radar

Domingo, 6 de octubre de 2002

MúSICA

Tirá para arriba

La última vez que sacó un disco, los Oasis todavía no habían debutado y gobernaban John Major y Bush padre. Ahora, cuando tiene el video más pasado por MTV en toda su historia, un sello de world music que apadrina a músicos de los cuatro vientos y el título de músico más atento a los sonidos del mundo, Peter Gabriel saca disco nuevo. Grabado entre Londres, Dakar y un estudio flotante en el Amazonas, con la participación de los músicos más exóticos y retocado hasta último momento, Up es todo lo que se puede esperar de Gabriel: un clásico de lo nuevo.

POR NIGEL WILLIAMSON
Peter Gabriel admite que no sabe por qué se tomó diez años para editar un nuevo disco. “El tiempo parece haberse evaporado”, dice mientras se acaricia distraídamente la desprolija barba blanca que lo convierte en un personaje digno para el papel de Gandalf en la próxima entrega de El señor de los anillos. “Supongo que disfruto más del proceso de componer música que de venderla como un viajante de negocios. Cuando se hace un disco, se vomitan ideas. Uno tiene que parar y alejarse de él para poder volverlo a tragar.” Y eso, explica, hace que grabar sea un proceso lento y laborioso.
Tan lento que pasaron diez años desde el último álbum de Gabriel, Us. Cuando se editó, John Major recién había triunfado en las elecciones, John Smith recién había desplazado a Neil Kinnock como líder de un estancado Partido Laborista, Oasis todavía no había lanzado un disco y los integrantes de Coldplay usaban pantalones cortos.
Ahora, finalmente, llegó Up. Es un característico álbum de Gabriel, lleno de desafíos, de canciones pensadas, arreglos complejos y sutiles influencias de world music gracias a las contribuciones de artistas tan diversos como el fallecido Nusrat Fateh Ali Khan y la banda de Youssou N’Dour. La colaboración de Nusrat en particular demuestra cuánto tardó en hacerse el disco, porque el pobre lleva cinco años muerto.
Sin embargo, de ninguna manera Gabriel se ha pasado la última década tomando sol en una playa. En junio se casó por segunda vez con Meabh, su compañera de muchos años. El matrimonio se celebró en Cerdeña, donde Gabriel tiene una casa, y pasaron allí un mes de luna de miel con su hijo de un año, Isaac. “Fue la primera vez que tuve tanto tiempo libre en años”, protesta. Y sigue rebatiendo sugerencias de haraganería señalando que su día normal de trabajo consiste en llegar a su estudio Real World al mediodía y pocas veces dejarlo antes de la medianoche.
¿Y qué estuvo haciendo en el estudio? Bueno, cuando llegó el momento de elegir los temas para Up, asegura que tenía almacenadas ciento treinta “ideas de canciones” entre las que seleccionar. No hubo bloqueo creativo, entonces. Además hubo numerosos y cansadores “detours”, como él los llama: desde componer la música para el fallido show en el Millenium Dome hasta varias bandas de sonido y colaboraciones de alto perfil.
También admite que su forma de trabajo no es para nada eficiente. “Es una técnica desordenada, donde desparramo, cincelo y me muevo en espiral hasta que encuentro el centro. Pero a mí me funciona”, dice. Una vez le describió el proceso a Sir George Martin, y el antiguo productor de los Beatles se quedó “francamente horrorizado” ante tanto desperdicio.
Con el álbum listo (no sin cierta reluctancia: confiesa que si no fuera por la presión de Virgin y de la próxima gira norteamericana, probablemente aún estaría remendándolo), Gabriel está sentado en una pequeña habitación ubicada en el último piso del edificio principal del complejo Real World, forzado a actuar el papel de viajante de negocios que tanto le disgusta.
Ubicado en los idílicos alrededores rurales de Wiltshire, el estudio fue alguna vez un molino, y posee su propio río y un anticuado estanque para patos. Sólo arruinan la paz los trenes de alta velocidad que truenan a intervalos regulares. “Esa fue una idea muy inteligente, construir un estudio de grabación al lado de una vía”, bromea, mientras pasa traqueteando otro expreso.
Ni bien disminuye el ruido, llega flotando a través de la ventana el sonido de una trompeta solitaria. Alguien ha decidido que es un buen día para practicar al aire libre. Cada día del año, Real World se llena de músicos de todas partes del globo. El día que estamos allí, la banda islandesa Sigur Ros está mezclando su nuevo disco en un estudio, Alison Goldfrapp está ensayando para su gira en otro y el joven grupo cubano Asere reside en una tercera sala. El tráfico musical que recorre elestudio claramente inspira y moldea todo lo que Gabriel hace. “Aquí se crea una amplia gama de música. Me alimenta escuchar lo que hacen otros músicos y hablar con ellos”, se entusiasma. “Es muy peligroso que la gente se aísle. Muchas grabaciones hechas en la propia habitación suenan alienadas y solitarias. Aquí siempre hay músicos diferentes, y eso me mantiene fresco y abierto.”
Aunque uno de los motivos por los que dejó Genesis en 1975 fue que quería escapar de las presiones de estar en un grupo, Gabriel se ha convertido en uno de los colaboradores más entusiastas del mundo. Cuando escucha algo que le gusta, su reacción inmediata es incorporarlo a cualquier cosa que está haciendo. “Las colaboraciones le brindan nuevos aires a la música, y lo llevan a uno a lugares a los que de otra manera no iría”, dice. “Pero la clave es escuchar y darles a los colaboradores espacio para que hagan lo que tienen que hacer. Estar en una banda tiene sus ventajas, y también las tiene ser solista. Pero las colaboraciones te ofrecen lo mejor de ambos mundos.”
