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Domingo, 27 de julio de 2008

VIAJES > JAPóN EN FOTOS Y LIBROS

Del otro lado

Geishas en las paradas de colectivos, luchadores de sumo tomando helado, máscaras, sofisticada comida artesanal frente a locales de chirimbolos electrónicos, atuendos tradicionales conviviendo con rascacielos: no es ninguna novedad que Japón es un paraíso del desconcierto para el ojo occidental. Pero sí es novedad lo que se ve cada vez que alguien mira con atención. Por eso, Esther Cross estuvo allá y volvió con un puñado de imágenes. Como yapa, las ilumina con pasajes de libros japoneses.

Luchadores de sumo comiendo helado en un intervalo. Estadio de Sumo de Tokio.
Hay una irónica y gran discrepancia entre cómo quieren verse los japoneses y cómo se los ve desde afuera.
Kenzaburo Oé,
discurso al recibir el Premio Nobel
Día del Niño en Hiroshima.
Los japoneses saludan siempre y necesariamente con una sonrisa falsa.
Hisayasu Nakagawa,
Introducción a la cultura japonesa
Peluca en una vidriera del barrio de Akiabara, en Tokio.
Aquí no se necesita mirar demasiado. Siempre se encuentra gente disfrazada.
Yasunari Kawabata,
La pandilla de Asakusa
Holly Golightly en un negocio de la isla de Miyashima.
Pensé que debía de ser tremendamente ingenua para no ser consciente de la perversidad en que iba envolviéndose.
Natsume Soseki,
Kusamakura, Almohada de hierbas
Hiroshima.
Saca de su kimono una bolsita de amuletos que llevaba colgada del pecho.
Monzaemon Chikamatsu,
Los amantes suicidas de Amijima
Día del Niño en Hiroshima.
Mientras afeitaba la nuca de Yumiko, se enamoró de esta mujer que es en sí misma tan parecida a una navaja.
Yasunari Kawabata,
La pandilla de Asakusa
Salmón recién rematado en el Mercado de Pescados Tsukiji, de Tokio.
Hoy los Shimamura nos enviaron un poco de sushi de hoja de bambú.El sushi estaba apilado en un plato de porcelana Imari.
Yasunari Kawabata,
Kioto
Calamares en el Mercado del Pescado Tsukiji, en Tokio.
Japón fue el enemigo más enigmático con que se enfrentaron los Estados Unidos en una contienda. El problema principal estaba en su propia naturaleza. Debíamos, ante todo, entender su comportamiento para enfrentarnos con él.
Ruth Benedict,
El crisantemo y la espada

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