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Jueves, 30 de enero de 2003

LA NOVEDOSA EXPERIENCIA DEL CULEBRON TIMBAL, A TRAVES DE LOS AÑOS

Poner todo

Un colectivo que produce música, teatro, comic y agitación cultural, estableció base de operaciones en un barrio de Buenos Aires, y desde ahí continúa su experiencia. Aquí, un repaso de pasado, presente y futuro de una buena idea concretada pese a todo.

 Por Cristian Vitale

l”Conventillo cultural y solidario.” En pleno barrio de Montecastro -algunos le dicen Floresta Norte– hay una casa con un letrero que indica de qué va la movida ahí dentro. Es el espacio físico en el que el multitudinario Culebrón Timbal hace base para disparar sus múltiples actividades culturales y artísticas. “Cuando llegamos, en el almacén de la esquina se comentaba que éramos una secta. Hoy, esas mismas señoras que hablaban, vienen todos los sábados para colaborar con el comedor escolar que maneja la asamblea barrial aquí dentro”, informa Gerardo, baterista de la banda, mientras bebe cerveza junto a cuatro de las casi 40 personas que participan del proyecto: Ernesto Pezzani –saxofonista y RRPP–, Norberto Ortiz –percusionista y narrador–, Matías García –bajista y hacker– y el todoterreno o “técnico solucionólogo” Daniel Dotro. El cuadro lo completa un perro bautizado “Shakespeare Morlachetti”.
La casa, muy vieja, es inmensa. Tiene dos entradas. Por una de ellas se accede a una especie de cochera descubierta que comunica –gran patio de por medio– con la carpa-escenario que hay en el fondo, un lugar para 250 personas. La otra entrada es un pub reformado (que no funciona) y detrás está el alfombrado lugar donde se dictan talleres de fotografía, teatro, plástica, guitarra y percusión. Desde que alquilaron allí, en septiembre del 2000, los Culebrón vienen trabajando duro para transformar la casa en una obra de arte. “Esto era un baldío tremendo –rememora Ernesto, especie de maestro mayor de obras sin título–, hubo que voltear paredes, nivelar los pisos, rellenar, hacer carpetas... en fin, todo un laburo. Pero vale, hay que seguir haciendo de esto un quilombo. Tenemos este espacio como embajada y nos sirve además para incidir en Capital, el lugar más difícil para nosotros.” “Nuestra utopía es que el barrio se adueñe del lugar”, intercede Gerardo.
La preocupación de los culebrones por “ingresar” en Buenos Aires clarifica entre líneas el espíritu conurbano del proyecto social, cultural, artístico del grupo desde que se inició en 1996. “La imagen que difunden los medios masivos acerca de los barrios pobres está asociada a la delincuencia y la marginalidad. Es hora de mostrar que la realidad es distinta, porque esos problemas surgen como efecto de la fragmentación social y organizativa o la desocupación. También es interesante ver esa realidad desde otro ángulo: en las barriadas pobres se mezclan santiagueños, correntinos, misioneros, etc., con su bagaje musical, plástico, mítico y de costumbres con inmigrantes bolivianos y paraguayos, y las corrientes estéticas urbanas de la metrópoli –el rock, el pop, el cine, la TV–. Por lo tanto, el Gran Buenos Aires es un portentoso ‘laboratorio cultural’ que mezcla indígenas y criollos; al Gauchito Gil con la Difunta Correa; a Evita y el Che. Hay una tradición cultural para rescatar y eso se logra articulando las distintas culturas”, dicen.
El discurso no es presuntuoso. En efecto, el proyecto “Por los barrios” (así se llama) transformó al culebrón en un significativo nexo cultural entre la ciudad y sus suburbios. Desde 1999 vienen recorriendo muchísimos barrios del Gran Buenos Aires con la idea de generar las condiciones para el nacimiento de un movimiento cultural y solidario. Se relacionan con las organizaciones de los distintos barrios y proponen la realización de un evento cultural de uno o dos días al aire libre que incluye un abanico de actividades culturales, recreativas, artísticas y deportivas. Es lo que denominan “Aguante la Cultura” y del que ya participaron unos 10 mil vecinos del noroeste del Gran Buenos Aires. Con el mismo carromato que los llevó a Ecuador (fue nota de tapa del No en su momento) transportan equipos de sonido, una radio abierta y organizan talleres de cerámica, electricidad, gráfica y actividades recreativas para chicos.
