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Domingo, 5 de enero de 2003

Una cuestión de actitud

Música Cuatro discos notables en dos años, uno –La noche del mundo– por salir en marzo, cierto espíritu crítico y la cita zapatista de su eterno pasamontañas bastaron para consagrar a Emisor como la izquierda hard de la música electrónica. Recién liberado de un atroz calvario vertebral, El Artista Muy Poco Conocido Por el Nombre de Leonardo Ramella (ex baterista de El Corte y Mimilocos, ex fundador de Resonantes) habló con Radar de la difícil relación entre la música y las ideas, despotricó contra Creamfields y llamó a resistir al avance de la tecnoderecha.

 Por Roque Casciero

Cuando Leonardo Ramella musita “ahora estoy bien”, es más que una simple frase de circunstancia para describir un presente en el que la prensa –por fin– empieza a prestarle atención, y sus inquietantes performances electrónicas amenazan con convertirse en algo más que eventos aislados. Es que el hombre que se esconde tras el alias de Emisor y el pasamontañas con aura zapatista confiesa que ha sufrido. Y mucho. Hasta hace unos meses debió usar un cuello ortopédico y pendió sobre su cuerpo una espada de Damocles carnicera. “Por la tensión se me redujeron los espacios entre las cervicales y los nervios de los brazos se me atrofiaron”, explica el músico. “No podía moverme, quedé semiparalítico, una cosa tremenda. Un traumatólogo me dijo que había que operarme urgente. La operación consistía en sacarme tres vértebras y reemplazarlas por un pedazo de mi propia cadera, todo sostenido con clavos de titanio. Cuando el tipo me contó el plan, casi vomito. Al final hice rehabilitación con médicos recomendados por amigos y ahora sobrevivo gracias al clonazepán, porque si no, no podría bancármela. El clonazepán cortó la cadena que había entre mi angustia y mi sistema nervioso.”
Primero hay que saber sufrir, decía Homero Expósito, pero Ramella se ríe y asegura que él todavía no aprendió. Y al fin se consuela con la certeza de que el sufrimiento genera arte. En ese sentido, el dolor y la angustia han sido provechosos para el Emisor de Adrogué, porque en poco más de dos años publicó cuatro elogiados discos en formato CDR (con una hermosa producción artesanal a cargo del diseñador Wala) y ya está masterizando el quinto, La noche del mundo, que aparecerá en marzo. Tramo (2000) es el trabajo más ruidista y de difícil acceso de Emisor, que más tarde sorprende con algunas melodías cercanas al jazz en Eventualidad (2001). Dos temas de ese disco se publicaron en un compilado de un exclusivo sello de San Francisco, al lado de gente como Matmos (que trabajan con Björk). Contumaz (2002) inventa el tecnofolklore con sonidos que nacen de fragmentos tocados por Atahualpa Yupanqui y Domingo Cura. Y Local, el más reciente, destaca por la crudeza y la violencia de bits y beats.
¿Los conceptos que sobrevuelan cada disco de Emisor parten de un plan preconcebido?
–Mi vida es la que va delineando mis conceptos, y mi vida está ligada a discos que escucho y al software que uso. Así termina formándose algo coherente, y por eso da la sensación de que partí de un concepto. Pero de hecho no creo en las ideas en la música. La idea es cháchara, lo importante es lo que se escucha. El arte nunca deja de ser superficie -sonora, en este caso–, por más que detrás haya una profundidad infinita. Fijarse una idea y ponerse a trabajar en torno de eso es lo peor que puede hacer un músico. Es mutilar todas las pequeñas habilidades, las gracias, los goces, los ánimos, las histerias, los impulsos, la espontaneidad. Cuando estoy componiendo estoy como un loco, salto encima de los sillones, corro por la sala, pateo las paredes: en ese delirio, ninguna idea puede sobrevivir (risas). Emisor, al fin y al cabo, es el software dicho por mí. El software es el terreno ideal para el subversivo: todo el tiempo hacés cosas que no se pueden hacer en un estudio porque hay escollos físicos. En el software está el nuevo sonido.
Aunque muchos recién se desayunan de su existencia, Ramella tiene una larga trayectoria dentro de la escena argentina. Primero fue baterista de rock en El Corte (banda liderada por Javier Calamaro) y Mimilocos, y luego armó Resonantes, un proyecto electrónico con Flavio Etcheto, hoy músico de Gustavo Cerati. Precisamente la separación de ese dúo fue una de las causas de la angustia de Ramella, aunque no la única: “El tema es que cuando esa situación es igual a todas las demás, cuando empezás a pensar que el mundo está parido así... Yo no garcaría a un amigo duramente para prenderme de la teta de ese mundo. Es una grosería, sobre todo en términos artísticos. Cuando conocí a Flavio, él no había escuchado jamás música electrónica. Sus primeros veinte discos de electrónica se los pasé yo,seguro. Le presenté a Melero, lo llevé a tocar a El Corte y armé Resonantes con él y me pagó despreciándome. Hasta que le dije que no quería verlo más. Pero la onda era que él quería irse con los conceptos que parimos durante años con Resonantes para convertirse en la mano derecha de la derecha del tecno. De todos modos, eso fue en el 2000. Ahora estoy feliz, recuperado, y no hay hard feelings. De hecho, me veo con Flavio, y él me dice que pasa Emisor en sus sesiones como DJ, me tira buena onda. Entonces completo el ciclo y digo que ahora con él está todo bien”.
Hablaste de una derecha del tecno.
¿Existe una izquierda?
–Supongo que somos los que estamos tras la máscara. No quisiera hacer una organización ni nada de eso, sino que voy a mencionar a quienes admiro por cuestiones éticas y estéticas. Admiro a Victoria Mil, a Estupendo, a Daniel Melero, a Pommerenk...
Y la derecha sería...
–La derecha es el poder. No tiene que ver con una cuestión de ideologías: son quienes tienen la guita y por eso hacen lo que quieren. No se trata de leer a Marx. Lo que intento es decir que aprovechen el espacio que tienen para ponerse las pilas. Hace años que Cerati viene amenazando con poner un sello y siempre termina reclutando gente para sus propios proyectos. ¿Hasta cuándo la sumisión, el silencio? Y lo peor es la cháchara de la modernidad.
¿Emisor no es parte de la modernidad?
–Soy la modernidad. Y lo digo con una humildad total. Si quieren saber qué puede pasar, escuchen Emisor. Si no, sigan celebrando la sumisión en las fiestas rave o en esas supuestas fiestas electrónicas formadas por un círculo tan inmoral como el del poder gubernamental. Es lobby y gente que mueve el trasero para ser contratada.
Puede inferirse que no fuiste a Creamfields.
–Por supuesto que no. Si hubiese una mínima actitud política... Si al menos todos esos que se jactan de tomar esas pastillas pedorras importadas repartieran panfletos en favor de la liberación de la marihuana y la ayahuasca, que son plantas que nos pertenecen y que fueron amputadas por decisiones políticas... Pero no: pagan 45 pesos para ver a DJs muchas veces inventados y después no les prestan atención a los artistas que ni la prensa ni los productores les venden. Eso es patético y durísimo para quienes trabajamos tanto.

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