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Jueves, 26 de septiembre de 2002

POSTALES COLOR DE LA FALDA 2002

Todos los caminos conducen a Cordoba

Resumen de tres días de rock y demás variedades, en un festival que renació después de diez años con: La Bersuit vs. Las Manos de Filippi; Intoxicados y La 25; Pappo frente a Spinetta. Tres momentos de alta tensión, relatados desde el lugar de los hechos.

Expediente 1
Bersuit & Manos de Filippi
Como chanchos
El fixture de la primera jornada presentaba un encuentro de alto riesgo: iba a ser un cruce público entre la Bersuit Vergarabat y Las Manos de Filippi (recuérdese el amor-odio alrededor de “Señor Cobranza”, el máximo hit antimenemista del rock argentino). Por la tarde, en el acceso a los camarines del anfiteatro, el Cabra y Gustavo Cordera coincidieron durante unos segundos y se obsequiaron una mirada gélida y caliente al mismo tiempo; medio marcándose, medio ignorándose. Las Manos salieron a escena primeros y su show, consagratorio, tuvo todo: energía, pogo, baile, furia, calor y puntería (cantaron, con la música del hit grasa “La vida es un carnaval” de Celia Cruz, “todo aquel que piense que De la Sota no es igual/ tiene que saber que no es así/ que también es un hijo de puta”). No dijeron, en escena, nada sobre la cuestión Bersuit. Un rato después, comentó el Cabra al No: “Tocar en La Falda era una buena posibilidad para la banda, nosotros no arreglamos con quiénes tocar o con quiénes no”. Durante el demoledor show de Bersuit, “Señor Cobranza” se convirtió –como siempre– en el punto más politizado de la noche, con una remera de Menem incendiada por el público. Y Cordera que dice, desde el escenario: “Esta hermosa canción es de Las Manos de Filippi. Pido un aplauso para ellos y para el Cabra, su autor”. La gente aplaudió furiosamente y el derby del rock combativo quedó en un empate feliz.

Expediente 2
La 25 & Intoxicados
Locales otra vez
La segunda jornada tenía el atractivo de los príncipes del rock stone (ahora que los Ratones recuperaron la corona). El paso de la banda del Pity Alvarez por La Falda tuvo mucho de apuro, ya que esa misma noche –al mejor estilo de las multifunciones de los grupos de cumbia– también tocaba en Hangar de Liniers, Buenos Aires. Por eso adelantaron dos horas su show y en cuanto cerraron con el visceral “¿Quieren rock?”, corrieron a una combi para llegar a su avión. El set fue un ejemplo del manejo loco de escenario que tiene Pity, con una banda que se permite jugar cada vez con más géneros (r&b, hard rock, reggae, punk rock, pop rock) y con una serie de frases como “ésta es la única banda del mundo que tiene dos nombres; Intoxicados y Viejas Locas” o “ésta es la primera banda argentina que hizo punk rock”. Antes, en el mediodía y la tarde del sábado, el jardincito del hotel fue literalmente copado por ellos y sus nuevos amigos de La 25, que con armónicas y un banjo compartieron una cuasi hippona zapada blusera, con estrellas invitadas como las deliciosas mellicitas stone Valeria y Agustina –célebres por su intervención en el programa “Fugitivos”–, que luego debutaron (como bailarinas sexies) en el show de la creciente banda quilmeña. En realidad, y haciendo a un lado la localía de Las Pelotas y el gran momento de Bersuit, La 25 fue la banda que más apoyo tuvo en La Falda. Algún micro y varias combis llevaron a las sierras a una verdadera banda de seguidores, con gran cantidad de banderas. Rareza: había también una de La Covacha, banda quilmeña que no tocaba, pero que evidentemente comparte seguidores con La 25.

Expediente 3
Pappo & Spinetta
Gente grande
Si alguien supuso que la acumulación de artistas Sub-55 que se presentaría en la tercera jornada del festival auguraba una noche tranquila... se equivocó. No hubo problemas con David Lebón (¡”Seminare!”), Ricardo Soulé (“¡Presente!”), Pajarito Zaguri (¡PajaritoZaguri!), ni Moris (a propósito, su histriónico show de rockabilly con “El oso”, “Ayer nomás” y “Pato trabaja en una carnicería” será difícil de olvidar). Pero el cierre, con Pappo y Luis Alberto Spinetta, terminó en culebrón. Todo había empezado con el incidente en un bar de Palermo (ver pág. 8). Después, hubo cruce de miradas poco afectuosas en el aeropuerto cordobés, y apareció la decisión de cambiar el orden de las presentaciones; primero Spinetta, y al cierre Pappo. La historia oficial dirá que el motivo del cambio fue que Spinetta no quería tocar tan tarde. Pero lo cierto es que la llegada de don Luis al anfiteatro contempló un operativo digno de un jefe de Estado. Gente corriendo, mucho nervio, puerta que se abre, pioneros que rastrean moros (¿Carpos?) en la costa; y Spinetta que pasa trotando, debajo de un enorme gorro de pólar rojo, y se zambulle al camarín. Luego de finalizar su show, apenas si sonrió cuando una intrépida notera de la TV cordobesa le preguntó, al paso, sobre la presencia de Pappo en otro camarín. Al mejor estilo de comedia de enredos, en cuanto la combi del Flaco desapareció, se abrió otra puerta y apareció Pappo, rodeado de chabones. Miró el ya desierto camarín de don Luis, sacó el cartelito que decía “Spinetta”, y puso en su lugar uno que decía “Pappo”. “Ya tengo camarín”, dijo en voz alta.

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