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Jueves, 5 de junio de 2003

HOSPITAL DE DIA EN EL MOYANO

Yo estoy al derecho

Una experiencia novedosa, de integración y creación, se lleva adelante en el hospital psiquiátrico para mujeres. En diversos talleres, impulsados desde el entusiasmo de los profesionales que los coordinan, se intenta una utilización terapéutica de la creación artística.

POR INA GODOY

lLos medicamentos generan bocas secas, la ansiedad ceniceros llenos y las ganas de salir adelante, mucha, pero mucha risa. En ese contexto se desarrollan los talleres del Hospital de Día, algo así como un oasis adentro del Neuropsiquiátrico Braulio Moyano.
Las que van al Hospital de Día entran a la mañana y a media tarde vuelven a sus casas, es decir: lograron convivir con el afuera, con lo establecido, con la sociedad. Ese es el principal desafío de los profesionales de este servicio (la gran mayoría sin goce de sueldo). Lograr que las pacientes mantengan el contacto y soporten la realidad, la misma que las escupió hasta un hueco oscuro del que muchas jamás pudieron salir.

Siesta de martes. Unas quince mujeres deambulan por los pasillos acarreando mates, platos con pastafrola, tarta de ricota y demás. Se van ubicando alrededor de una mesa y así se da inicio al Taller de Radio.
Elena pide pronto la palabra. “Acá la pasamos bárbaro, aunque antes, cuando nuestros programas se emitían por FM La Tribu, estábamos mucho más entusiasmadas”, dice a la vez que fuma y fuma, come, toma mate y después se queda, pensativa.
En el Hospital de Día, los talleres de plástica, teatro, percusión y escritura son actividades encaradas desde lo terapéutico: no se forman artistas, aunque muchas veces se experimente la sensación de estar frente a un grupo con enormes capacidades de inventar, improvisar, divertir y emocionar. La intención es reforzar el tratamiento con otras actividades donde las pacientes puedan plasmar su presencia, integrando voces, delirios y demás características. “La intención era que participe la gente del barrio, promover la integración, pero eso no sucede. La locura es algo que sigue generando un miedo muy difícil de desterrar”, se lamenta Susana Echeverría, la coordinadora general del servicio. Lo que sigue son dos diálogos, dos historias, dos intentos de encajar en el mundo, o de soportarlo.

UNO
–¿Qué música escuchás?
Victoria: –Doors, Beatles, Jefferson Airplane...
–¿Qué te gusta de ellos?
–Todo, la música y las letras, escucharlos es como un viaje.
–¿Un viaje a dónde?
–Un viaje psíquico, mental.
–¿Te acordás de algo en especial?
–Sí, de los Doors, un tema de The Soft Parade que dice: “Decile a toda la gente que seremos libres”; y uno de Jefferson Airplane, la de “This is my Life”: “Esta es mi vida, éstos son mis sueños, éste soy yo, sabés que me gusta. Esta es tu vida, éstos son tus sueños, mejor que te gusten”.

DOS
–¿Qué música te gusta?
Soledad: –Antes escuchaba mucho Nirvana, me gustaba porque consideraba que sus letras eran justas, cosas como “Eramos unos aprendices” o en “Huele a espíritu adolescente”, las drogas aparecen como algo placentero. Yo nunca consumí drogas ni lo haría, pero en ese momento me pareció que tenían razón. Esa letra también puede considerarse justa, porque vivimos en este mundo tan cruel en el que las drogas son una forma de evadirse, aunque por otro lado provocan daños o efectos de violencia muy severos.
–¿Por qué dejaste
de escuchar Nirvana?
–Sentí que iba a terminar consumiendo drogas o me iba a volver demasiado violenta en mis reacciones. Al envidiar lo que Kurt Cobain decía o hacía, sus consumos, sus enojos, temí por querer imitarlo, porque eso iba a ser perjudicial para mí.
–Y ahora, ¿quiénes pasaron
a ocupar el lugar de Nirvana?
–Abba, Roxette, Erasure.
–¿Y de acá?
–Me gusta Andrés Calamaro que, pensándolo bien ahora que hablamos de la justicia y las drogas, puede que sea un Kurt Cobain argentino.

La intención es que todo lo que se genera en estas actividades encuentre espacios públicos que le sumen un valor social. Los textos del taller de escritura se publican en un periódico barrial (Diario de Cartas), las obras de teatro se exhiben en muestras y lo mismo sucede con el taller de plástica. Los productos de la huerta se venden en el hall central del hospital y el taller de radio, por ahora, no cuenta con espacio de difusión. Pero lo que es más importante es que todo, absolutamente todo, es impulsado por un gran entusiasmo. El Hospital de Día no cuenta con un presupuesto que permita pagar los sueldos de más de veinte profesionales (psicólogos y terapeutas) que trabajan desde hace años, de manera totalmente gratuita y voluntaria.


Tornillo

A mediados del año pasado, Manu Chao reunió a veinte artistas callejeros de Barcelona y grabó un disco que, además, dedicó y cedió a LT 22, La Colifata, la radio de los internos del Borda. El resultado final –que incluye fragmentos de las transmisiones de la radio– es La Colifata/siempre fui loco, una auténtica muestra de sonidos cosmopolitas, editado en la Argentina por Discos La Tribu. En el librillo del cd se lee: “Yo pondría en la tapa la luna colifata atravesada por un tornillo, el que le pusimos nosotros al mundo. El tornillo que te ajusta los tornillos, que te abre la cabeza, que te la deja nueva”.
En abril salió la segunda edición de 600 discos (la primera fue de 400 y se agotó en pocos meses) y se consigue los jueves a la tarde en FM La Tribu (Lambaré 873), los viernes a la tarde en el mismo local y en Plaza Hussay (Córdoba y Azcuénaga) y los sábados por la tarde, en La Colifata, Hospital Borda (R. Carrillo 375). Atentos, que los únicos autorizados para venderlo son los colifatos.

Para más información se puede enviar un mail a [email protected] o a [email protected]

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