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Jueves, 15 de julio de 2010

REVOLUCION PRODUCTIVA EN EL OESTE

Headmaster de Haedo

“Podrían ser de Berlín o Londres, pero son de Morón”, dice El Chávez cuando habla de la música de su barrio.

 Por Santiago Rial Ungaro

Hacer una selección de los mejores discos de aquella movida de Morón y Haedo que el NO promocionaba en febrero de 2005 lleva una vez más al protagonista de esta nota: casi todos los caminos conducen a El Chávez como Headmaster humilde, sí, pero con fuertes convicciones éticas y estéticas. Si humildad viene de humus (que además de ser el nombre de los garbanzos en árabe también significa tierra), esa misma humildad y cierto apego al terruño hizo que hoy varias de estas bandas hayan crecido. Y si en esta escena los discos no son tantos, paradójicamente esto conjuró a favor de la música: curtida en fiestas, ensayos y en el durísimo post–Cromañón, tiene alma.

Habría que empezar con el Jardín frenético (1997), aquel collage de la época en que El Chávez era batero de Arbol: “Ese disco lo produjo mi hermano Martín (guitarra por entonces de Los Caballeros de la Quema), y fue la punta de lanza por actitud y concepto. Marcó el comienzo de la nueva era de bandas del Oeste”. Lo cierto es que en esa época no era común editar CDs independientes. El Chávez me comenta que la edición grabada en Los Angeles es lo mismo, con mejor audio, sí, pero sin espíritu. “Lo firmó Santaolalla como productor, pero no es así: lo produjo mi hermano”, aclara los tantos, para que todo quede en familia.

Ante un posible Top Ten, El Chávez acepta casi todas las propuestas del staff del NO, pero propone que se recuerde a Solar, banda de reggae pionera de esta escena, aunque El Chávez prefiere comentar que Solar ahora se llama Tamarisco, que tienen un disco nuevo que salió hace un mes y se llama Derivando: “Los cantantes viven desde hace años en Gesell y tienen un bar en la playa. Así que nos fuimos a grabarlo allá, en un salón de madera montado sobre pilotes en la playa misma. Buena comida, amigos vino, hierbas varias y un puñado de canciones hermosas en clave reggae. Entre toma y toma los chicos salían a surfear un rato. El Oeste con mar”, dice y se le iluminan los dreadlocks.

El Chávez insiste en que el foco inicial de esta movida se nutrió de la mística rasta-budista de los integrantes de los aún vigentes Shamballa, quienes en 2005 lograron su mejor manifiesto con Grado latinoamericano: la punky-reggae party del Oeste, la rebelión tupamara y la vida comunitaria como “way of life”, pero con cita desde el nombre (Shamballa) de Chögyam Trungpa Rinpoche (1939-1987), el celebre gurú tibetano, heredero de la “loca sabiduría” del maestro tántrico Padma Sambhava. Ahí pasaba algo. El Chávez así lo entendió y mantuvo sus raíces: “Para muchos de nosotros, Shamballa fue la banda madre”. Imposible no incluir en esta antología al excelente La Máquina de La Pampa (2006), cuyo antológico comienzo (“Que la música, que la música, que la música no pare, no, no; que la música alimente el alma”) se convirtió en marca registrada: también está reciclado en su nuevo disco. El Chávez me cuenta que “hace poco lo escuché y lloré. Me encantan las canciones y el concepto: me siento orgulloso de ese disco”.

Producido por Pablo Romero (el líder de Arbol siguió colaborando siempre con El Chávez) y Manu Belgrano, este disco marcó un hito para este músico y productor. Y es que aunque, como él mismo confiesa, enseguida descubrió que se podía lograr “muy buen sonido con pocos recursos técnicos”, lo claro es que el sonido power dub de Nuca es hi fi. Y lo mismo se puede decir de la síntesis de ritmos latinos, hip-hop y reggae (también presente en Moron City Groove) que caracteriza a Híbrido!, Hibridub!, Hibrilove! (2007) y Music adelante de Umbanda: “Gaspar, el cantante, produce, graba y edita, y eso me lo pasa a mí para que lo mezcle y haga post-producción: es como jugar de 9 y que Bochini te haga los pases”, sintetiza.

Después de haberles grabado un primer disco (Bombo clan, de 2004) “con tres micrófonos casi destruidos y condiciones paupérrimas desde el audio”, se dio el gusto de captar en Los muertitos esa “energía y alegría únicas de Yicos”, con mucha pre-producción (lo coprodujo con su hermano Martín) y en los estudios de Circo Beat. Pero aunque aparezca en todos estos discos como productor (también participó en el lanzamiento de Dj Nelson (un personaje tremendo, muy influenciado por el dance hall jamaiquino de los ‘70 y los ‘80), lo suyo no acabó ahí: también mezcló el folklore tradicional pero futurista del debut de Doña María (una de las revelaciones del año pasado), disco producido por el gran Juanito el Cantor, “un hombre de 750 años en el cuerpo de un pibe de 28”. Y un largo etcétera que ya trasciende el Oeste o que lo rodea (El Chávez nombra los últimos trabajos de Juanito el Cantor, Sendero, Ciudavitecos, Lombardol, La Serena y Soema Montenegro, a la vez que recuerda que Primer corte, el coqueto y ágil debut de Coiffeur (que supo ser guitarrista de Yicos), también es de esta improbable Morón Glam City: “Creo que fue un disco valiente, fino y revolucionario”, reflexiona El Chávez sobre uno de los pocos discos que no pasaron por sus manos. Y, para terminar con este caprichoso (pero fascinante) microcosmos regional, no hay que olvidarse de Le Microkosmos, dúo en el que está Guillermo Beresñak, también productor de Coiffeur y co-productor de Moron Groove City. Su álbum debut de 2009 (que desde su título, Y vas donde sonrisas te dan esos encapuchados de un mundo nuevo, glosa a Spinetta) confirma que el tiempo pasa, sí, y nos vamos poniendo... ¿electros? “Podrían ser de Berlín o Londres, pero son de Morón: música electrónica de vanguardia mundial hecha por dos pibes que andan en el Sarmiento. Si tuviese dinero, produciría ejecutivamente sus discos. El futuro está en el rioba.”

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