La República Nómade de los Suburbios es la obra teatral de 30 minutos que Culebrón Timbal presenta en cada piquete o movilización con el fin derepresentar las luchas sociales. Si bien la obra central que presentan hoy –que acompaña la tercera obra multimedia, El Gualicho del Cascarudo– narra una pesadilla y se llama El día de las Grandes Promesas, el nutrido elenco itinerante compuesto de 20 actores dirigidos por Raúl Shalom suele armar obritas de ocasión. Y también aportar herramientas para que los actores de los barrios hagan su propia función. En efecto, Caretas y Robabroches es una pieza generada por el Grupo de Jóvenes del Barrio “El Ceibo” de Moreno, que, a través de títeres gigantes, murgas y música en vivo, relata las vicisitudes de la vida de los jóvenes de arrabal en relación con la desocupación y la violencia. En una de las paredes de la carpa-escenario que está en el fondo de la casa, una bandera pintada con aerosol rojo atestigua el afecto. “La Tierra es nuestra, el Culebrón y el Ceibo un mismo corazón, latiendo en el suburbio”, dice.
Otra pata del Culebrón es el comic. De hecho, el solitario origen de lo que hoy es una Asociación Civil pertenece a Eduardo Balán. Corría 1993 y, mientras la banda de rock y el elenco teatral todavía no existían, el hombre creaba historietas para después vender en quioscos de revistas. “Es el padre de la bestia”, coinciden en bloque. “Toda la filosofía que practicamos tiene que ver con él.” Balán fue el impulsor de la estética especial que identifica al grupo pergeñando personajes y tiras –El Deforme Sáenz, Del Valle, Tortita Negra— que devinieron en el primer cuento multimedia concretado en 1996, “Rock & Comic”, un relato policial fantástico contado en 120 páginas de historietas y 60 minutos de música cuyo relato aparece asociado con la magia y la violencia del Gran Buenos Aires en una geografía nutrida de descampados, bailantas, terminales de trenes, templos y villas miseria.
La metodología conceptual del primer Culebrón –en verdad, han cambiado varias veces de integrantes– se mantuvo a través del tiempo. “Desde el principio, el sentido de la obra completa de la agrupación es contar una historia como la forma de comunicación más vieja que hay: un cuento. Por alguna razón casi inexplicable, el cuento se empezó a contar de distintas formas, se fragmentó y generó lo multimedia, con formato de fiesta, alegría y celebración”, orienta Norberto Ortiz, uno de los pocos sobrevivientes de la primera hora. La agrupación fue creciendo: del subsuelo de la Facultad de Sociales pasaron a La Trastienda y de ahí a la participación en verdaderos fiestones que comenzaron a compartir con murgas y comparsas de Budge, Florida, Castelar, Quilmes y Fuerte Apache. Ahora es tiempo de la tercera y última obra: El Gualicho del Cascarudo. En términos estrictamente periodísticos, la novedad es precisamente la pronta edición de un EP que contiene 6 canciones más el tradicional comic y la obra teatral El Día de las Grandes Promesas. Explica Gerardo: “Es una obra que tiene que ver con los mitos, con los conflictos que te puede hacer aparecer el poder en la personalidad”. En lo musical, El Gualicho del Cascarudo expresa el sonido actual de la banda con la habitual mezcla de ritmos latinos y populares. “Si te metés en un barrio del Gran Buenos Aires y te ponés a caminar, escuchás cumbia, Creedence, folklore y murga. Todo eso está presente en nosotros. Y no puede no estarlo, porque ésa es nuestra impronta. Agarramos una cumbia y no nos sale tal cual. Pero no nos interesa que salga así. La música popular, toda, es el eje de Culebrón Timbal. En un terreno más abstracto, la música que hacemos es una música de suburbio procesada.”

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