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Jueves, 28 de agosto de 2008

LEA APARECIO CON UNA SORPRESA

La luz del sol

DEL THRASH DE “IN PURIBUS” EN LOS ’90 A LAS MELODIAS CANSINAS DE CABEZONES, EL GUITARRISTA LEANDRO APUT DESEMBARCA AHORA CON LUZ DIA, UN DISCO DESPOJADO QUE ENCANDILA COMO FARO JUSTO DESPUES DEL PRESUNTO NAUFRAGIO.

 Por Roque Casciero

Cuesta creer que un disco que le hace real honor al título Luz día se haya gestado en el momento más oscuro de su autor. Pero sí, estas canciones repletas de sol, con guitarras acústicas de doce cuerdas como “vedettes” de las melodías, empezaron a salirle a Leandro Aput justo después de haberse quedado sin banda y sin novia. “Después de que me fui de Cabezones estaba en plena incertidumbre, se me había derrumbado todo lo que era mi vida”, recuerda. “Entonces me metí en mi casa y me puse a tocar la guitarra, como siempre lo había hecho, y empezaron a salir canciones sobre todo lo que estaba viviendo.” El primer sorprendido del material que aparecía fue él mismo, pero no será el único: no hay ni la mínima conexión entre estas canciones y los tenebrosos laberintos de Cabezones, y Lea eligió no “esconderse” detrás de la distorsión sino mostrar en crudo el retrato de ese momento personal. “Fue impresionante, casi adictivo, y a la vez curativo”, asegura.

“Me salvó en un momento muy feo. Y me refugié en algo muy personal, que es la guitarra. Tenía cosas para decir, entonces no me costó mucho y le encontré la vuelta. Algunas letras me salieron casi enteras, con situaciones inmediatas, y algunas me generaron hasta la música.” Otra novedad para Lea, quien nunca había escrito letras, ni las líneas melódicas. “Pero sentí una necesidad gigante de seguir haciendo música”, justifica. “Sufrí mucho el final de Cabezones, quería que siguiéramos tocando, arreglar los problemas. Soy un tipo muy apasionado para todo, entonces no iba a quedarme de brazos cruzados. Y en ese momento descubrí que tenía que empezar a hacer todo yo. Estaba lastimado y desilusionado, me costaba confiar en los demás.”

La historia musical de Lea empezó en su Mendoza natal: junto con su gemelo Diego (hoy en Karamelo Santo) fue parte de In Puribus, una banda con la que llegó a Buenos Aires después de sentir que ya habían tocado el techo en su provincia. “No nos fue bien y la banda colapsó, pero antes llegamos a tocar con Cabezones y nos hicimos amigos porque nos sentimos identificados, ya que ellos venían de Santa Fe y les habían pasado cosas similares”, explica el músico. Decidido a vivir en Buenos Aires y con un título en Comunicación bajo el brazo, Lea trabajó en producción de televisión y radio, y fue asistente de escenario de Pedro Aznar, hasta que los Cabezones volvieron de México con un disco, Eclipse, cuya puesta en escena necesitaría de un guitarrista más. “Me ofrecieron formar parte de la banda y no lo podía creer, porque ya era fan de Cabezones, los admiraba desde antes de entrar”, relata Lea. “Ellos eran cuatro con un sonido muy marcado, con una guitarra protagonista, la voz de César, las letras: una propuesta que ya tenía sus roles definidos. Fue muy difícil, no sabía ni dónde ponerme en el escenario, pero me fui metiendo de a poco.”

Entonces dejó casi todos sus trabajos extramusicales (sólo se quedó con la producción de Apagá la tele, por Rock & Pop), pese a que el “sueldito” que ganaba con la banda en ascenso era un tercio del que le pagaban en la tele: prefería vivir de la música, su sueño de siempre.

“Dejé muchos amigos en Cabezones”, suelta Lea sin dudar. “Ellos fueron muy generosos conmigo, con los años encontré mi lugar en la banda. Y cuando sucedió el accidente (de César Andino y Gabriel Ruiz Díaz, de Catupecu Machu), tuvimos una fortaleza muy grande para seguir, cada uno desde su lugar.” Con el primer DVD de Cabezones en camino, los miembros de la banda se repartieron el trabajo, mientras el cantante iniciaba su recuperación. “Cuando tocamos con César en Obras sentí que habíamos logrado algo como grupo, fue uno de los momentos más felices de mi vida. Y no por el ego de llegar ahí, que es un flash que no puedo explicar, sino porque sentí que nada iba a pararnos, que nos habíamos unido”, afirma.

