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Domingo, 16 de octubre de 2011

HITOS > 1991: EL AñO EN QUE LO ALTERNATIVO SE HIZO MASIVO

Cosecha ’91

Así como el mundo había conocido cosechas increíbles de música como la de 1967 y 1973, 1991 fue una explosión cuya onda expansiva sigue retumbando en todas las direcciones posibles: del rock más sucio de los Guns N’Roses a los indies de Nirvana y R.E.M., pasando por el trip-hop de Massive Attack, el funk de Red Hot Chili Peppers y ese tanque monstruoso y espejado en que se convirtió U2. Pareciera no haber música actual que no le deba algo a aquel año refundacional que bajó de un hondazo a Michael Jackson de los rankings. Por eso, poco antes del aniversario del último de la lista, Radar lo recuerda disco por disco.

 Por Juan Andrade

Faltan un par de semanas para que llegue el turno de Achtung Baby. El trabajo que marcó un antes y un después en la carrera de U2 se sumará así a la lista sábana de los homenajes y las reediciones protagonizado por los discos que hicieron de 1991 un año memorable en la historia del rock. Empezando por Nevermind de Nirvana, que ya fue el centro de atención de incontables artículos en revistas y suplementos de acá, allá y todas partes. También andan por ahí, prendidos a las hojas del calendario en cuestión, Out of Time de R.E.M., Blue Lines de Massive Attack, el “Album negro” de Metallica, Use your Illusion I y II de los Guns N’Roses, Screamadelica de Primal Scream, Blood Sugar Sex Magik de los Red Hot Chili Peppers y Loveless de My Bloody Valentine. Casi por orden de aparición, una sucesión de piezas que sentaron las bases de estéticas muy distintas entre sí. La mayoría apareció con pocos meses de diferencia, entre agosto y noviembre. La mayoría, también, fue editada por sellos de los denominados “grandes”.

Todos se erigieron en verdaderos hitos dentro de la carrera de cada grupo. Y más todavía: ascendieron como gotas de mercurio activadas por algún extraño principio químico, para finalmente fundirse y dejar una huella indeleble en el firmamento dorado de la música de la época. Hoy son clásicos del rock de los ‘90, puntos de referencia obligados para los continuadores de cada estilo. Orgullosos, sacan pecho cada vez que alguien se toma el trabajo de repasar y sopesar la discografía más significativa e influyente de la década que le bajó la cortina al siglo XX. Si el género había conocido antes cosechas como las de 1967 o 1973, entre otras, la cepa de 1991 también se reservó una página destacada. Entonces se trata de algo más que un mero ejercicio de nostalgia retro, un ensayo revisionista caprichoso o un negocio rentable –en los términos actuales de la industria discográfica, claro– con la excusa del número redondo, los 20 años transcurridos y el divino tesoro de la juventud perdida.

Editado el 19 de noviembre de aquella temporada prolífica, Achtung Baby es el encargado de completar la virtual seguidilla de celebraciones que se sucedieron a lo largo de 2011. Según puede leerse en la página oficial de la banda, su reedición en formato doble compacto llegará a las disquerías el último día de octubre. Además de la lista de temas original, también incluirá lados B, versiones y rarezas. A lo anterior habría que sumar el documental From the Sky Down, dirigido por Davis Guggenheim y recientemente estrenado en el Festival de Cine de Toronto. Y el disco de versiones que editará la revista británica Q, con Patti Smith, Depeche Mode, Jack White y otros invitados. Un combo destinado a celebrar el preciso momento en el que, pico de popularidad y embole de su propia imagen mediante, U2 decidió reinventarse.

La obra cumbre del cuarteto dublinés puede escucharse, en palabras de Bono, como el “sonido de cuatro hombres tratando de tirar abajo El árbol de Joshua/The Joshua Tree”. Y algo del impulso (re)fundacional que se apoderó de ellos en los estudios Hansa de Berlín, entre los escombros del Muro y el fin del mundo bipolar, también puede reconocerse en otros compañeros de camada. De hecho, la fusión con la electrónica y el coqueteo con la pista de baile que habían patentado en Manchester los Happy Mondays y los Stone Roses, no sólo se infiltraron en el nuevo cuerpo de canciones de los irlandeses sino también en las que estaban pergeñando casi en paralelo los escoceses de Primal Scream. Las mismas que los trajeron de vuelta a Buenos Aires a fines de septiembre, en medio de la gira con la que festejaban el vigésimo aniversario de la salida de Screamadelica.

Mientras tanto, en otro rincón del Reino Unido, Massive Attack se desmarcaba del agite manchesteriano y diseñaba un nuevo espacio de confort y música para volar en Bristol, que más tarde sería copiado hasta el hartazgo bajo la etiqueta de trip-hop. Y My Bloody Valentine, coterráneos de U2 devenidos habitantes de Londres, ponían fin a dos años de grabaciones y se despachaban con el aclamado Loveless. Cruzando el océano, R.E.M. alcanzaba desde Athens, Georgia, su primer hit global y todoterreno con “Losing my Religion”. Y en Los Angeles pasaban varias cosas importantes al mismo tiempo: Metallica pegaba el gran salto a la masividad con su “Album negro”; los Guns N’Roses tocaban su techo creativo con el doble Use your Illusion; y los Red Hot Chili Peppers sacaban chapa de futuros clásicos con su funk picante condimentado con baladas acarameladas.

O sea, hablando en términos geográficos o más bien de ciudades, no todo sucedió en Seattle, como deja entrever más de un pantallazo superficial que pone el foco sobre lo acontecido en el mundillo rockero de entonces y ubica a Nirvana en un primerísimo primer plano. La explosión del grunge fue descomunal, pero la llama encendida por Kurt Cobain y compañía no llegó mucho más lejos en manos de sus continuadores. Basta con recordar las conocidas y lapidarias observaciones del propio Cobain sobre sus supuestos herederos. Además, no todos los jóvenes de la época andaban uniformados con camisas a cuadros y anchos pantalones gastados, haciendo de Nevermind parte de su religión. Como sea, la enorme repercusión que tuvo la salida del disco con la tapa del bebé persiguiendo un anzuelo de un dólar sacudió la estantería de la industria discográfica y alteró por completo la fisonomía del negocio musical, a tal punto que desplazó a Dangerous de Michael Jackson del número uno del ranking de la revista Billboard. Había llegado el principio del fin para el Rey del Pop y la hora cero de una nueva era que, claro, también terminaría. Visto en perspectiva, semejante acontecimiento sirve como indicio abarcador de los ejemplos y los escenarios apuntados más arriba: 1991 fue el año en el que lo alternativo se volvió mainstream. Y viceversa.

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