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Jueves, 21 de enero de 2016

MARINA FAGES, ELECTRIFICADA POR EL DIBUJO DE RAYO

“No soy fundamentalista del indie, pero me cuesta seguir órdenes”

En su nuevo disco, la cantautora y artista plástica se electrificó y sumó percusión para una nueva bandada de temas libres.

 Por Sergio Sánchez

“A mí me gusta el cambio y adaptarme a nuevas situaciones”, sentencia Marina Fages y hace cuerpo cada palabra. Así como no le tembló el pulso para teñirse completamente el pelo de verde, no les teme a los cambios sonoros. En su segundo disco solista, Dibujo de rayo (2015), dejó atrás la guitarra criolla, subió el volumen, se electrificó y le dio un lugar privilegiado a la percusión. “Hubiera sido re aburrido hacer otro disco como Madera metal (2013). Confío en que la esencia es la misma”, dice. Pero, ¿volvió al rock y al punk de su adolescencia? “En realidad, nunca me fui. Empezaron a pintar ganas de hacer otras sonoridades más fuertes; es divertido y necesario cambiar. Creo que es inseparable de la labor del músico el estar cambiando y probando nuevas cosas, nuevos formatos.”

Más allá del sonido que aparece en una primera escucha, el nuevo material en verdad sintetiza el camino recorrido por la cantautora y artista plástica. Están contenidos su espíritu rock, pero también la impronta folk, la canción, la experimentación y el componte lúdico que desarrolló junto a su amiga inseparable Lucy Patané, compañera de andanzas en El Tronador, el power trío Chicas de Humo y un proyecto a dúo que engendró El poder oculto (2013). Con ella, también, encabeza la disquería Mercurio, un refugio para la música independiente en el Patio de Liceo. “Cada persona es compleja y todas las partes se componen. Estoy muy contenta con el disco porque todas esas partes están reflejadas”, apunta.

En el disco, la cosa se pone al mango con Dibujo de rayo o la punk Anillo radioactivo y baja el pulso en Gema voluntad, La realidad o Cuarto de madera. “¡Así es la vida! Uno no está al palo ni tampoco zen todo el tiempo. Entonces, de alguna manera liberé los temas para que sea lo que cada uno quería ser. Hay días en que estás re loco por el Microcentro caminando y después llegás a tu casa y encontrás calma. Compongo desde diferentes estados, todo el tiempo”, cuenta Fages.

La variación de estados, también, se refuerza con una decisión artística que hace novedoso al disco: la inclusión de siete bateristas, casi uno diferente por tema. Fernando Samalea, Sergio Verdinelli, Lucy Patané, Walter Broide (Natas, Poseidótica), Willy Doctora Muerte (El mató a un policía motorizado), Juan Manuel Ramirez (Guauchos) y Camilo Carabajal (Tremor, Metabombo). “Son personalidades tan distintas y tocan tan distinto... ¡eso me fascinaba! El golpe del tambor es algo tan personal como antiguo. Los tambores son ancestrales, rituales”, resalta. También suman cuerdas Fernando Kabusacki, Lu Martínez, Rosario Baeza, Ignacio Czornogas; y voces –o “aires y flashes sintetizados del espacio”– Mene Savasta, Alma Laprida y Paula Maffia, entre otros.

Fages, quien vivió largo tiempo en Tierra del Fuego y Mendoza, arrancó su camino artístico a través de la pintura. La música llegó después. “Fue un desafío empezar a tocar: me costó un montón subir a un escenario a tocar sola, siempre me daba mucho miedo la exposición, mucha ansiedad. Lucy me dio el valor necesario para salir a tocar mis temas”, reconoce. “Después me di cuenta de que la recepción no era tan importante, sino tener confianza en lo que hacía. La música es un fin en sí mismo”, piensa.

El año pasado realizó junto al guitarrista Nacho Czornogas (Galgo & Kiki) una gira durante seis meses por Europa, la cuarta de manera autofinanciada. “Afuera somos exóticos. Argentina es muy distinto a la idea que en general se tiene de Latinoamérica”, dice. El viaje los llevó por Holanda, Alemania, Francia, Dinamarca, Noruega, España, Inglaterra, Irlanda y Escocia. ¿Para cuándo América latina? “Debería juntar mucha más plata. Es más difícil tocar en Latinoamérica que ir a Europa. Es una cagada, pero allá hay más plata. Acá si no sos medio mainstream, no te podés sostener. Allá se cubre todo, de manera indie pero se logra.”

¿Qué es lo más enriquecedor de viajar?

-Hay tres aspectos que me encantan cuando viajo: la intensidad de hacer música, estar en movimiento y la experiencia de hacer una gira. Me encuentro más a mí misma ahí, porque tomo las decisiones correctas para el futuro. No es una gira de discográfica, entonces generalmente vamos a parar a casas de gente y eso está buenísimo. Aprendo un montón y veo cosas del mundo a través de la gente que conozco. En este viaje dormimos en lugares muy flasheros más allá de las casas: por ejemplo, en una cárcel, un lugar tomado en el que vivían refugiados. ¡Refugiados en una cárcel!

¿Te acostumbraste a la autogestión?

-No sé si me acostumbro, pero si no, no sucede. Mi plan es que más gente se involucre y dedicarme a tocar. De a poco, en Europa hay gente que me arma las fechas. No soy fundamentalista del indie, pero me cuesta mucho seguir órdenes de otras personas. Entonces, es un poco por necesidad y otro por elección.

Sábado 30 en Santos 4040, Santos Dumont 4040. Desde las 21 con Barbarita Palacios.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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