“La sensación era que se venía el gran año de Cabezones, teníamos que negociar un nuevo contrato y hacer un disco, César se estaba recuperando, así que me fui de vacaciones muy feliz, a descansar. Y cuando volví se había ido todo a la mierda.” Andino había pasado por una operación más difícil de lo previsto y la experiencia cambió las relaciones en el seno de Cabezones. “Intentamos seguir con el disco, pero la situación era insostenible, no podíamos laburar. Me agarré una lumbalgia por el estrés, estuve un mes en cama, hasta que decidimos parar, porque era lo más sano para todos. Hablé con César y le dije que tenía que decidir si quería seguir tocando, seguir viviendo o suicidarse. ‘Hasta acá, estuve todos los días a tu lado, pero no puedo más. Fijate qué querés hacer, porque me estoy volviendo loco’.”

–Y se enteraron por la radio de que Cabezones iba a tocar en el Pepsi.

–Fue así. Hubo algunos acercamientos, muchos llamados. En ese tiempo de descanso, a los chicos les generó la sensación de que estaban mejor así. Y cuando surgió la presión de “hay que tocar en el Pepsi con Marilyn Manson, el que quiere que venga y si no, tocamos igual”, eso desencadenó todo. No es manera... Tuve una charla en la que César me planteó eso mismo y yo le dije que me encantaría, porque amo Cabezones, pero para mí Cabezones somos los cinco. Otro Cabezones no me lo creo. Entonces no podía seguir con eso.

Vuelta al momento en que empezó a gestarse Luz día: “En la soledad empezaron a salirme muchas ideas, pero no las concretaba. Y como necesitaba trabajar en algo, cuando me propusieron viajar al sur para hacer producción de un programa durante dos meses, dije que sí sin dudarlo. Si lo que más quería era irme a cualquier lado... Pero el viaje me sirvió además como motor para apurar un poco las ideas que tenía dando vueltas. Fui a casa de Pichu (Sernioti, ex guitarrista de Cabezones), le pedí un micrófono y un cable, y con el protools de mi hermano, que estaba de gira, me obligué a grabar un demo. Durante el viaje me di cuenta de que tenía un disco, y que tenía que ser muy despojado, honesto, urgente, sin trucos”.

El viaje laboral terminó en la ciudad natal de Lea, donde se dio una confluencia de situaciones que marcaron el futuro del músico: “Ya me había reencontrado con Andrés Cicarelli, que era mi profesor de guitarra (ex integrante de la banda industrial Pro-zak, que arrasó Mendoza a mediados de los ‘90), y cuando estuve en Mendoza los chicos del estudio Fader me propusieron grabarlo ahí. Además, sabía que quería trabajar con mi hermano, así que fue como volver a las fuentes”. Lea estuvo sólo dos días en Mendoza, pero coincidió con un show de Aznar junto a David Lebon.

“Justo se había accidentado el hijo de David y los vi hacer un show increíble, poniendo todo el esfuerzo para salir adelante”, recuerda. “Después me encontré con Pedro, que no estaba al tanto de lo que había pasado con Cabezones, y me dijo: ‘Loco, mañana es mejor, contá conmigo para lo que quieras’. Eso me llenó de fuerza.” Lea puso primera y en poco tiempo el disco estuvo listo. Rodeado de familia y amigos como Kar Díaz (de D.I.O.N.I.S.I.O.S.), sus hermanos Diego (productor y bajista) y Emiliano (batería), ensayó en el altillo de su casa mendocina, justo antes de entrar a estudios. “Era todo muy familiero y eso se transmite en el disco”, dice convencido.

“Ahora estoy trabajando para sentirme cantante, porque no quise hacer el disco de un guitarrista que tuvo que poner la voz por compromiso. Canto desde un lugar muy personal y muy sincero. En tantos años de tocar nunca había conocido el nivel de compromiso que genera cantar, porque el instrumento es uno mismo. Me siento cantante de mis canciones, creo que nadie puede cantarlas como yo”, se planta. Aunque Lea menciona entre sus principales influencias a Luis Alberto Spinetta, los Beatles, Gustavo Cerati y John Frusciante, cuenta que trabajó mucho “para disimularlo”. “En cuanto iba para alguno de esos lados, mi hermano me paraba”, se ríe. Tal vez lo más cercano a Luz día sea el costado cancionero de Café Tacuba, una banda que a Lea le gusta, pero que no imaginaba como influencia marcada. El músico ya tiene una banda para salir a defender en vivo las canciones de Luz día: “La única premisa era elegir la gente con la que quería trabajar y eso hace que pueda ver el futuro del proyecto desde un lugar asentado. Para mí es un comienzo, está abierto a disparar hacia lugares inesperados y hacia otros que voy a buscar. Es un primer disco de una carrera que va a continuar, algo que quiero seguir desarrollando, por eso quiero cuidarlo mucho”.

* Lea presenta Luz día el viernes 12 de setiembre en el ciclo Nuevo!, Centro Cultural General San Martín, Sarmiento 1551, 4to piso. A las 21.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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