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Domingo, 3 de octubre de 2004

RAREZAS

Jugate conmigo

POR GABRIEL D. LERMAN

Nunca dejó de sorprender que señoras pacatas, tímidas y chillonas, llegado el sábado por la tarde, se dispusieran con atavío y elegancia, munidas de repostería ad hoc y desenfado, a cumplir con las reglas de un pequeño y misterioso prodigio llamado canasta. Tal vez fuera una manera desviada de fundir tanta especulación doméstica, poniéndola al servicio de la baraja. Tampoco deja de cautivar tanto dinero ganado, y perdido, en infinitas mesas de ruleta, de punto y banca y black jack, de cuanto casino haya por ahí.
En una época, el casino se conjugaba con el viajecito de fin de semana, la escapada súbita y rauda de un viernes nocturno en automóvil por las rutas argentinas. O con el sugestivo rito de iniciación de los 18 años, cuando se peregrinaba a Gualeguaychú o a Mar del Plata porque en Buenos Aires había veda de casinos. Tiempos hubo, también, en que el juego clandestino convocaba desde suburbios oscuros, más Tijuana que Las Vegas.
No hay club ni plaza donde no se juegue, ahora mismo, dominó, ajedrez, truco, bochas, ni hipódromo que no concite empecinados fanatismos. Por no hablar de las apuestas turfísticas vía TV. La riña de gallos sobrevive acá y allá, animada por personajes conspicuos que llevan sus feroces bípedos a pelear a las provincias en contiendas previamente pactadas. Y están, claro, las sórdidas peleas a puños y patadas, con apuestas en metálico, de las que a veces se habla.
Más inocentes, los juegos de mesa y de salón supieron incorporarse a los mejores hogares mucho antes de que se instituyeran los playrooms o las mesas de ping pong en terrazas o patios. Todos juegan el juego que mejor juegan, o el que más les gusta: asados de hombres con torneo de truco, timba de fin de año entre nueces y turrones, trajinadas noches de poker, loterías domingueras, y hasta generalas que acuden para salvar o matizar un ágape.
Salvo los casinos, cuyos naipes y fichas suelen ser de producción propia, los vicios mencionados tienen un denominador común: la Casa Zanzi, proveedora pionera en juegos de mesa y de salón. Fundada en 1924 por Antonio Zanzi, que desde principios de siglo fabricaba y vendía billares en otro negocio (La Progresista, cuyo lema era: La que ha instalado los primeros cafés, confiterías y clubes de la República), Casa Zanzi dominó desde entonces la venta de insumos lúdicos: barajas españolas y francesas de cartón plastificado y plástico (entre los $ 3 y los $ 160), dados de acrílico y urea y transparentes, backgammons, variedades exquisitas de ajedrez, paños, tiro al blanco, sapo, perinolas (que ahora se exportan a Estados Unidos porque –dicen– la gente no sale de las casas y necesita “entretenerse”). Y Bucanero, Monopoly, El juego de la vida, Bingo, Ruleta, Scrabel, Burako, Damas, Pool, Batalla naval, Metegol, Rompecabezas, Croquet.
Dos instituciones criollas –el TEG y el Estanciero– se llevan las palmas. Protagonista de la película Kamchatka, el TEG, con casi treinta años de historia, es el juego más vendido. David Jiterman, un niño que jugaba a los soldaditos, no sabía que a los 24 años crearía ese prodigio que consumió noches y noches de varias generaciones y cuenta en la actualidad con una federación nacional de aficionados. El Estanciero, suerte de adaptación argentina del Monopoly, cumple 62 años, y ha sido por lejos el más jugado. El tablero, que evoca un federalismo pujante y aristocratizante en verdad anacrónico, nunca tuvo tapujos en ordenar la escala de riqueza con Formosa en el nivel más bajo y Buenos Aires en el más alto: el suyo era un país formado por estancias, chacras y antipáticos impuestos a los réditos, cuyo destino en el mundo era acumular hectáreas.
Los viernes es el día más agitado en Casa Zanzi: los clientes caen desesperados en busca del aquel naipe, el maletín de fichas, el tablero. A medida que cae la tarde, una ansiedad enferma, desorbitada, asalta el mostrador y los anaqueles del negocio, que cumple ahora sus primeros 80 años.

lCasa Zanzi queda en Sarmiento 1200, esq. Libertad.
Atiende de lunes a viernes de 9.30 a 19 y sábados de 9.30 a 13. Tel.: 4382-6625 y 4384-5884.

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