Por lo tanto, no es sorprendente que muchos de los que pasaron por los estudios Real World en los últimos años mientras se estaba armando Up fueran invitados a participar del álbum. No sólo participó Nusrat sino también los Blind Boys of Alabama, Billy Cobham, Black Dyke Mills Band, Daniel Lanois y Peter Green. Melanie, la hija de Gabriel, hace lo suyo en coros, mientras trata de construir su propia carrera como cantante y compositora.
El álbum, sin embargo, no se grabó únicamente en Real World. Después de hacerse amigo de Youssou N’Dour a mediados de los ochenta, Gabriel se compró una casa en Dakar, la capital de Senegal, donde comenzó la grabación de Up. Después se trasladó a un estudio en los alpes franceses, donde dividió su tiempo entre las grabaciones y el aprendizaje del snowboard. Después hizo un viaje por el Amazonas en un estudio flotante.
A pesar de los exóticos escenarios de grabación y de los músicos africanos y asiáticos, Up es sobre todo un disco de rock. “Yo lo llamaría un disco de un compositor antes que un álbum de world music”, concede. “Aunque entre los músicos y los amigos que tengo ahora hay mucha gente de diferentes culturas que le agregan diferentes ambientes y ritmos a lo que hago.” De hecho, Gabriel fue uno de los primeros músicos occidentales en desarrollar un interés por la world music. Aunque la mayor parte de su trabajo solista ha mantenido sus raíces en el rock, después de abandonar Genesis en el ‘75 se embarcó en un aventurero viaje musical que ha sumado todo tipo de influencias globales. También ha usado sus relaciones con la world music para abrazar los derechos humanos y causas ecológicos. “Biko”, su hit de 1980, fue una de las primeras canciones pop occidentales en tocar el tema del apartheid. Más tarde creó el festival WOMAD (que celebró su 20º aniversario este año). En 1988, junto a Sting, Bruce Springsteen y Tracy Chapman, colaboró con Amnesty International para organizar la gira “Human Rights Now!” que puso por primera vez a Youssou N’Dour frente a las audiencias internacionales. Cuatro años más tarde inició el programa “Witness”, que busca armar con cámaras de video y computadoras a los activistas de derechos humanos del mundo.
La cautivante banda de sonido que compuso para Birdy de Alan Parker ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes, mientras que So, el álbum que editó en 1986, generó el vanguardista video “Sledgehammer”, que se convirtió en el clip más emitido por MTV de todos los tiempos. También ha presentado un gran número de artistas de world music a una audiencia más amplia gracias a su sello Real World.
Más tarde, después del almuerzo en el comedor donde el personal de cocina de Real World les sirve a los músicos residentes las veinticuatro horas, Gabriel habla del estado de la world music contemporánea. “Creo que hoy en día mi nombre es una espada de doble filo”, dice. “La gente puedeno escuchar algo porque yo estoy involucrado o por el hecho de que sea de un músico relacionado con Real World. Se necesita gente como Damon Albarn y One Giant Leap para llevarle mi música a una audiencia más joven. Creo que lo que están haciendo es muy sabio.”
Su imagen pública sugiere a alguien que se toma demasiado en serio. Sin embargo, en privado es encantador, ingenioso e irónico. Con sus tres últimos discos, ostentando títulos como So, Us, y Up, se ríe de sí mismo después de abrir una botella de vino tinto diciendo que ha hecho “una trilogía hospitalaria”. El chiste no será uno de los más graciosos jamás escuchados, pero despliega un costado más ligero de Gabriel que el público rara vez conoce. Admite que tiene una tendencia a teorizar demasiado y a analizarlo todo. Pero está muy atento a la importancia de la espontaneidad. “Para mí, la mejor música integra las dos cosas. Uno exprime la energía creativa de la actuación, pero también tiene el control y la capacidad de asentarla y dirigirla en el estudio.”
Como corresponde a su reputación de obsesivo en el estudio, Gabriel es un desvergonzado entusiasta de la nueva tecnología: cree que ha abierto nuevos caminos para la producción musical. “La facilidad con la que se pueden probar ideas y cambiarlas es fantástica. Cuando comencé, la música era lo que se podía conseguir y generar por uno mismo. Creo que hoy es más acerca de lo que se puede concebir, y eso provoca que las posibilidades sean infinitas. Hay una vasta gama de sonidos a disposición. Es como un pintor que ha estado trabajando con una selección limitada de colores y de repente tiene un millón de matices diferentes que puede arrojar sobre la tela.”
Una semana después de nuestra entrevista, recibimos una llamada telefónica: ha cambiado la lista de temas. Otra vez. Ha encontrado algunos matices frescos para arrojarle a la tela. Un tema quedó afuera definitivamente. Otro ha sido profundamente remixado.
Gabriel está muy lejos de sus días de rock progresivo en Genesis, cuando solía usar sobre el escenario una serie de disfraces escandalosamente dramáticos, y ha resistido durante mucho tiempo los ruegos de promotores y agentes para que volviera a reunir la banda, aunque hubo una especie de show-reunión durante su fiesta de casamiento en junio pasado. Hace poco fue a ver, junto a sus dos hijas, Melanie y Anna, a una banda tributo a Genesis en Bristol. “Trabajaron muy duro para reproducir el sonido lo más exactamente posible. Algunas cosas me parecieron tontas, otras tuvieron un cierto encanto y otras me sorprendieron, porque lograron emocionarme”, dice.
¿Y qué les pareció a sus hijas? “Una de ellas me miró y dijo: ‘Papá, si te ganabas la vida haciendo eso, entonces hay esperanzas para todos nosotros’.”

Compartir: 

Twitter

 
RADAR
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.