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Domingo, 23 de junio de 2013

FAN › UNA ARTISTA ELIGE SU OBRA FAVORITA: MARIANA LóPEZ Y 434 - CóMO DEBERíA CONSTRUIR UN MURO EN EL FONDO DE MI CASA, DE ARTHUR BISPO DO ROSàRIO

Hacer objetos para Dios

 Por Mariana López

En las religiones afroamericanas se suele hablar de “incorporación”. Es una experiencia en la que el cuerpo propio desaparece como tal, porque es el otro como cuerpo y alma lo que se manifiesta dentro de uno. Puedo decir que cuando estuve por primera vez frente a los objetos del brasileño Bispo do Rosàrio en la retrospectiva que le dedicaron en la Bienal de San Pablo, experimenté su incorporación.

Al salir de la muestra me compré el catálogo y seguí pegada a su obra en foto. Leí allí algunos textos críticos acerca de su trabajo. Los autores más arriesgados decían que se había internado en el hospital psiquiátrico de Río, en el que estuvo casi cincuenta años, para poder realizar su obra. En las oportunidades en las que le ofrecieron mostrar él se negó diciendo que no había hecho sus objetos para los hombres sino para Dios.

Hecha con cemento, madera, vidrios rotos, la obra 434 - Cómo debería construir un muro en el fondo de mi casa tiene una violencia increíble y una dimensión de crítica social. El pequeño número que aparece en un costado de la obra, el “434”, indica que los objetos de Bispo forman en realidad parte de un archivo mayor, entran en el inventario que él decide hacer de lo existente. Esta impresión de empezar todo de nuevo me recuerda a algunas sensaciones que tengo cuando pinto: cierta frustración de que hay una totalidad a la que jamás accedo.

434..., además, me hace acordar a un juego de cuando era chica. Con mi hermana estábamos obsesionadas con una pared que tenía solamente un metro de altura. Era un arenero que siempre estaba vacío y que había sido construido por mi padre. El juego consistía en caminar sobre esa pared, en círculos. Lo que nos daba adrenalina era lo que imaginábamos que nos esperaba allá abajo si nos caíamos: lava ardiente, pirañas, cocodrilos. Lo importante era imaginar lo más terrible a lo que uno podía caer y eso mismo nos mantenía en movimiento.

En la obra de Bispo también el tratamiento de la nada es algo que me fascina. Su idea de sentar los fundamentos de la creación en un mundo que parece estar al borde del fin, de generar un abismo en la ficción para no caer al abismo real. Y todo esto con una obra que es artesanía. Porque en Bispo arte es artesanía.

Qué bueno sería hacer arte como quien aprende oficios. Hacer una obra que sea construir un techo uno mismo, pero sin saber hacerlo, desde el dibujo, desde la idea que tenemos, y que nos quede deforme. Hacer uno mismo, sin saber hacerlo, un barco, como un programa narrativo, aunque nunca navegue.

¿La casa es la obra? ¿La casa, el espacio físico donde uno vive, es tan solo y simplemente una casa? O al revés: ¿La obra es la casa?

Ahora mi hermana está tirada, rígida, en el suelo: dice que sólo le duele mucho el brazo, y está consciente. No veo que esté sangrando. No me despego de su lado. Estamos en una fiesta; el dueño de la casa está de ácido y la gente pasa y quiere tocarla. Es un momento que se me quedó grabado; la espera de la ambulancia, la claridad de las palabras con que me habla, su cara. Es un recuerdo que conservo como si estuviera en el medio de la nada.

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