.” Más que un fotoperiodista, el francés es un amante de la música y de las artes, una especie rara de humanista moderno y transgresor que deambula por calles, clubes y escenarios en busca de emociones intensas. “La primera vez que vi a Oasis fue en 1994, en la Hacienda, y me quedé electrizado. Fue el concierto más fuerte que vi en toda mi vida. Fue una experiencia en la que el sonido de los parlantes me golpeó de lleno el rostro.”

No Future

“Estamos en 2008; si mirás lo que se hacía en 2000, no hay casi ninguna diferencia, no hay ninguna novedad. Antes no tenía nada que ver, en ocho años había quince movimientos diferentes. Hasta 1985, es la última vez que hubo formas musicales novedosas, no necesariamente buenas o interesantes, pero nuevas, fruto de una búsqueda. Muchos grupos actuales sólo hacen música para ganar dinero.” Decepcionado y extremadamente crítico del presente, rechaza con cierta amargura la tendencia actual al hype, al fenómeno efímero y sobremediatizado. Pero, sobre todo, execra el carácter mercantil que fue cobrando el rock y su correlato en la manera de fotografiar, una caricatura desnaturalizada de lo que él vivió y defiende.

“Hoy en día, hay cierta manera de retratar, mediante golpes de flash, gente que mira a cámara con una mirada bovina y no expresa ninguna emoción. Me pone un poco nervioso, la cultura rock lo infiltró todo, incluso la moda y la publicidad. Intento quedarme con el espíritu impulsado por la contestación y el anticonformismo.” Es simple: su generación, la que creció y se formó en esta cultura, “hoy tiene entre 50 y 60 años y está al poder en todos lados”. Lo que comenzó como una cultura con vocación rebelde, hoy es explotado comercialmente por sus propios actores.

* La muestra de Renaud Monfourny, Un peu de tout. Propuesta retrospectiva, estará disponible en la Galería Appetite (Chacabuco 551), a partir del 15 de agosto.

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